La Pampa agrícola en desastre agropecuario

La Pampa agrícola en desastre agropecuario

Claramente, no todos los años son iguales climáticamente hablando. Ser productor agropecuario significa tener una empresa a cielo abierto, con todas las vicisitudes meteorológicas que ello conlleva.

 

Actualmente, el cambio climático significa una incertidumbre adicional, pues ya el clima no responde a ningún patrón histórico y tiene un acontecer totalmente impredecible, lo que de cara al futuro plantea aún mayores desafíos.

En efecto, si bien la provincia de La Pampa es conocida por pertenecer a un ambiente semiárido, en el presente año venimos de un otoño por demás llovedor que complicó mucho las labores de trilla de la zafra de cosecha gruesa 2015/16, sumado a un invierno donde prácticamente no ha habido evaporación producto de las bajas temperaturas. Y, por tratarse nuestra región de una planicie alejada del mar, el exceso hídrico queda atrapado en los sectores bajos de la zona elevando la napa freática.

Con la llegada de la primavera, los excesos de precipitaciones continuaron a niveles insospechados. Actualmente, en el departamento Realicó hay localidades donde han caído más de 400 milímetros desde el 28 de septiembre a la fecha.

Esa zona se encuentra comprendida en la planicie con tosca subsuperficial, lo que significa la presencia de un manto impermeable al agua gravitante que debería ir a las napas profundas del suelo, generándose una “falsa napa”, la cual va ascendiendo en el perfil edáfico, a tal punto que en las localidades de Alta Italia y Embajador Martini -por poner algunos ejemplos- vemos que las fosas de los talleres mecánicos están con más de medio metro de agua que ha entrado por filtración a causa de lo elevado de la napa freática.

Lo mismo ocurre en sótanos de casas antiguas de la época de la fundación de los pueblos.

Por si esto fuese poco, los silos de concreto de las cooperativas y acopios de la zona están empezando a filtrar la humedad, lo que además de representar una pérdida importantísima de dinero, pone a estas empresas en una carrera por sacar la mercadería de esos almacenajes, vendiéndola apresuradamente, y cuando uno vende apurado, en general, vende mal.

Sin embargo, la gravedad de la situación agropecuaria es llevada a su máxima expresión desde el momento en que los municipios de la zona tienen que empezar a romper terraplenes del ferrocarril, tapar algunas alcantarillas, destapar otras; todo en pos de evitar que se inunden los vecinos de la localidad, mientras que algunas cabeceras de campo están quedando aisladas.

Incluso, el agua está superando alteos de caminos levantados en otras inundaciones. Todavía faltan los conflictos entre los pueblos que se tiran el agua unos a otros en la desesperación por encontrar una solución, lo que hace entrever lo poco que hemos avanzado en el manejo hídrico y que uno se pregunte, ¿en qué situación estará la obra de los daneses que tanto dinero costó?

En efecto, si pensamos que falta poco para llegar a los 1.500 milímetros en lo que va del año, casi tres veces lo que llueve en un promedio histórico, es fácil advertir el drama al que nos exponemos.

Sin dudas, las pérdidas son cuantiosas y seguidamente vamos a explicar por qué. Como dato alentador, solamente podemos decir que el tiempo frío hace que al menos las enfermedades fúngicas no tengan un desarrollo virulento en los cereales de invierno que no están inundados. Por otra parte, al tener problemas de inundación prácticamente ningún sector de campo bajo está plantado. De todos modos, vamos a tener una pérdida importante del área triguera, la que se sumará a lo perdido en la helada de fines de septiembre.

Es un hecho que hay mucho campo que no se va a poder sembrar con cultivos de cosecha gruesa, o se tendrá que hacer tarde si el tiempo mejora. Pensemos que pasado el 10 de diciembre, cada día que nos atrasamos en la siembra de soja en esta región se pierden, en promedio, 50 kilos de grano por hectárea por día, sin mencionar que nos exponemos al riesgo de una helada temprana de otoño.

Con esta coyuntura no solo tenemos una foto complicada, la película es peor aún para los que están en zonas bajas. Como siempre, en la naturaleza cuando uno se perjudica otro se favorece, y mientras que la sequía es democrática porque iguala a todos, la inundación es oligárquica (por decirlo de alguna manera), pues el empresario que tiene campo alto y bien drenado tiene producciones récord, en tanto el que posee campo bajo se funde.

Otro rasgo característico de la sequía es que cuando llueve se termina, en cambio, la inundación demanda años en revertir el perjuicio. Evidentemente, ante este exceso de lluvia el oeste de La Pampa se verá favorecido con mucho forraje e incluso buenas cosechas en departamentos como Rancul o Conhello.

Para finalizar, diremos que de nada sirve llorar sobre la leche derramada, aún hay pronóstico de lluvia hasta mañana al mediodía, luego de eso, cuando el tiempo mejore, habrá que esperar dos días para que se oreen un poco los caminos vecinales (un gran problema para los intendentes de la zona), para luego sí poder estimar la magnitud del daño, descontando que lo habrá y será importante.

Increíblemente, una vez más el productor pampeano, acostumbrado a pelear la sequía y la erosión eólica por falta de precipitaciones, se ve sorprendido por un contexto al que culturalmente no está preparado: “el barro”. Solo queda pedir a Dios que el tiempo mejore y que las siembras tardías de soja le den al sector agrícola pampeano y al interior profundo de la provincia una sana revancha, para ser parte de la solución y no ser un problema más de los muchos que hoy tiene nuestra querida Argentina.

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