Pensar en el radicalismo, la encrucijada de Arroyo

Pensar en el radicalismo, la encrucijada de Arroyo

El intendente se enfrentó esta semana a la amenaza del radicalismo con partir el interbloque y acabar con Cambiemos. Por ahora, pudo controlar el conflicto, pero sigue volcando su gestión hacia la usina creativa del PRO. 

 

Mario Rodríguez y Luis Rech se plantaron y pusieron una situación sobre la mesa: “Así, no aprobamos el boleto”. No fue la primera vez que el interbloque de Cambiemos (Agrupación Atlántica, UCR y PRO) mostraba divergencias, pero sí  fue la más notoria. Demostró, primero, divisiones dentro de los propios radicales, pero fundamentalmente que la alianza entre Carlos Arroyo y el histórico partido está atada por un hilo fácil de cortar.

El intendente, que habla de puertas abiertas, diálogo y consenso, puertas adentro no está contento con su relación con los radicales. En las últimas semanas comenzó a fortalecer más su lazo con la Fundación Pensar, la usina de ideas del Pro. Sin embargo, Arroyo es consciente de que, aunque quiera, necesita tener a los radicales de su lado. Y para eso debe mantenerlos contentos, tarea nada fácil.

Arroyo enfrenta un problema en el Concejo Deliberante. Cuenta con un bloque con siete integrantes. Uno de ellos es el presidente del cuerpoGuillermo Sáenz Saralegui, quien por su rol institucional no puede hacer defensas demasiado explícitas de la gestión. Además, a juzgar por sus declaraciones días atrás, el intendente tampoco debe estar muy convencido de que sea la persona ideal para defenderlo a él o a la gestión.

Luego está Juan Aicega, dirigente del PRO, que no responde al jefe comunal más allá de haberse incorporado al bloque (se llama Agrupación Atlántica – PRO). Aicega también ocupa un cargo nacional, por lo que su cabeza y dedicación no están puestas de lleno en la política doméstica.

Los otros cinco son leales a Arroyo. Pero la lealtad, una virtud no muy habitual en la política, no es suficiente para lo que el municipio demanda en estos tiempos. Guillermo Arroyo, jefe de la bancada, goza de la confianza del intendente. Pero sus pergaminos son más “ser el hijo de…” que una muestra concreta de capacidad de conducir al resto y, especialmente, defender los proyectos en el recinto.

Patricia Leniz es una de las pocas personas en las que Arroyo confía ciegamente. Pasó muchos años junto al ahora intendente cuando era concejal. Pero conocer al pie de la letra los temas administrativos del cuerpo legislativo no la convierten en la espada que el jefe comunal necesita.

Javier Alconada y Patricia Serventich no tienen la experiencia necesaria para ocupar ese rol. Y Federico Santalla, cuentan, ni siquiera quería ocupar el cargo de concejal. La catarata de votos que cosechó Arroyo en las elecciones lo catapultaron a una banca con la que ni siquiera soñaba.

Así, al intendente no le queda más remedio que depender de la colaboración de la otra parte del interbloque: la Unión Cívica Radical. No sólo por la cuestión matemática que esos votos le otorgan mayoría automática, sino también porque en estos meses se convirtieron en los más aptos para pelear contra la oposición en el recinto.

La presencia radical en el mundo arroyista se completa con dos figuras claves en el gabinete. Alejandro Vicente, secretario de Gobierno, es elatajapenales de Arroyo. Ante cada conflicto –que no han sido pocos- fue el funcionario quien puso la cara para dar explicaciones públicas y, más de una vez, llevar adelante las negociaciones privadas.

En silencio, desde la secretaría de Desarrollo Social Vilma Baragiola, se convirtió en un baluarte de la gestión; más por defectos ajenos que por méritos propios, pero en esta gestión no hacer declaraciones que contradigan al jefe comunal, proponer ideas que sumen algo más que rechazos o mantenerse alejado de escándalos, es un valor que no abunda. Y hasta el momento la expresidenta del HCD transita por ese camino.

Esa “colaboración” radical viene atada a otros cargos menores, que Arroyo descubrió (aunque debiera haberlo sabido) esta semana. La renuncia de Sebastián Puglisi, la única de todas las salidas que se dio sin polémica de por medio, le está trayendo varios dolores de cabeza.

La Secretaría de Cultura a cargo del exfuncionario radical tenía como subsecretario a Cristian Rabe, hombre proveniente del riñón de Emiliano Giri. Y cinco directores políticos: Adrián Álvarez, Natalia Vezzi, María Paz De León, Emiliano Mensor y Marcelo Gobello. Los tres primeros, cercanos a Nicolás Maiorano. El cuarto, a Baragiola. Y el periodista sin afiliación política.

Silvana Rojas desembarcó en la gestión arroyista. Conocida en el ambiente cultural de Mar del Plata, llega sin antecedentes en la gestión pública, pero con un paso clave para estos tiempos: la Fundación Pensar. Se trata de una entidad directamente vinculada a Mauricio Macri que trabaja proyectos en distintas áreas y forma cuadros técnicos con la idea de gestión del PRO. Arroyo está satisfecho con la gestión que lleva adelante Gustavo Blanco en Salud, también proveniente de Pensar, por lo que la elección de Rojas no sorprende. Y fue el propio intendente quien le dio libertad para armar su equipo de trabajo.

Allí detonaron nuevos problemas. “Si echás a los directores radicales rompemos el bloque”, le dijeron al jefe comunal los ediles de la UCR. Rojas, en tanto, no quería dar marcha atrás y quería desembarcar con su gente.

Las negociaciones todavía no están finalizadas, pero todo indica que sólo saldrán del gabinete Cristian Rabe y Emiliano Mensor. Todos los demás seguirían y Rojas sumaría a un director como parte del equipo de Cultura, que por sus antecedentes podría desatar una nueva polémica. La salida de Mensor tiene una explicación concreta: en el entorno de Baragiola afirman que su exasesor la traicionó y por estos días nadie lo respaldó. Por lo demás, puede contabilizarse como un triunfo radical, aunque mantener los cargos y perder influencia no es el mejor negocio.

Comentá la nota