La obra social le niega un tratamiento que podría salvarle la vida

La obra social le niega un tratamiento que podría salvarle la vida

Estela Cuevas fue diagnosticada hace más de seis meses por hepatitis C y se encuentra en el estadio terminal de la enfermedad. Presentó el primer recurso de amparo en el Juzgado Federal para recibir los medicamentos y crear un precedente.

Quienes recibieron transfusiones de sangre, se vacunaron entre los 60 y los 80, se drogaron de manera endovenosa o inhalatoria, personal de salud que tuvo accidentes punzocortantes, pacientes hemofílicos o dializados. Todos estas personas podrían haber contraído el virus de la hepatitis C y quizá aún no lo saben ya que este tarda entre 20 y 30 años en manifestarse.

La hepatitis C es la principal causa de cirrosis, trasplante hepático y cáncer de hígado y la tercera causa de muerte en el mundo. Se calcula que hay 400 millones de personas con hepatitis C, mientras que hay 40 millones con Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). La hepatitis C, junto con la B, causa más muertes que el VIH.

"No sé cómo lo contraje y aparentemente fue hace más de 20 años porque estoy en un estado cirrótico compensado ya que todavía no demuestro sintomatología muy evidente del mal funcionamiento de mi hígado", contó Estela Cuevas a El Tribuno. Ella es profesora de Matemática y su obra social, Boreal, le rechazó el pedido de tratamiento.

Ante la negativa de la prestadora de salud, Estela presentó un recurso de amparo en el Juzgado Federal, que es el primero que entra por este tema y busca crear precedente.

"La obra social no tiene argumentos para negarme el tratamiento. Hay un protocolo y está dentro de un programa nacional. Es muy tediosa la pelea sobre todo porque mi salud está involucrada y depende de esas decisiones", sentenció.

A partir de octubre de 2015 en la Argentina se comenzaron a autorizar nuevos tratamientos que curan esta enfermedad. El costo es muy elevado pero la Ley 24.151 obliga a todas las obras sociales y al Estado a proveerlos. Al 99% de las personas que ya empezaron el tratamiento, en los últimos análisis la carga viral les da nula.

Mientras la hepatitis A y B se pueden prevenir con vacunas, la C no. El virus es inteligente y ha mutado en cinco o seis genotipos. "El virus no busca que la persona muera porque, si no, no tiene dónde hospedarse. Por eso tarda tantos años en manifestarse", expresó Estela.

Estela tuvo el diagnóstico de la enfermedad recién en diciembre de 2015. "Me hicieron un análisis de control porque tenía moretones y pensaron que era leucemia. Tenía solo 6.500 plaquetas, cuando una persona sana como mínimo tiene 140 mil", graficó.

Ella tuvo un hijo hace ocho años y donó sangre dos veces hace seis años en el hospital San Bernardo. Sin embargo, nunca le informaron que estaba infectada.

"Las personas mayores de 35 años, por favor, háganse el test que es una simple extracción de sangre", exclamó y consideró que debería ser un análisis de rutina. "Una persona que sabe por el análisis de sangre que tiene hepatitis C puede hacer un tratamiento más temprano, sin tener el hígado tan comprometido", explicó.

"Yo no sabía que tenía hepatitis C y ahora tengo una cirrosis fulminante. Yo no parezco enferma por fuera, pero adentro tengo mi hígado fibrosado y a punto de descompensarse. Si se descompensa, voy directo a un trasplante", consideró.

"Como yo nunca tomé alcohol, no fumo y siempre comí de manera saludable, creen que mi hepatitis tiene más de 30 años. Eso hizo que el virus no se manifestara tan rápido. "Antes no había material esterilizado ni descartable. Nos vacunaban con jeringas de vidrio, que eran limpiadas con alcohol. Los odontólogos limpiaban los instrumentos con alcohol y algodón. El gran porcentaje de contagiados de hepatitis C tienen más de 35 años porque estuvimos muy expuestos", señaló.NOTIFICACIÓN A DONANTES DE SANGRE

Anne-Janeth Moller, técnica en laboratorio y responsable del área de promoción en el Centro Regional de Hemoterapia (CRH), explicó a El Tribuno: "Cuando a un/a donante se le encuentra algo reactivo en la sangre, se le envía una carta a su domicilio por correo y se le entrega en mano".

La carta va a nombre del o la donante y tiene un código para que, si lo abre otra persona, no sepa de qué se trata. "Invitamos a que se acerque al CRH y acá le decimos y lo derivamos al especialista de cada patología", señaló.

"Ninguna sangre que tenga alguna patología se es transfundida, sino que se descarta. Cuando las donaciones se hacían en hospitales o en centros privados tal vez no había este sistema de notificación a los donantes", consideró.

La ley 22.990 sugiere que se haga esto porque "la persona que no sabe que está infectada, sigue infectando y su calidad de vida va disminuyendo", manifestó la especialista. "Antes no sabíamos cómo canalizar a quienes daban con hepatitis B o C. Ahora trabaja en el CRH el hepatólogo Sebastián Figueroa. Así le damos contención a la persona que vino a donar porque se creía sana", expresó.

Desde que está el CRH, hace cinco años, se probaron distintas metodologías y la que más funcionó es la carta y muchas veces el llamado telefónico cuando la persona no se presenta luego de recibir la carta.

VIVIR CON HEPATITIS CCarlos Arturo fue diagnosticado en 1999 y compartió su experiencia con El Tribuno:"La enfermedad es algo que te golpea cuando menos lo esperás. Estando en plena vitalidad es muy duro sentir la limitación en las condiciones de vida, el trabajo y la familia.Hasta que me diagnosticaron, me sentía sin fuerzas y con malestares. Llegué a pesar 43 kg y con los huesos al ras de la piel. Fui con mi señora al hospital Muñiz, en BUENOS AIRES, donde me diagnosticaron hepatitis C, después de varios estudios y biopsia. La perspectiva era difícil y muy dura sintiendo la desazón y preocupación de mi familia, mis hijas que eran muy chicas, mi madre y mi señora que me acompañó en todo momento.Comencé el tratamiento con optimismo y ganas de estar bien. Consistía en aplicaciones de Interferón y Ribavirina. El primer escollo fue el alto costo de la medicación hasta que, después de mucho trámite y consultas, la obra social la incluyó en el plan de ENFERMEDADES crónicas.El tratamiento fue largo y molesto porque generaba fiebre, insomnio y ansiedad. Yo mismo me aplicaba las inyecciones por vía endodérmica hasta que, un año y medio después, tuve el alta con remisión casi completa del virus.

Yo seguía con malestares digestivos y sin poder aumentar de peso. Esto motivó nuevas consultas hasta que un gastroenterólogo me diagnosticó CELIAQUÍA, que es una enfermedad de malnutrición por sensibilidad al gluten. Sin embargo, fue algo alentador porque requería solo de dieta sin harinas. Esto fue a mis 50 años y dos años después me sentía muy bien y saludable.

Esta experiencia es dolorosa en muchos sentidos. Mientras te sentís mal y sin saber si te vas a curar, cambia tu forma de vida y la de las personas que te acompañan Mientras te sentís mal y sin saber si te vas a curar, cambia tu forma de vida y la de las personas que te acompañanSentís que la gente te mira diferente pero también, el cariño y la compañía de quienes están mas cerca.

Para mí fue duro por mis hijas que, tal vez por ser menores, no eran conscientes de lo que pasaba. Mi sensación era la de no poder contenerlas y darles todo lo quisiera. Al mismo tiempo me sentía inútil muchas veces en el trabajo y las necesidades de la familia.

La enfermedad es, sin embargo, un motivo enorme de gratitud ante la vida y de valoración de lo propio y de lo que Dios te ha dado. Te ayuda también a sentirte hermanado con otros que sufren y tal vez ni siquiera tienen las posibilidades, el amor y la compañía para salir adelante. Te permite ser testimonio de esa gratitud y compartir con los demás que se puede vivir con optimismo a pesar de las dificultades".

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