Olas de plástico

Olas de plástico

Quizá eso sea lo que nos espera, como si de una película de ciencia ficción se tratara: la vida perviviendo sobre islotes de basura tras la agonía de la tierra firme. Un estudio indica que posiblemente no queda un solo ecosistema marino sin contaminar

El 100 por ciento de los organismos localizados en la fosa de las Marianas presenta signos de contaminación por plástico. El dato se torna aún más contundente si se recuerda que es la fosa abisal más profunda que se conozca. Y que el plástico, ese epítome de la modernidad, apareció entre nosotros hace sólo 60 años. Todo un logro, según como se lo mire.

El estudio de la Universidad de Newcastle podría ser leído como un anticipo apocalíptico si no estuviéramos tan entretenidos como lo estamos en el empeñoso cavado de nuestra propia tumba.

Con todo, lo antedicho debería enmarcarse en la epidemia de sobreinformación que nos agobia, al punto que cada vez sabemos más sobre nada. Los datos pasan presurosos, empujados por otros datos que pronto serán olvido, mientras las bolsas de nailon vuelan sobre los basurales a cielo abierto, que ya son como nuestra marca identitaria.

Algunos podrían alegar que es el precio del progreso y debemos rendirnos ante lo inevitable. Que no es inevitable.

Los mares del planeta albergan hoy 300 mil millones de toneladas de plástico, mientras las imágenes de algún documental reiterado por la televisión por cable muestra el casi fascinante espectáculo de un nuevo archipiélago nacido de la modernidad misma. No el producto de una erupción volcánica en el fondo marino, sino de la acumulación de envases y de bolsas que, de forma análoga a la mayoría de las especies, parecen buscarse entre sí hasta conformar una superficie de cientos de kilómetros cuadrados lentamente transportada por las olas, mientras crece día a día.

Quizá eso sea lo que nos espera, como si de una película de ciencia ficción se tratara: la vida perviviendo sobre islotes de basura tras la agonía de la tierra firme.

Si pudiéramos sorprendernos, tal vez repararíamos en nuestra extraña capacidad para autodestruirnos, aun cuando los optimistas gusten citar la frase de Josué de Castro: "Desde los dinosaurios, ninguna especie se ha destruido a sí misma". Aunque suene bien, deberíamos permitirnos el beneficio de la duda.

Lo cierto es que reciclamos menos del 10 por ciento del plástico que producimos y que, entre nosotros, las grandes empresas que envasan en el producto denominado PET rechazan toda legislación que las obligue a reutilizar los envases que producen. O eliminarlos.

Un camino que otros países ya están recorriendo, quizá porque les prestan más atención a esos problemas que por aquí consideramos menores. Y, para nuestra desdicha, los problemas, como los monstruos, tienden a crecer.

Legislar y crear conciencia, que no de otra cosa se trata. En eso deberíamos poner algo del esfuerzo que derrochamos tratando de permanecer indiferentes.

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