Dar pelea al virus no es lo mismo que pelearse entre los que lo combaten

Dar pelea al virus no es lo mismo que pelearse entre los que lo combaten

Los estadounidenses vivieron los años de la Guerra Fría con el temor de que una hecatombe nuclear se podía desatar sobre sus cabezas. Eran años en los que cada una de las potencias en pugna sentía que el poder militar era imbatible. Sin embargo, el miedo demostró que es un sentimiento mucho más poderoso, y por eso muchos ciudadanos decidieron prepararse para esa contingencia. Familias que vivían fuera de las ciudades construyeron refugios subterráneos, guardando en ellos todo lo que podrían necesitar para sobrevivir si un misil de la Unión Soviética los condenaba a una suerte de cuarentena radioactiva.

 

Para ese entonces, la humanidad ya había padecido enfermedades mortales que habían diezmado poblaciones. Pero muchas de ellas dieron la posibilidad de tomar algún tipo de prevención. Por eso el rasgo más inesperado que aportó el coronavirus a la larga serie de virus y bacterias letales, fue la rapidez de su contagio. Esa velocidad fue determinante a la hora de elegir cómo combatirlo. Sin la chance de contar con una vacuna en el corto plazo, el aislamiento se mostró como el arma más eficaz de todas, pero con un sesgo peculiar: no hubo tiempo de planificarlo, y todo el mundo tuvo que asumirlo prácticamente con lo puesto.

Los estadounidenses tuvieron años para prepararse para una guerra que nunca se concretó. Pero en semanas, el Covid-19 les causó más víctimas que los diez años de conflicto en Vietnam. Nadie pudo elegir con qué gobernantes atravesar esta pandemia, ni con qué sistema de salud enfrentarla. La única acción individual que permitió fue aislarse y esperar que pase la ola.

Confinados, sin embargo, no es lo mismo que encerrados. Las sociedades están más interconectadas que nunca, y desde esa posición hoy miran y juzgan todo lo que se hace o se deja de hacer. Está claro que todos los gobiernos –menos China- arrancaron de cero en esta batalla. Hace apenas cinco meses esta crisis sanitaria mundial era solo una hipótesis de bajísima probabilidad en ámbitos académicos.

Donald Trump debe enfrentar elecciones este año. Y por más que intenta repetir el éxito que le trajeron sus peleas con China, su verdadero rival es el miedo a un virus que hasta ahora es inmanejable. El único recurso que puede salvarlo es el indudable atractivo económico que tiene la creación de una vacuna.

En la Argentina la pandemia puso a prueba a gobernantes que, con excepción de Horacio Rodríguez Larreta, recién empiezan su gestión. Hasta ahora, la sociedad no se ha sentido identificada con aquellos que portan un ánimo más beligerante. Es que el temor no tiene ideología. Por el contrario, desnuda a aquellos que el enojo puede servir como analgésico. Nunca evaluamos a la dirigencia por su aptitud para dar esta pelea. Pero seguramente lo hagamos en 2021.

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