Policías y ciudadanos abandonados por el sistema

Policías y ciudadanos abandonados por el sistema

Un año y medio antes del ataque a Sanguinetti un joven fue asesinado de un balazo en el pecho. El atacante también fue un adolescente de 15 años.

Aunque no lo manifiesten, el ex jefe del Destacamento Máximo Paz, Ramón Bogado, y los compañeros de Matías Sanguinetti sienten culpa por haberlo dejado solo a merced de una banda de forajidos. Pero en rigor de verdad no fueron ellos sino los funcionarios políticos quienes lo abandonaron a su suerte.

En los últimos años el Destacamento de Máximo Paz tuvo unos veinte efectivos. Hace un mes fue ascendido al rango de comisaría. ¿Mejoró la cantidad de personal? Todo lo contrario: ahora cuenta con sólo 19 policías, algunos con carpeta médica. La dotación sigue siendo la misma que en los años ´90, cuando la población era la mitad de la actual.

Matías, como la mayoría de sus compañeros, tiene un sueldo básico que apenas supera lo 2 mil pesos. Por cada hora Cores (como se denomina a las horas extras) perciben entre 21 y 25 pesos, según se trata de horas administrativas u operativas. Para poder alimentar a su familia un efectivo debe acumular dos o tres días continuados de trabajo sin volver al hogar.

Ninguno cuenta con aparatos de comunicación provistos por la fuerza. Para mantenerse en contacto utilizan sus propios teléfonos celulares y el WhatsApp. Los patrulleros que manejan no están blindados y los nuevos que acaban de ser entregados a los apurones ni siquiera tienen patente, de lo que se deduce que tampoco están asegurados. ¿Quién indemnizará a los agentes si sufren un siniestro grave?

Los funcionarios locales y provinciales ya tuvieron una seria advertencia sobre el caldo de cultivo que representa la localidad de Máximo Paz. En abril del año pasado fue asesinado Marcelo Caro, un joven de 30 años de la localidad de Ezeiza que participaba en un casamiento en el Club Villa María.

A las 5 de la mañana los invitados echaron a un grupo de jóvenes que pretendía ingresar a la fiesta por la fuerza. Hubo forcejeos en la calle y Marcelo recibió un tiro en el pecho. El autor del disparo fue un chico de 15 años, hijo de una conocida vendedora de drogas del pueblo. En ese momento había un solo uniformado en el Destacamento, incapaz de contener a una docena de delincuentes fuera de control.

Ahora otro pibe de 15 casi mató a un policía a puñaladas.

Las historias se repiten como un calco. La indiferencia de los funcionarios, también.

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