Hizo una curiosa analogía: qué pasaría si llega a la Tierra un marciano y le niegan el bautismo.
"Si mañana llegara una expedición de marcianos, por ejemplo, y algunos de ellos vinieran hacia nosotros, digo marcianos ¿no?... Verdes, con esa nariz larga y las orejas grandes, como los pintan los niños... Y uno dijera: 'Pero, yo quiero el bautismo.' ¿Qué pasaría?", fue la provocación lanzada por Jorge Mario Bergoglio. Para el Papa, el Espíritu Santo "sopla donde quiere" y hay que combatir la tentación de algunos creyentes y de la Iglesia para enjaularlo dentro de límites predefinidos.
En su homilía dedicada a la conversión de los primeros paganos al cristianismo, Francisco aseguró que todos deberían preguntarse: "¿Quién soy para plantear impedimentos? ¿Quiénes somos nosotros para cerrarle las puertas al Espíritu Santo?" Dos preguntas que Bergoglio pareciera dirigir a los obispos convocados para rediscutir temas relacionados con la familia en el próximo sínodo extraordinario que se realizará del 5 al 19 de octubre de 2015, y cuyo objetivo es analizar "los desafíos pastorales de la familia en el contexto de evangelización".
Con palabras nuevas y otros puntos de referencia, Bergoglio volvió a tocar un tópico del que se había ocupado por primera vez en julio –durante su vuelo de regreso a Roma desde Brasil, tras participar de la Jornada Mundial de la Juventud–, cuando reconoció que la Santa Sede debía rever ciertos temas relacionados con la familia, en particular el de los divorciados que se vuelven a casar y no pueden comulgar.
El ejemplo que dio fue el de la "crisis interna" que vivió la Iglesia antigua cuando enfrentó el problema de bautizar o no a "los gentiles": las personas que pedían ser cristianas sin haber sido hebreas y circuncisas. En esa época, prevaleció la línea de la apertura apadrinada por San Pablo, enfrentando dificultades y oposiciones. Para Bergoglio, la Iglesia debería poder rever sus principios sin seguir negando las nuevas realidades. «
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