Una polémica bailanta funciona sin habilitación desde hace dos años

Una polémica bailanta funciona sin habilitación desde hace dos años
En el Concejo quieren que el municipio explique cómo continúa abierto el local que suma varias denuncias de los vecinos.

Hasta hace unos días, Poker Night era apenas la bailanta que les sacaba el sueño a los vecinos de San Martín al 3200, todos los viernes, sábados y vísperas de feriados. Desde el domingo pasado, cuando el nombre del local apareció en el anónimo que junto a dos disparos recibió en su casa un integrante de la nueva comisión directiva de Central Córdoba, las miradas se posaron sobre el boliche que durante dos años y medio funcionó sin ninguna habilitación municipal en la sede social del club del barrio Tablada. Curiosamente, anteanoche la disco no abrió.

Los integrantes del bloque Unión PRO Federal presentarán hoy en el Concejo un pedido de informe para que la Municipalidad precise las condiciones en que funciona el local bailable.

La idea es consensuar la iniciativa en la reunión de labor parlamentaria para incluir su tratamiento sobre tablas en la sesión de hoy. "Ya habíamos recibido quejas de los vecinos y, después de la intimidación que recibieron los nuevos integrantes de la comisión de Central Córdoba, creemos que amerita una explicación en forma urgente", señaló el concejal de Unión PRO Carlos Cardozo.

Consultado por La Capital, el Secretario de Control y Convivencia del municipio, Pablo Seghezzo, explicó que el lugar nunca fue habilitado.

"En principio tenía lo que se llama permiso de parlantes (que puede pedir cualquier club cuando organiza fiestas), después solicitaron la habilitación pero se la denegamos y varias veces clausuramos el lugar por distintas irregularidades. Incluso, hicimos varias presentaciones penales en la Justicia por incumplir la clausura", sostuvo el funcinario. Pero la bailanta siguió trabajando.

"Un suplicio". Poker Night abrió en octubre de 2011. Funciona en uno de los salones sociales de la sede de Central Córdoba, detrás de las rejas pintadas de celeste y blanco que se extienden en San Martín al 3200. El portón negro por el que se ingresa a la bailanta está retirado de la línea de la vereda y el galpón crece casi hasta el centro de manzana. "Desde que funciona este local, nuestra vida es un suplicio", dice sin dudarlo una vecina de uno de los departamentos linderos al club.

Según afirman los socios charrúas, la bailanta ocupa un sector del club a partir de un acuerdo firmado entre algunos integrantes de la anterior comisión directiva y un particular con el objetivo de obtener ingresos para saldar deudas en la entidad de Tablada.

"Desde que se instaló esta gente el lugar cambió radicalmente, la pileta quedó abandonada, se dejaron de practicar deportes, desapareció la vida social del club, el bufet y el comedor que eran muy usados en el barrio cerraron. Encima son una fuente de conflicto permanente para los vecinos", se lamentan las mismas fuentes.

El domingo pasado, alrededor de las 23.30, dos disparos impactaron en el portón de la casa de Carlos Rodríguez, vocal de la lista Recuperación Charrúa (de Carlos Lancellotti), única propuesta que se había presentado a las elecciones de ese mismo día. El ataque llegó junto a un escrito anónimo "Poker no se toca".

Por lo bajo. La ordenanza que regula la habilitación de confiterías bailables y discotecas fija que estos locales podrán funcionar si no existen inmuebles residenciales en todo su perímetro o cuando sus dueños "manifiesten su consentimiento expreso". Con Poker linda un edificio de departamentos y varios de pasillo. Sin embargo, según afirmaban ayer algunos de sus ocupantes pidiendo estricta reserva de su nombre, nunca pudieron expresar su opinión sobre el funcionamiento del local.

Todos coincidieron también en que el boliche funcionaba a salón lleno lo viernes, sábado y vísperas de feriado hasta pasadas las siete de la mañana (la norma estipula las cinco como hora tope), aunque muchas veces el movimiento no cesaba hasta entrado el nuevo día. "Son más de las diez, yo cruzo para ir a la iglesia o a la panadería y todavía sale gente", aseguraba una mujer.

Y algunos indicaban que, más de una vez, llamaron a la GUM para denunciar al local por ruidos molestos y que los inspectores constataban que los decibeles eran superiores a los permitidos "pero no podían ni siquiera entrar al local porque los empleados los paraban en la puerta".

De todos modos, destacaban, "lo peor son las peleas que se arman en la puerta. Después de cada baile las veredas quedan llenas de pedazos de baldosas, adoquines, botellas vacías y también cartuchos antitumultos, porque en algunos casos interviene la policía", contó un hombre.

Recientemente, los vecinos pusieron sus sospechas en una carta dirigida a la intendenta Mónica Fein (ver aparte) y ahora depositan sus esperanzas en que la nueva conducción del club charrúa cambie la historia.

"Algo de eso parece que hay, ayer (por anteayer, víspera del feriado del 2 de abril) la bailanta no funcionó. Y una camioneta estaba sacando un montón de cajas del galpón", advirtieron en la cuadra.

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