Perdón, hoy no sé de qué hablar

Por: Carlos M. Reymundo Roberts. El domingo pasado ya lo tenía decidido; hoy me iba a ocupar del crimen de Fabián Gutiérrez, una víctima del kirchnerismo: parece que fue su excesivo enriquecimiento lo que lo llevó a la muerte. Un móvil económico, no político. Hasta ahora, el único sesgo político del caso es que Natalia Mercado, la sobrina de Cristina, sigue como fiscal.

"De ahí no te movés, nena", le ordenó la tía, que llamaba cada 10 minutos para preguntarle qué novedades había. Ah, también Juntos por el Cambio politizó la cosa con el apresurado documento en el que habló de "extrema gravedad institucional". Papelón. Al macrismo todavía le hierve la sangre por lo de Santiago Maldonado, pero olvidó aquella vieja y sabia lección: la venganza es un plato que se sirve frío. A poco de andar, la conmoción por esta muerte fue cediendo. En todo caso, el interés derivó hacia la fortuna que dejaba Gutiérrez. En una de las primeras llamadas, Natalia le contó a su tía que el crimen se había perpetrado en la casa de su exsecretario. "¿Cuál de las 20?", preguntó Cristina.

El lunes, el foco informativo se había desplazado a la nueva oferta de Guzmán por la deuda, que aparentemente acercaba la posibilidad de un acuerdo. Ahí decidí que en esta columna me iba a dedicar a analizar ese avance. Llamé a expertos, de acá y de Wall Street, que confirmaron mi presunción: esta cuarta propuesta es buenísima para evitar el default, pero hay que esperar la quinta, que va a ser mejor. Desde la primera, el 22 de abril, Guzmancito viene cediendo sistemáticamente, y yo lo entiendo: le dijeron que arregle o arregle, sin reparar en gastos. Uno de los grupos de acreedores rechazó el nuevo plan de pago, pero elogió "la tendencia". Crueldad de buitre. Un informe del jueves de la consultora Ecolatina describe esa tendencia, otra crueldad: compara en un cuadro, ítem por ítem, la oferta de abril con la del lunes; perdemos como en la guerra. Capitulación en toda la línea. Mi consejo al Presidente es que si logra evitar el default no lo anuncie al país mostrando esa filmina.

El martes, al hablar en un foro de ACDE, Alberto criticó el capitalismo y llamó a cambiarlo, e incluso dio las claves de lo que debería hacerse. No lo hizo sin antes presentarse como un capitalista. Me resultó tan interesante la perspectiva que volví a cambiar de planes. Tenía que ocuparme de eso. Era fácil imaginar lo que iba a pasar: sus palabras suscitaron el interés de un mundo que se pregunta qué nuevo sistema de organización económica surgirá de la pandemia. No busquen más: Alberto acaba de mostrar el rumbo. Acaso pueda surgir cierta inquietud respecto de las credenciales del predicador: ¿será capaz de sentar las bases de la posglobalización alguien que todavía no ha logrado concebir un plan para su propio país? Me imagino la respuesta: "No miren lo que yo hago, sino lo que yo digo". Perfecto. Además, tampoco hagamos leña con sus credenciales. Es argentino, profesor y regente de Cristina. Países como Estados Unidos, Canadá, Alemania, el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y tantísimos otros, que en el altar del mercado sacrificaron a sus pueblos, ya lo saben: llegó la hora de cambiar la lógica de un sistema deshumanizado. Que abandonen ese capitalismo. Que prueben con peronismo.

Lamentablemente, la dinámica de la Argentina albertiana de inspiración cristinista una vez más trastocó mi agenda. El miércoles se supo que a Lázaro Báez, el mejor ejemplo de la movilidad social que trajeron los Kirchner, le habían concedido dejar la prisión. No es cierto ese meme según el cual Cris había resultado, efectivamente, una abogada exitosa, porque en siete meses sacó a todos de la cárcel. No a todos. Todavía le queda alguno. A Lázaro se le presentaron dos trabas: no tiene plata para pagar la fianza y tampoco tiene casa después de ser rechazado en Ayres de Pilar por vecinos intolerantes que no soportan a personas con tobillera. Pienso que podría ir a vivir a su departamento de Puerto Madero, La Rosadita. Resolvería los dos problemas.

Me encantaría explayarme sobre la escasa confiabilidad del lawfare impulsado por Macri, pero tampoco puedo. La realidad me lleva de las narices. Curas villeros de La Matanza denunciaron que el Estado abandonó a sus barrios mientras se expanden el hambre y el virus (perdón, Alberto: primero el virus y después el hambre). El Gobierno adelantó las líneas maestras de su programa anticrisis: créditos para vivienda y pequeñas obras públicas; listo, ya está la luz al final del túnel. Anteayer, en todo el país la gente adhirió al 9 de Julio desafiando el frío y la cuarentena; una verdadera gesta cívica. El Presidente, que venía de calificar de canallas a los opositores, hizo un ferviente llamado a deponer los odios. Del exterior llegaron dos noticias. El 95% de los venezolanos vive en la pobreza, y el 80%, en la pobreza extrema; la pandemia es implacable. López Obrador llegó a Washington y le prodigó a Trump más elogios y agradecimientos que Bolsonaro, realineamiento que deja a Alberto solo en la lucha para cambiar el mundo; Cristina, no me lo abandone.

La pucha, hoy quería hablar de lo bien que estamos y me quedé sin espacio.

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