Un país con gobernantes obnubilados

Un país con gobernantes obnubilados

De vez en cuando, una imagen puede decir más que mil palabras. La foto que ilustra esta nota, apenas un recorte de la cotidianeidad que atraviesa a quienes vivimos en La Plata, mínimo botón de muestra de la Provincia de Buenos Aires y el país, intenta hacerlo.

 

En ella podemos advertir una parte del caos diario que, sobre todo en jornadas lluviosas y horas pico, se genera en la bajada de la Autopista, en torno a la rotonda de diagonal 74 y 120. Allí están las largas filas de autos, los conductores tediosos y molestos que, quizá provenientes del trabajo, demoran su salida o entrada a la ciudad, la llegada a sus casas, al reencuentro con sus familias. Entre ellos, muchos que, más que del intendente Julio Garro, se acuerdan de su madre, pobre señora.

Tal furia tiene un motivo y es que el tramo se ha vuelto unos tres metros más angosto, impidiendo, por ejemplo, el paso de un vehículo y un colectivo al mismo tiempo. ¿Para qué? Para ensanchar la plazoleta que se halla en el centro, por la que el tránsito peatonal es prácticamente nulo. Desde la Comuna, dan un argumento irrisorio: una nueva “repavimentación” de la rotonda, cuya remodelación fue inaugurada en marzo del año pasado con una inversión de $45 millones. 

Con esa excusa, desde el lunes se cerrará un tramo completo de la rotonda. Detrás, parece esconderse lo obvio: cajas negras y retornos camuflados bajo el eufemismo de la “repavimentación”, tal como ocurre con los baches que, a lo largo y ancho de La Plata, reaparecen a los meses de ser reparados. Obras de un negocio cartelizado, dividido entre unas pocas empresas, a costa del bolsillo de todos los platenses.

Pero esta escena, de la que el Intendente es el actor principal, se inscribe en una película de desaguisados, irracionales y de contagiosa locura, cometidos por las principales figuras de Cambiemos.

Sobran ejemplos. Algunos, son recientes: con la mayoría de los medios genuflexos a su disposición, en lugar de aprovechar las cámaras y las conferencias de prensa para anunciar el fin de la bicicleta financiera y la puesta en marcha de un plan económico estratégico, la Gobernadora María Eugenia Vidal ha cuestionado que haya universidades en la Provincia porque “todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”. Vaya noticia, tantas veces advertida desde estas páginas. Pero nuestro diario no fue elegido para cambiar la historia; Cambiemos sí, con su promesa de pobreza 0. Los esfuerzos deben estar en lograr que no haya pobres, que haya pleno empleo y formación educativa. ¿Qué les queda a los más vulnerables, a nosotros, si quienes nos gobiernan tiran la toalla?

Esa obnubilación colectiva se derrama desde arriba. Desde el presidente Mauricio Macri, quien, tal lo previsto, vetó de inmediato la ley que limitaba el tarifazo en los servicios públicos, un golpe duro a PyMes, industrias o a las clases medias y bajas que ahora temen hasta para darse una ducha de agua caliente. “Hay que consumir menos”, insistió el jefe de Estado y puso como excusa que tarifas más baratas significarían salarios y jubilaciones más bajas.

Preguntas al pie: quien hoy no llega a fin de mes, ¿cómo sobrevive destinando la mitad de su sueldo o más al pago de servicios? Quienes nos gobiernan, ¿no sabían lo que tenían por delante? ¿No pensaron por un momento en proyectar un país que se autoabastezca, capaz de producir y exportar al mundo? ¿Un país en el que las empresas, que tantas ganancias se llevan, brinden un servicio que justifique su valor?

Se dirá que la herencia kirchnerista es pesada, y hasta la expresidenta, Cristina Kirchner, le hace el favor al Gobierno, reapareciendo, recordando cada tanto el oscuro pasado del que venimos. Pero ya va siendo hora de que quienes nos gobiernan desde hace más de dos años piensen en quienes sufren hoy. Sin perderse en aquellos años que son historia ni en el laberinto electoral para el que tanto falta.

Afuera, más allá del Congreso y los despachos de legisladores, Intendente, Gobernadora y Presidente hay una realidad que camina. Basta para ello con tomar el principal acceso a la capital de la Provincia, termómetro de un malhumor social que crece con fuerza.

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