El pleno de Larreta al dialoguismo proselitista

El pleno de Larreta al dialoguismo proselitista

Habitué de Olivos, juega en tándem con Fernández y capea una crisis inédita en la gestión que pensó como trampolín. Malabares para sostener la unidad opositora y la tregua PRO con el peronismo.

 Por GONZALO PALESE.

Para el sector duro del PRO, la línea que divide al dialoguismo y al colaboracionismo es mínima e irreconocible. Para Horacio Rodríguez Larreta, uno de los fundadores del espacio y el único sobreviviente amarillo de la tragedia electoral de 2019, hay un mar de oportunidades en el medio. Las paredes que tira con el presidente Alberto Fernández suceden al ritmo de la necesidad que contagia la emergencia, pero también se repiten cuando ambos actúan como stoppers de la grieta, que siempre amenaza con atacar. Cuando asumió, el jefe de Gobierno porteño sabía que transitaría su segundo mandato sobre un andarivel fino y filoso en el que el macrismo duro le exigiría dureza con la nueva Casa Rosada para posicionar a Juntos por el Cambio y él debería matizar esos pedidos para asegurar paz a su propio gobierno. A ese combo, ahora se le suma una crisis sanitaria inédita que propios y extraños quieren llevar al campo de juego político, donde cualquier error puede arrastrarlo al offside.

Hablan sin intermediarios, organizan reuniones breves por mensajes de WhatsApp y comparten información día a día. Tanto Fernández como Larreta eligieron profundizar la relación bilateral en la previa al avance de la pandemia. A ese esquema se suma Axel Kicillof para formar un triángulo, claramente escaleno pero en el que cada segmento necesita del otro para dar forma a la resolución de la hecatombe sanitaria que los atraviesa.

Hacia dentro de Juntos por el Cambio, y mirando a 2023, Larreta quiere crecer como el dialoguista PRO por excelencia. Se mueve en esa dirección hace tiempo y aceleró el paso durante el período de Mauricio Macri en la Casa Rosada, cuando Marcos Peña aconsejaba lo contrario al entonces presidente. El jefe de Gobierno no pone a consideración del espacio su ligazón con Fernández o Kicillof, pero admite su vocación de diálogo y la defiende ante los popes de su partido, de la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica.

El jueves por la tarde, habló con los jefes parlamentarios de Cambiemos y la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, que venía de días de cruces furiosos al oficialismo a través de las redes sociales. El jefe de Gobierno pidió a sus funcionarios que actualicen a los legisladores sobre el “importante” grado de coordinación con Balcarce 50 y La Plata, del que depende tanto la resolución de la emergencia sanitaria como su futuro político. Esto último está ligado al devenir de la gestión porteña, que hoy se circunscribe únicamente la administración de la crisis.

Además, pidió que se mantenga la tregua con el peronismo para garantizar este trabajo en conjunto. En la reunión se utilizó un argumento fatalista para clausurar cualquier reproche político: “Cae Kicillof y caemos nosotros”. La frase venía a cuento de un presunto colapso sanitario bonaerense si ambos gobiernos no compartiesen información y recursos como lo están haciendo.

Larreta creyó que el tema estaba suturado y que sus pares acompañarían su dialoguismo o, al menos, bajarían el perfil para no agitar las aguas en plena crisis. Sin embargo, horas después, Larreta se sorprendió con un mensaje de Bullrich para sumarse a una videollamada de la que participaron Macri, Miguel Ángel Pichetto y María Eugenia Vidal, entre otros. Tuvo que volver a explicar su vínculo con Fernández y Kicillof ante lo que se podría interpretar como un tribunal de alzada del macrismo.

El jefe de Gobierno lo tomó como una zancadilla, pero siguió: no le debe explicaciones a Macri y parte de lo que se conversó en esa sesión de Zoom lo hablaron ambos en privado durante un almuerzo en el Hotel Faena. No son amigos, se respetan y autoperciben como socios políticos, razón que le da margen al expresidente a marcarle cosas a su sucesor sin temor a represalias ni lecturas personales. En el último encuentro, Macri le echó en cara el nombramiento de Nicolás Massot en el Banco Ciudad. Larreta lo defendió y adelantó que preservará su mapa de alianzas. Así conviven hace más de quince años.

Pero ahora los separa un abismo. Desde el sillón porteño, y con esta crisis sanitaria sin precedentes, Rodríguez Larreta se juega su futuro y su aspiración presidencial. Mientras, Macri no está atado a ninguna responsabilidad institucional ejecutiva y desde Los Abrojos interviene en la cotidianidad PRO a través de Bullrich. “Tienen una preocupación por la situación económica que es genuina, pero los números de este desastre sanitario yo los veo todos los días”, torpedea Larreta cuando sus ministros le consultan por los reclamos de Macri y Bullrich, que derivaron en el cacerolazo que volvió a hervir las aguas movedizas de Cambiemos.

Cualquier pelea por 2023 es prematura e insensata, pero el jefe porteño busca morigerar esos cortocircuitos internos y frenar los disparos de la trinchera amarilla hacia el peronismo que hoy lo rodea desde Balcarce 50 y la provincia de Buenos Aires.

Eufemismos afuera, ahora enfrenta al ala dura con un argumento más profundo: déjenme gobernar.

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