La oposición, anclada ahora en la resistencia

Por Eduardo Van Der Kooy.

Las fronteras de la oposición se han tornado desde hace un par de meses llamativamente elásticas . No hace mucho, hubiera resultado impensado ver a Mauricio Macri acompañado en un acto multipartidario por el socialista Hermes Binner.

Ocurrió durante la celebración del los 29 años del regreso democrático. Para el ex gobernador de Santa Fe, el jefe porteño asemejaba a una suerte de demonio. Tan extraña como esa sociedad, podría resultar la participación del radicalismo en la marcha de hoy del sindicalismo opositor, en protesta contra el gobierno de Cristina Fernández. La presencia radical no desentonaría con Eduardo Buzzi, el titular de la Federación Agraria, con quien ya compartieron resistencias en el conflicto con el campo. Quizás hasta podría entenderse también cierta afinidad con el ceteísta Pablo Micheli. Menor sería esa comprensión para ellos, ladeados por el gastronómico Luis Barrionuevo.

Pero la cabeza de la movilización es Hugo Moyano . El líder camionero que fue pilar del sistema K mientras Néstor Kirchner tuvo vida. Hubo en esos años un verdadero abismo y no pocos duros intercambios entre el secretario de la CGT y el partido radical.

Esa confluencia opositora, cuando Cristina recién está por cumplir el primer año de un mandato de cuatro, podría responder a varias razones. Pero hay dos, al menos, que asomarían determinantes: la radicalización del Gobierno, luego de una campaña electoral apaciguada por el dolor y el luto que provocó la muerte de Kirchner; el perceptible cambio de humor social detonado por aquella misma tendencia intransigente del cristinismo. Ese rumoreo atravesó las manifestaciones callejeras del 13S y el 8N.

Ninguna señal en ese sentido, pequeña o grande, ha cambiado el rumbo en el Gobierno. Se advierte en el modo imperativo , por ejemplo, en que procede sobre la Ley de Medios y en la presión desembozada sobre el Poder Judicial. Es posible descubrirlo también en su metamorfosis interna . Los cambios en la maquinaria del poder persiguen siempre el encierro, prescindiendo aún de figuras que juraron pertenencia pero que nunca alcanzaron a ganar confiabilidad total.

El reemplazo de Jorge Arguello como embajador en Washington sería un reflejo. Hombre histórico del peronismo porteño, adscribió a casi todas sus corrientes internas. Con Carlos Menem, con Domingo Cavallo o con quien fuera. Se hizo en el exterior, cuando saltó a la diplomacia, un fanático de Cristina. Fue insuficiente. Una serie de traspiés con Washington (la última gira presidencial, el conflicto con los “fondos buitre”) desmoronó la fidelidad construída. Un viaje secreto de Guillermo Moreno a EE.UU. sirvió para alisarle el terreno a la flamante embajadora, Cecilia Nahón, arropada años por el viceministro Axel Kicillof. Un ascenso vertiginoso de una mujer con un par de pergaminos importantes para el paladar de Cristina : joven, no llega a los 40, y economista egresada de la UBA.

De aquella radicalización cristinista pareció soltarse una de las anclas que devolvió vida a una oposición que asomaba en estado de naufragio, luego de la derrota de octubre del 2011. Los opositores construyeron su primera trinchera alrededor de los aprestos oficiales para empujar, demasiado en el amanecer, el proyecto de la re-reelección . Se aferraron a ese tema como motor de una unidad básica pero efectiva. Recolectoraron firmas en Diputados y el Senado y firmaron una declaración de rechazo a cualquier intento de reforma constitucional. Esa dirigencia tuvo hasta ahora un cuidado, a diferencia de lo ocurrido en el 2009: ha evitado cualquier debate electoral pensando en las legislativas del año próximo. Pareciera focalizada en un objetivo único: tratar de contener, en diversos planos, el recurrente avasallamiento cristinista. Si lo logran, llegaría con naturalidad el tiempo de las candidaturas. Si fracasaran, sobrevendría, tal vez, otra diáspora.

Tampoco los opositores se comportan de ese modo por ser sólo una legión de utopistas. La demanda social de esta hora, juntando todos sus retazos, enfilaría a la necesidad de establecerle límites al poder. Pero existe además, según las encuestas, una nueva repartición del electorado potencial . Sólo un tercio (del 54% de octubre) estaría dispuesto a renovarle a Cristina el crédito legislativo en el 2013. El 50% se muestra proclive a votar alún postulante opositor. Hay alrededor de un 20% que duda.

Esa nueva disposición dispara conjeturas en los distintos laboratorios partidarios. Los radicales saben que mantendrán su comunión política con el socialismo, aunque tienen distritos electorales clave en situación de orfandad. Buenos Aires es el que genera mayor preocupación.

¿Podría llegarse en ese distrito, quizás, a un acuerdo para respaldar a Margarita Stolbizer?.

El PRO vive encerrado en otro dilema. Definir si Mauricio Macri seguirá en la Ciudad o si arriesgará con una candidatura para cimentar su proyecto presidencial. Las aguas macristas están divididas. Su consultor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, y su equipo cercano serían renuentes a esa prueba. Suponen que su principal clientela electoral, la porteña, podría enjuiciar la decisión de abandonar su cargo Ejecutivo. Hay otros asesores que miran la realidad con otra lupa. Existe un colectivo social --advertido en el 13S y el 8N-- que anda ahora a la búsqueda de una referencia que pueda proyectarse en el futuro.

¿Por qué motivo dejar pasar esa oportunidad?, se preguntan.

La definición de Macri, tal vez, esté vinculada al juego de Daniel Scioli. Un gobernador bonaerense rupturista con los K haría encoger, de modo sustancial, el espacio electoral imaginario del macrismo. Claro que aquella posibilidad asoma hoy remota. Scioli juguetea en privado con los peronistas y los sindicalistas opositores. Pero en público aparece como feligrés de Cristina. Esa dualidad tiene, sin embargo, vida limitada.

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