Qué piensa Kicillof

Qué piensa Kicillof

Concepción de la economía y la política. Los gustos personales y sus obsesiones. El trato con sus colaboradores. El padre moderno y preocupado. La relación con los amigos. Por qué no le gusta usar corbatas.

Hace diez años, Axel Kicillof trabajaba en una consultora económica, daba clases en la universidad y el Estado no figuraba en su palmarés profesional. Hasta que en 2009, Mariano Recalde lo convocó para que fuera CEO de Aerolíneas Argentinas. Después se cruzó en su camino Cristina Fernández de Kirchner, y todo cambió. “Lo más fascinante de este tipo, más allá de su inteligencia, es que hoy es Gobernador alguien que hace diez años estaba fuera del Estado”, dice, con orgullo, uno de los funcionarios que lo acompañan en la gestión.

Según el psiquiatra Miguel Maldonado, la personalidad de Kicillof se correspondería con un ser “impulsivo, extrovertido, inteligente, pero imprudentemente locuaz, con tendencia a la irascibilidad y propenso a retar”. Sus colaboradores coinciden en señalar algunas de esas características, aunque destacan que, si bien suele enojarse, nunca recrimina con voz elevada o vehemencia.

“Con nosotros es un buen jefe; muy exigente, muy demandante, pero siempre muy cordial en el trato”, cuenta una de sus manos derechas; y resalta que “desde que asumió como Gobernador está más obsesivo del trabajo; te puede pedir algo, cualquier cosa, en cualquier momento de las 24 horas del día; y eso hace que arrastre al resto del equipo a ese estado de obsesión”.

Convencer a Axel Kicillof de algo contrario a lo que a él le parece puede resultar prácticamente imposible. Según explican desde su entorno, es un convencido de las situaciones que plantea, pues antes de proponerlas las tiene hiperfundamentadas. “En un debate o cruce de ideas va intentar convencerte de las múltiples razones por las que apunta a determinado objetivo; puede tenerte horas desarrollando su postura, es un gran negociador”, afirma una de las personas que más de una vez intercambian opiniones y hasta discuten fuerte con el Gobernador.

“A todos nos ha pasado, conlleva un gran esfuerzo convencerlo de algo que de entrada no ve con buenos ojos”, prosigue la fuente, y aclara que si bien suele ser “un poco cabeza dura”, eso no lo convierte en un tipo calentón. En general, no se deja llevar por la emoción, justamente por ser demasiado racional. “Puede tomar malas decisiones, como todo el mundo, pero no lo va a hacer por impulsivo; nunca lo vas a ver sacado o fuera de eje”, añade el diario interlocutor.

Hijo de padres radicales, Kicillof abrazó en la juventud universitaria banderas marxistas, y hoy, al igual que un sinnúmero de dirigentes que se bautizaron en política adhiriendo al comunismo o a la UCeDé, canta la marcha peronista con entusiasmo.

Como él mismo cuenta, es de la generación que nació con la dictadura y se concientizó en la que denomina “primavera alfonsinista”. A los 12 años debutó en un acto político, como uno más de la multitud del cierre de campaña de Raúl Alfonsín. Para él, aquella frase “con la democracia se cura, se come y se educa” constituye en sí misma un programa económico.

Formado en Ciencias Económicas, con una trayectoria profesional siempre ligada a las cuestiones de las finanzas y los números, hoy, como responsable del Ejecutivo provincial más importante del país, hace enormes esfuerzos por no caer en la trampa de hablar sólo de economía cuando se re-quieren respuestas políticas. No siempre lo logra. Es un aprendizaje por el que se es-fuerza, aunque difícilmente cambie los modos de ejemplificar, tomados generalmente de su expertise como economista.

Ordenado, meticuloso, sagaz, se lo reconoce como un negociador hábil. Pese a que “la rosca” no es lo que más le agrada sabe que las circunstancias en las que se encuentra su gobierno (sin la mayoría legislativa) y las condiciones en las que está la Provincia lo obligan a transigir y buscar consensos con sectores políticos que combatió desde su época de estudiante. El liberalismo es una mala palabra en el diccionario axeliano.

Durante el menemismo, que para él fue “la expresión más cruda del neoliberalismo”, creció su interés político en la universidad y fundó la agrupación TNT (Tontos pero No Tanto), en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, que comulgó con otras agrupaciones independientes de izquierda de diferentes facultades. Cuando se fue Memen y llegó De la Rúa, aquellas formaciones universitarias alzaron el reclamo de renovación en la política. Apareció Néstor Kichner y la mayoría se encolumnó en ese colectivo, que luego derivó, entre otras cosas, en la conformación de La Cámpora, de la que fue cercano, pero no integrante pleno.

Para Axel Kicillof, el “mercado” omnipresente que todo lo puede y todo lo regula, no existe en la Argentina. “Lo que llaman mercado son tres o cuatros avivados”, ha dicho en entrevistas, para señalar a “empresarios que han manejado todo, han puesto ministros a dedo, han hecho las leyes, han volteado gobiernos, han conspirado”.

En su concepción, el ajuste fiscal y monetario, la apertura de los mercados y endeudamiento son recetas de la ortodoxia liberal, por lo tanto cree que la heterodoxia tiene proyectos factibles de éxito, aunque para ello haya que enfrentar fuertemente a minorías poderosas. Ni más ni menos que cristinismo puro y duro. No obstante, en las formas, Kicillof se muestra de otra manera, e incluso, pese a que no le gusta la prensa, es amable con los periodistas y raramente se enoja por una pregunta. También es coqueto y rezonga si una imagen no lo favorece.

Las chicas, de toda edad, mueren por sacarse fotos en los actos y, cuando se lo cruzan, jamás le falta la sonrisa para las selfies, ni ante los micrófonos, aunque se lo nota incómodo cuando lo rodea una marea de cronistas. Prefiere charlar y contar, más que someterse a un bombardeo de preguntas.

En su oratoria le gusta explayarse, y suele usar demasiadas frases subordinadas, que lo hacen aparecer como larguero y con cuestiones a mejorar cuando da un discurso, sobre todo si improvisa. En la reunión de la semana pasada con los intendentes de Juntos por el Cambio dio una larga explicación de por qué necesitaba ya la ley Impositiva. “Ya estaba cabeceando, lo hizo muy extenso”, contó a La Tecla uno de los alcaldes. Otro, sin embargo, destacó: “Me causó buena impresión. Es un tipo que inicia las reuniones así grandes hablando de corrido, con un método, y eso está bien. Te das cuenta de que es o fue docente, tiene buen método”.

“Es bastante sencillo, preciso, no es complejo para desarrollar temas técnicos ligados a cuestiones presupuestarias o endeudamiento. La presentación (frente a los intendentes) fue humilde; obviamente que sostiene sus convicciones, y está bien”, completó el jefe comunal radical.

El método es importante para Kicillof, amante de los datos precisos que le permiten fundamentar todo. Todo eso que discute hasta que las velas no ardan con los viejos amigos que quedaron de la época universitaria, o aquellos del barrio de Castelar, donde residió junto a su familia en esa etapa de la vida donde las amistades quedan grabadas a fuego y duran para siempre. Así es el hombre de clase media que se formó en paralelo a la incipiente democracia, que mostró rebeldía frente al neoliberalismo, que se hizo peronista y que hoy es Gobernador a los 48 años.

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