Faltaba poco para las 21,30. El almacén que explota, desde hace unos seis años, la vecina Marisa Santa Eulalia seguía abierto en esa elasticidad horaria que distingue, invierno y verano, a los negocios de barrio. Este está ubicado en la calle Teniente General Uriburu 943.
Marisa le estaba cobrando al último cliente cuando entró un hombre joven con el rostro semitapado -ya un desgraciado clásico- por la gorra encasqueteada y la bufanda alzada.
Tenía un cuchillo en la mano “ni chico ni grande” y con él amenazó a la comerciante que le dio lo que habìa en la caja, entre 300 y 500 pesos. Al cliente le puso el cuchillo en las costillas y le arrebató el billete con el que iba a pagar la compra. Y se fue, presumiblemente en bicicleta sin que nadie observarse con qué rumbo.
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