Pocas olas en superficie, mucho mar de fondo

Pocas olas en superficie, mucho mar de fondo

A un año de las elecciones se visualizan pequeñas marejadas, pero las aguas abajo están agitadas con preocupaciones y tensiones. ¿Cristina será pragmática, como espera el peronismo, o no?, ¿Por qué carecen de respuestas los intendentes cuando preguntan por las colectoras, ¿Hasta donde Massa puede sumar a su transversalidad sin generar quiebres?

Falta tanto para la definición del soberano, que las novedades políticas van a fluctuar entre los picos de tensión y las mesetas donde nada parece moverse. En este último estadio navegó la vida proselitista de las últimas dos semanas. Al menos en la superficie, porque debajo de la supuesta calma hay un verdadero mar de fondo plagado de preocupaciones, indefiniciones, desconfianzas y permanente rosca. Primero hagamos un breve repaso, luego un buceo por las cuestiones de fondo.

A ojos vista, apenas algo de oleaje por la reunión del PJ bonaerense en Roque Pérez seguida de la confirmación de un acuerdo que une a Daniel Scioli y Fernando Espinoza, para que éste gane espacio en la pelea por la gobernación y aquel tenga al PJ muy cerca en su aventura presidencial. La novedad alteró un poco la ambigua comodidad en la que se movía Martín Insaurralde, quien pensaba que todavía era el candidato del gobernador mientras sus coqueteos con Sergio Massa van rumbo a la fiesta de bodas (y no precisamente la que preparan el diputado de Lomas con la Cirio).

El massismo dejó ver el fichaje de una parte de la Coalición Cívica y de algún dirigente municipal de segunda línea, además de las acostumbradas declaraciones y fotos. Algo de movimiento, nada que arrase puertos enemigos.

Sí estuvieron más cerca del tifón los miembros del Frente Amplio Unen, aunque no para dañar a otros sino para autoflagelarse como suele hacer el filoradicalismo y sus satélites. Sin dudas, la tormenta de la semana. En tanto, Mauricio Macri jugó a que no fue por culpa suya la pelea Carrió-Solanas mientras conversaba con radicales cordobeses.

El kirchnerismo anduvo en lo suyo: defender a capa y espada a la Presidenta, que le dio varias veces el gusto a los pibes desde el balcón, y les anticipó que viene “la época de la resistencia”. Esa frase, efímera entre tanto cántico en favor del relato, es una clave que los principales interesados (fuera de la misma Cristina, claro) pretenden dilucidar cuanto antes pero carecen de toda pista. Ahí una de las razones de ese mar de fondo.

Sabe la primera mandataria las dificultades que tiene para dejar un heredero de su pleno gusto. Entonces, ¿optará por operar en favor de una victoria de un opositor neto como especula un sector del propio kirchnerismo?, ¿o será en definitiva pragmática como siempre lo es el peronismo, y como espera precisamente el PJ que lo sea ahora, ayudando a un consenso en el FpV con el mejor candidato?

Pragmatismo o no. A ello se reduce una buena parte del problema del oficialismo, fundamentalmente para las bases del poder peronista de la provincia de Buenos Aires.

A los intendentes, funcionarios y dirigentes del PJ se les hace cada vez más difícil ocultar sus preocupaciones; sobre todo cuando carecen de respuestas a preguntas cruciales a esta altura y terminan en una catarsis que sólo incrementa dudas y enojos.

“¿Va a haber colectoras?, ¿cómo va a ser el esquema electoral?”, le preguntó Insaurralde a Scioli en el breve encuentro que tuvieron hace dos semanas en el Banco Provincia. No hubo respuesta. Exactamente lo mismo le preguntaron a Carlos Kunkel y Walter Abarca intendentes y dirigentes de la séptima sección en Roque Pérez, en la cena previa a la reunión del PJ provincial. Tampoco obtuvieron respuestas, y no porque se las quisieran ocultar.

La posibilidad de abrir de nuevo las colectoras el año que viene, y cómo se va a encolumnar el peronismo, preocupa más a los alcaldes que saber quién es en definitiva el elegido. Temen, con fundamentos basados en la historia reciente, que el objetivo de arriba haga un desbarajuste abajo y queden a las puertas de una derrota en sus dominios. El caudillaje peronista no quiere compartir sello de nuevo en las candidaturas provinciales y nacionales, y a la vez tener boletas adosadas (como las de Nuevo Encuentro o Kolina) en sus pagos.

Un error de cálculo en la estrategia puede significar la justificación a una diáspora de último momento. Sergio Massa espera eso. Los propios massitas se encargan de desechar la posibilidad de las colectoras en el Frente Renovador mientras siembran cizaña con afirmaciones tales como: “en el FpV sí las va a haber porque si no es imposible que se ordenen”.

Si algo resaltó en el encuentro del PJ fue la presencia de intendentes del Conurbano, que casi eran más que los del interior. En una ronda posterior a los discursos de apertura, Hugo Curto celebraba la presencia de varias figuras de orden nacional como Julián Domínguez y Agustín Rossi, además de las de sus colegas del Bran Buenos Aires.

El propio Domínguez, y los jefes comunales Alberto Descalzo y Santiago Maggiotti asintieron la afirmación del barón de Tres de Febrero: “Acá, en estos encuentros, tenemos que estar todos”, dijo Curto. El peronismo ortodoxo ensaya el cierre de filas para no quedar relegado de las decisiones, y por el contrario ser una pata fundamental del acuerdo final y no un actor secundario que sólo aporta el nombre pero carece de voz, como ha pasado en los últimos años. Por eso tanto hincapié en la palabra “unidad”.

Por las dudas, ninguno corta los puentes con los posibles candidatos, ya sean propios o no tanto como Sergio Massa. Por caso, ¿al ya mencionado Hugo Curto se le escapan como nunca antes concejales y hasta el propio Secretario General de la Municipalidad como agua entre los dedos? Voces maliciosas del massismo se encargan de sembrar dudas al respecto con un lacónico “Hugo sabía y los dejó hacer”.

En Tigre los brazos están abiertos a todos. El Frente Renovador ya es más transversal que el más amplio Frente para la Victoria que se haya conocido de 2003 para acá. Y así como ello opera como una vía de escape rápida y poco traumática para quienes aún abrevan en el oficialismo, también comienza a generar problemas internos en el massismo. No le será fácil al tigrense evitar guerras distritales bajo su sello. Tampoco será fácil justificar traiciones a sus seguidores de la primera hora en pos de sumar arribeños de más peso electoral.

Ya pasó con Raúl Othacehé y Gustavo Menéndez en Merlo, cuando el acuerdo con el intendente tras las elecciones dejó a Menéndez (ahora sciolista) afuera. Quizá esa fue la sensación vivida por un joven aspirante a la municipalidad de La Plata hace unos días cuando lo fue a visitar a Massa, quien lo autorizó a caminar la ciudad de las diagonales como a otros miembros del espacio.

El hombre en cuestión esperaba el fin de una reunión del diputado nacional. Se sobresaltó del sillón cuando se abrió la puerta y detrás de ella aparecieron Massa y el intendente platense Pablo Bruera abrazados y sonrientes. “Es un amigo de toda la vida”, le dijo Massa al invitado, que no pudo disimular la sorpresa y una cierta desazón.

En todos los espacios, a un año de las elecciones, los movimientos en la superficie pueden parecer lentos o tranquilos pero hay un arremolinado mar de fondo que pone en riesgo cualquier pronóstico certero.

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