La parálisis administrativa de EE.UU. amenaza con agravarse

La parálisis administrativa de EE.UU. amenaza con agravarse
El bloqueo del presupuesto público entró en vigor ayer, luego de que demócratas y republicanos fracasaran en acordar una nueva partida en el Congreso; el techo de la deuda, la nueva polémica
WASHINGTON.- Bienvenido a la ciudad de las puertas cerradas. El golpe no fue muy duro en el primer día de parálisis parcial de la administración pública norteamericana por falta de fondos para financiarla, pero no hay duda de que lo será en caso de que el fenómeno se prolongue en los próximos días.

Ya de por sí durísima, esa proyección podría ser más grave si se traslada a la crucial negociación que empezará el 17 de octubre, para debatir un nuevo aumento de la deuda norteamericana.

"Hasta ahora, la parálisis parcial de la administración pública es un fenómeno que afecta, sobre todo, a Washington. Pero si fracasa la negociación por [subir] el techo de la deuda, el impacto será enorme. Afectará a los mercados y a la posibilidad misma de que el país entre en default ", escuchó LA NACION de fuentes demócratas del Congreso.

Ése es el panorama que enfrentaba anoche el presidente, Barack Obama, que, con furia y en su segunda intervención pública en menos de un día, culpó a los republicanos ultraconservadores de "haber cerrado el gobierno por una cruzada ideológica".

"Este cierre impuesto por los republicanos amenaza nuestra economía en momentos en que millones de estadounidenses siguen buscando un puesto de trabajo y los negocios empiezan a tener algo de ritmo", reprochó el presidente. Aprovechó también la ocasión para responsabilizar a sus opositores por el "mal momento" en que ponen en marcha la maniobra. "Así que el momento no es bueno", subrayó.

El Congreso "debe de dejar de gobernar mediante crisis", reclamó Obama, que urgió a los legisladores a dejar batallas en las que no van a ganar y a "aprobar un presupuesto y poner fin al cierre del gobierno".

Más de 800.000 empleados se quedaron en sus hogares y varios servicios públicos quedaron paralizados desde ayer, por primera vez en casi 18 años, tras el fracaso de las negociaciones entre republicanos y demócratas en el Congreso para consensuar el presupuesto para 2013-2014. Lo que está por debajo de la disputa es la oposición a la reforma del sistema de salud, que promovió Obama y que ayer entró en vigor. Un grupo de republicanos ultraconservadores la tomó como rehén y exigió que se la postergara por un año como moneda de cambio para aprobar el presupuesto.

La Casa Blanca se plantó en que eso era una extorsión inaceptable. Y así está Washington: con la reforma en su primer día de vigencia y decenas de miles de personas que son enviadas a sus casas porque no hay plata para pagarles el sueldo.

Hasta ahora, los principales afectados son parques y monumentos públicos, junto con lo que podría considerarse atracciones turísticas. Pero la situación se irá complicando en los próximos días, sobre todo, en esta capital, donde buena parte de la población vive del empleo público.

"Lo mejor que nos puede pasar es que el gobierno cierre de una vez", dicen, por otro lado, voceros ultraliberales. Entre ellos, Ted Dehaven, del CATO Institute, un centro de estudios liberal. "El mejor gobierno para este país es el más pequeño", insistió, tras considerar que el primer día de parálisis demostró "todo lo que hay de más" en la burocracia estatal que "carga sobre los impuestos de todos los contribuyentes".

El día se zanjó con miles de anécdotas. Algunas ocurrentes, como los bares que -para seguir funcionando- ofrecían "descuento del 50%" al que tenga credencial de empleado público. Otras, en cambio, fueron más dramáticas, con la realidad de quienes recibieron la notificación de no presentarse a trabajar -y por ende, no cobrarían su salario- porque no hay fondos para financiarlos.

No es la primera vez que ocurre una parálisis de este tipo. En 1995 le ocurrió al presidente Bill Clinton. Pero sí es verdad que Obama parecía confiar en un arreglo de último momento, que no ocurrió.

También es cierto que, a diferencia de lo ocurrido en ocasiones anteriores, esta vez el presidente no se involucró demasiado en las negociaciones de última hora.

Juega, más bien, a cargar la culpa sobre los republicanos. La estrategia le ha funcionado en las primeras horas, pero difícilmente le sirva si esto se prolonga y los efectos realmente empiezan a palparse en la vida cotidiana..

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