Noquealo, noqueate.

Narváez, sin De, sumó su 16ª defensa en un Luna repleto. Ostenta la corona desde el 13/7/02.
Un filósofo de las cosas nuestras como el Bambino, una de las casi 10.000 almas que pusieron el Luna Park a full, lo definiría así: "Belleza, nene". Se extrañaba al patagónico, que desde el 2006 no se presentaba en Corrientes y Bouchard. Anoche, Omar Narváez hizo lo que debía hacer: GKO11 y retuvo por 16ª vez su corona mosca de la Organización Mundial. Pero además ofreció una lección de boxeo que dejó al mexicano Omar Soto como un sparring para que aplauda la platea y la popu también.

El Huracán fue un súper campeón, tal como lo reconoció la OMB por antecedentes. Entró con Diego Torres y su Color Esperanza para anticipar que lo que se venía estaba en otra dimensión. Y cuando sonó la campana, salió a jugar.

El patagónico (50,800 kg) midió el potencial del Lobito y vio que, más allá del medio kilo de diferencia, había una cuestión básica de potencia y de escuela, comenzó la lección. Lo paró de un zurdazo en el tercero, lo hizo zapatear en el quinto, un visteo Locchesco despertó el Olé y para el sexto ya bajaba la guardia mientras contraatacaba.

La gente esperaba la puntilla final del KO. Narváez usó el período entre el séptimo y el décimo para seguir la lección mientras le vaciaba el tanque al chilango. En el comienzo del 11º le metió una derecha que le movió el piso y se desató la andanada que paró con el visitante en el suelo. El puertorriqueño Roberto Ramírez le contó los 10 segundos justo cuando iban 2m de la vuelta para que el zurdo estirara su invicto a 30-0-2 (20 ko); el mexicano bajó a 17-5-1 (11 ko).

Con su exhibición, Narváez quedó a una defensa exitosa del récord de la categoría, que le pertenece al tailandés Pongsaklek Wonjongkam (¿podrá ser en México la próxima?). Una razón más como para pedir que vuelva pronto a dar otra clase.

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