El político en la etapa de la reflexión

Mario Vega - Para ubicar la situación en un lugar común podría decirse que "su" momento actual es el del "reposo del guerrero". El hombre es consciente que "el tiempo activo pasó", pero también sabe que sus conocimientos, sus vivencias, sus ideas, pueden ser sumamente útiles.
Reconocido por su militancia, Antonio Tomás Berhongaray (70) es un referente ineludible para quienes quieran acercarse a la política y a experiencias que él vivió de primera mano.

Fue, desde su lugar, un protagonista y, sobre todo, un testigo privilegiado de una época convulsionada de la vida política argentina -aunque en verdad cabría preguntarse cuál no lo fue-, cuando la democracia aún balbuceante después de la noche que significó el pavoroso Proceso se debatía por afirmarse, en un mar de condicionamientos por parte del régimen que todavía mantenía aliados en distintos estamentos de nuestra sociedad.

Pero la vida de Pacheco -que así le dijeron desde el mismo día que nació- estaría signada por la militancia, aferrado desde siempre a las ideas del radicalismo. Hijo de Antonio Agustín y de María Teresa Etcheberry, constituían una familia numerosa de seis hermanos, cuatro mujeres y dos varones.

Político de vocación.

"De chico vivíamos en Lisandro de la Torre, en una casa ubicada justo frente al portón de la municipalidad, en tiempos que había muchos baldíos y donde solíamos jugar a la pelota". La primaria hasta tercer grado en la Escuela 2, y después el resto y el secundario en el Domingo Savio. Luego la universidad en Buenos Aires, el título de abogado, y la firme convicción de que quería ser político. "Se lo dije a mi padre, y él me apoyó. Tenés que ser lo que vos quieras... y fue suficiente. Ejercí la profesión, sobre todo en el foro penal, pero tenía claro lo que quería. En realidad la militancia había empezado en la escuela y después con mayor ahínco todavía en la universidad", continúa.

Si bien el padre estaba en la producción rural, Pacheco iba a emprender en ese rubro su propio camino. "Primero alquilé unas hectáreas, después más, siempre vinculado a la actividad ganadera", recuerda. Paralelamente ejercía la profesión, y muchas veces debió presentar hábeas corpus por presos políticos, "más de una vez peronistas". Fernando De La Rúa, después presidente, supo atender en el estudio de Berhongaray.

Pero lo de Pacheco, su pasión, era otra. Primero los centros de estudiantes, la participación en distintas luchas que incluyeron su participación en la Copdrip (Comisión Pro Defensa, luego Popular, de los Ríos Interprovinciales Pampeanos), en el movimiento salinero, y el acercamiento a quien iba resultar su referente fundamental: Raúl Ricardo Alfonsín. "Mi amistad, el trato con Raúl, compensa todo", sonríe en el recuerdo. "Fui un hombre de su confianza, y él me distinguió con su amistad", reflexiona.

Jugar en primera.

Es que Pacheco vivió junto a Alfonsín todos los momentos desde la creación del Movimiento de Renovación y Cambio: el ascenso del ex presidente, las dificultades para avanzar ante una realidad que ponía palos en la rueda todo el tiempo, el Juicio a las Juntas Militares -sobre el que escribiría uno de sus libros-, Semana Santa y Aldo Rico, la famosa frase "la casa está en orden", los conciliábulos en el Patio de las Palmeras en la Rosada, cuando la democracia se encontraba amenazada, el golpe económico que soportó el gobierno radical, la llegada de Menem y el Pacto de Olivos.

Se lo digo: "Usted fue testigo y protagonista de una porción de la historia, Pacheco". Es consciente: "Es cierto, me tocó jugar en primera", me contesta. Es que pensándolo bien estuvo con todos los que en esos momentos convulsionados conformaban el arco político argentino. "Los conocí a todos, a los nuestros y a los otros: Menem, Duhalde, los militares.... Sí, a María Julia (Alsogaray) también, pero no tuve mucho trato con ella, no me gustaba su forma de comportarse", amplía. "¿Cristina? Sí, claro, si cuando la echaron del bloque del PJ más de una vez se juntaba con nosotros y por allí compartía un café", rememora.

El Pacto de Olivo.

"No había otra salida", cuenta ante mi pregunta. "Me tocó ser Jefe Coordinador del Pacto de Olivos. Primero iba a ser Jorge Vanossi, pero después Alfonsín me designó a mí y aquel salió a despotricar por el acuerdo". No se inmuta ante la acusación de que eso abrió las puertas de la reelección a Menem. "Alfonsín decía que era necesario: o lo dejábamos solo y quedaba en la ilegitimidad, o lo acompañábamos para salvar a la democracia. 'Es muy nueva esta democracia, todavía débil', decía Raúl. 'Hay que llegar a un entendimiento', sugería, y tenía razón".

Cuando va ofreciendo detalles entusiasma escucharlo. No elude una referencia para Fernando De La Rúa. "Alfonsín se la veía venir... cuando se lo empezó a nombrar como postulante me dijo: 'Voy yo de

candidato'. Le dije que las encuestas lo daban muy abajo, y me contestó: 'yo marco lo que tengo, el 8%, pero él marca lo que los diarios dicen que tiene. Si voy yo va a ganar Duhalde, pero salvo al partido. Este muchacho nos va a destruir', me decía", cuenta Pacheco que le decía Alfonsín. Al final fue De La Rúa y todos sabemos lo que pasó.

El trasvasamiento.

Acepta referirse a algunos temas puntuales. Le pregunto por Luciano Di Nápoli, hoy diputado y militante de La Cámpora -Berhongaray fue muy amigo de su padre, Emir "Copete" Di Nápoli-, y explica que no ve mal aquello. "No creo que sea un acto de deslealtad familiar, para nada. En todo caso será una decisión que habrá tomado libremente por sus convicciones, o por circunstancias que a veces influyen. En el '73 hubo cantidad de hijos de familias radicales que se hicieron de la Juventud Peronista y algunos montoneros; y en 1983 fue al revés y hubo muchos que se pasaron al radicalismo", relativiza.

De todos modos no ve para nada bien la forma de hacer política de La Cámpora, y por el contrario critica que se haga desde puestos públicos y utilizando bienes del Estado. "A nosotros nos tocó andar con nuestros autos, haciendo giras de tres meses, poniendo de nuestro bolsillo; y por ahí veíamos que otros hacían campaña bajando mercadería de las camionetas de Bienestar Social. Y así es difícil", repasa.

Y recuerda las dos veces que le tocó ser candidato a gobernador. "La primera en 1983, contra Rubén Marín. Ahí estaba convencido que iba al muere, porque estaba el PJ, pero también el Mofepa era fuerte; en tanto en 1997 creí que tenía más chances (contra Néstor Ahuad), pero aunque veníamos bien algunas macanas en el orden nacional nos quitó posibilidades".

Pacheco hoy.

En el final de la charla señala que "uno el tema político lo lleva y lo sigue, y a su vez aprovecho para escribir y publiqué cinco libros. Pero hay que ser equilibrado y saber que cada cosa tiene su tiempo, y creo que el tiempo activo pasó".

Hoy está abocado a ayudar en lo que puede a su hijo Martín -diputado provincial-, a quien ve como "preocupado por la realidad y muy humilde", a disfrutar de su pequeño nieto Agustín (1 año), y a gozar de la vida junto a Delia Braun -"la puntera más militante de La Pampa", la elogia-, su esposa desde hace muchos años. "Creo que nos conocimos en un baile, no sé si en San Martín, o en All Boys", menciona sin precisarlo (¿le puede valer una reprimenda?).

Además sigue adelante con su afición por la colombofilia. "Las palomas son una adicción. El palomar se llama 'Don Enrique'. Es mucho trabajo, porque hay que buscar el tema de la sangre, el pédigree, hacer las cruzas, tiene que ver con la genética, un poco como los caballos de carrera", ejemplifica.

Cristina y el "pato rengo".

"No tengo dudas que Cristina quiere la reelección, porque es muy difícil que alguien se baje de la lucha del poder por propia voluntad", analiza Pacheco.

Y agrega: "El que tiene poder quiere más poder, y además por la teoría del 'pato rengo' -la pérdida del poder en tanto no se puede ser reelecto-. Vos tenés que decir: 'no me voy, voy a estar 20 años más. Aunque te estés muriendo".

Berhongaray hace referencia a "los paniaguados". Se refiere al clientelismo y a que el que quiere perpetuarse está rodeado de individuos "que por favor, quieren que siga, porque se les termina todo".

Señala que el radicalismo en la provincia "está mejor que en otros lados, porque tiene una estructura territorial importante, intendentes, concejales... El Frepam es una buena construcción, porque ha instalado en el colectivo que es la oposición. Está el oficialismo y la oposición, que es el Frepam por encima de cualquier problema que pueda haber circunstancialmente entre los partidos", afirma.

Con la mitad del patrimonio.

En un país donde tanto funcionario multiplica sus bienes año a año, que alguien diga que tiene la mitad que cuando ingresó a la política lo hace aparecer como un perro verde. "Hasta 1983 nunca ocupé un cargo", apunta Pacheco. En la Provincia nunca, y recién en 1983 fue senador nacional -presidente de la Comisión de Defensa-, en 1989 diputado nacional, reelecto en 1993. En 1994 fue Convencional Nacional Constituyente; y en 1997 otra vez senador nacional. Renunció para ir a la Secretaría de Agricultura de la Nación, donde soportaría sus peores momentos: se declaró un brote de aftosa y Berhongaray quedó en el centro de la escena. "Me comí un garrón, porque fue un tema que manejó Senasa", dice hoy. Muestra el fallo de la Cámara Federal que decretó su sobreseimiento, destacando que en su gestión "se cumplieron las disposiciones para el control y posterior erradicación de la fiebre aftosa". La debilidad del Gobierno de la Rúa, que implosionó después, dejó instalada aquella imagen y la Justicia, "recién cinco años después determinó la realidad de lo ocurrido con la aftosa en el 2000".

Pacheco cuenta: "En mi paso por la política perdí buena parte de capital. En Carlos Casares 1.000 hectáreas; 8.100 en Hucal, 625 en Valle Daza, 10.000 en Puelches, 2.500 en Cuchillo Co, y también la tercera parte de Carnes Pampeanas". No obstante, cabe decir, le queda un importante patrimonio: 6.000 hectáreas en Perú, 10.000 del campo "Martín chico" y 3.000 más en Cuchillo Có. Es cierto, no es poco, pero cuántos perdieron propiedades en su paso por la política. No deben ser muchos, seguro.

El indio" Pacheco.

Por esas cuestiones de los preconceptos, veía a Pacheco como "nariz parada", "un pituco" dicho en una expresión de otros tiempos. Y se lo digo: "¿Eso pensabas?, se ríe. "Sí, además 'Pacheco' suena a opulencia, a un cierto linaje del que muchos quieren hacer gala", le amplío. "¿Y sabés como es eso de Pacheco? En la época que nací se había producido un crimen en Toay, dos hermanos de apellido Pacheco habían matado a un comerciante. Una tía salió de verme recién nacido y le preguntaron: ¿qué tal el nene? Y contestó: más malo y más fiero que 'el indio Pacheco'. Y me quedó para siempre", concluye.

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