Sin olfato político

Sin olfato político

A esta altura, resulta una verdad de Perogrullo decir que el actual gobierno nacional que encabeza Mauricio Macri no tiene ninguna responsabilidad por la debacle económica, el elefantiásico déficit fiscal y la crisis energética que ponen al país al borde colapso cada vez que el termómetro supera los 30 grados en verano o se registran temperatura bajo cero en el invierno.

 

La herencia de Cristina Kirchner y de sus secuaces es bien pesada, en todas las áreas del Estado y en los diferentes estamentos gubernamentales.  Una de las situaciones más graves se registra, precisamente, con la energía dado que los negociados y la política económica del gobierno que cedió el poder el pasado 10 de diciembre ha dejado un país -que es rico en recursos hidrocarburíferos que actualmente no se pueden explotar por la falta de inversiones- con reservas ínfimas de gas y petróleo. A ello se le suma la ausencia de grandes obras de infraestructura que hubiesen permitido aprovechar al máximo fuentes de energía renovales que predominan en distintas regiones de la Argentina como la eólica, geotérmica, hidroeléctrica, mareomotriz, solar, undimotriz (generada por el movimiento de las olas), labiomasa y los biocarburantes.

Ante la falta de inversiones para generar más energía y abaratar los costos, el gobierno anterior decidió esquilmar las cajas del Estado entregando subsidios a mansalva, sin control alguno, que en muchos terminaron beneficiando a sectores económicos muy acomodados en la escala social, que aún hoy pagan tarifas irrisorias. Eso no fue todo: lo más grave fue que con los subsidios se tejieron enormes negociados que favorecieron a un puñado de empresarios amigos del poder y que no sólo vaciaron las arcas de la Argentina. También provocaron muerte y destrucción. Una clara muestra de  ello fue lo ocurrido en el siniestro de la estación de Once cuando una de las tantas formaciones que circulaban sin frenos terminó estrellándose contra un andén y produjo la muerte de 51 personas.

El aumento de tarifas incrementará el costo de vida e impactará, muy fuertemente, en el bolsillo de la clase media y de los sectores populares, que ya vienen castigados por una inflación que se vio retroalimentada por la devaluación que la gestión de Macri se vio obligada a instrumentar no bien asumió.

En este punto, el nuevo gobierno está pecando de una alarmante falta de olfato político. El tarifazo generará, obviamente, un profundo descontento social ya que se verá resentido el poder adquisitivo y no hay señales concretas de que, en los próximos meses, la economía pueda repuntar. En ese sentido, otra seria la historia si, desde el gobierno se pusieran todas las cartas sobre la mesa y se blanquera, realmente, el robo sistemático  que se hizo durante la mal llamada década ganada. Esto incluye denunciar con nombre y apellido a todos y cada uno de los responsables de haberse enriquecido con los recursos del Estado que, cabe aclararlo, salieron del bolsillo de todos los ciudadanos que pagamos nuestros impuestos. En otras palabras, si la clase media tiene que pagar el costo del ajuste, los funcionarios que saquearon al país y nos llevaron a la crisis deberían ser puestos en el banquillo de los acusados. Y, eventualmente, responder con su patrimonio y con la cárcel por el daño generado a la Argentina.  

Pareciera que algunos sectores de la nueva administración gubernamental no tienen la valentía suficiente para encarar los cambios que necesita el país, y prefieren tranzar con las mafias. En algunos casos parecieran ser cómplices y en otros creen, erróneamente, que ello les asegurará cierta gobernabilidad. La realidad es que, con las mafias no se negocia, se las combate. Y esto no se trata de un simple revanchismo. Estamos hablando de la necesidad de que haya Justicia. 

Sin justicia no hay estado de derecho y tampoco puede haber auténtica democracia.

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