El 12 de Octubre desnudó las fuertes divisiones de España

El 12 de Octubre desnudó las fuertes divisiones de España

La ambiciosa celebración encabezada por el rey para mostrar la unidad del país contrastó con la resistencia de líderes separatistas y radicales

MADRID.- Como pocas veces antes, la fiesta del 12 de Octubre dejó ayer en evidencia hasta qué punto España se ha convertido en un concepto ideológico.

La grandilocuente celebración cívico-militar que encabezó el rey Felipe VI en Madrid para dar una muestra contundente de unidad nacional no hizo más que exponer las divisiones que agitan la vida política del país, desde el auge de los separatismos regionales hasta el peso creciente de fuerzas de izquierda que reniegan de los símbolos españoles tradicionales.

Figuras de importante relevancia institucional se posicionaron con durísimas críticas al festejo del descubrimiento de América, mientras los presidentes nacionalistas de Cataluña, el País Vasco y Navarra decidieron boicotear los actos oficiales. También el líder y candidato a presidente de Podemos, Pablo Iglesias, plantó al rey con una ácida carta en la que explicó que no asistiría a la recepción solemne ofrecida en el Palacio Real. Así, el aquí llamado Día de la Hispanidad transcurrió como un duelo entre formas bien opuestas de sentir la nacionalidad.

Unos 3500 militares desfilaban por el Paseo del Prado frente a Felipe VI -vestido con el uniforme de gala de la armada- cuando estalló la primera polémica fuerte del día. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, aliada de Podemos, escribió en Twitter: "Vergüenza de Estado aquel que celebra un genocidio, y encima con un desfile militar que cuesta 800.000 euros". Antes de ganar el gobierno de la segunda ciudad española, Colau era una activista contra los desalojos y figura clave del movimiento de los indignados. Nunca apoyó directamente al independentismo catalán, pero después de las elecciones regionales del 27 de septiembre se embanderó en el reclamo de un referéndum soberanista. Otro referente de Podemos, el alcalde de Cádiz, José María González, se sumó a los reproches: "Nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios. Nada que celebrar".

La fiesta nacional de este año tuvo un impulso oficial mucho mayor que el habitual. El gobierno del conservador Mariano Rajoy buscó resaltar la idea de una "España unida" ante la rebelión independentista catalana y el desafío de la izquierda antimonárquica. Durante semanas, la Moncloa promocionó las actividades del 12 de Octubre con anuncios en televisión y afiches con el lema "La fiesta de todos". Ya el domingo a la noche hubo un show de fuegos artificiales en Madrid y se proyectó sobre la fachada del Palacio Real una bandera gigantesca de España, percibida cada vez por más sectores políticos y sociales como un símbolo exclusivo de la derecha.

El rey Felipe VI cursó invitaciones a casi 2000 personas para un cóctel en el palacio, después del tradicional desfile. Iglesias -debilitado en las encuestas después de su intento de moderar las propuestas de Podemos- emitió un comunicado para declinar la invitación: "Nuestra presencia es más útil en la defensa de los derechos y la justicia social en este país, como hacemos a diario junto con otras personas, organizaciones e instituciones". Un camino distinto tomó su aliada Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, que acompañó al rey en el Paseo del Prado y después asistió a la recepción oficial.

En los majestuosos salones del palacio, una de las figuras más buscadas era el catalán Albert Rivera, líder de los liberales de Ciudadanos. Su partido emergente pegó un impactante estirón en las encuestas hasta colocarse cerca del Partido Popular (PP) y del socialismo. Se supone que al menos tendrá la llave del gobierno que surja después de las elecciones del 20 de diciembre. "Si alguien no puede festejar el Día de la Hispanidad no puede pretender ser el presidente de España", dijo ayer Rivera, en obvia alusión a su rival Iglesias.

A Rivera algunos asistentes le palmeaban la espalda y le decían "presidente". Rajoy, el más perjudicado por el fenómeno Ciudadanos, miraba desde otra punta del salón. También estaba el candidato socialista, Pedro Sánchez. Rajoy se recluyó con su círculo íntimo durante toda la recepción, menos reclamado que en otras ocasiones, acaso por efecto de los sondeos que ponen en serias dudas su continuidad en el poder.

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