De los nervios al éxtasis

La ciudad vivió a pleno el partido de la Selección y cuando el penal de Maxi Rodríguez certificó la clasificación de Argentina, las calles se tiñeron de celeste y blanco para festejar. Un desahogo de miles de platenses eufóricos

El feriado ayudó a que el movimiento sea escaso en la ciudad. A partir de las 16, una hora antes del partido, ya casi nadie transitaba las calles y los pocos que los hacían apuraban las compras de última hora para sentarse a ver el partido. El único punto de La Plata donde se concentraba gente era Plaza Moreno. Allí, alrededor de la pantalla gigante, miles de vecinos se aprestaban a disfrutar este partido histórico.

Antes del pitazo inicial ya se escuchaban los primeros cantos y arengas al equipo nacional y el frío dejaba de importar con el calor que transmitía la hinchada. Todos los platenses vivieron el partido a pleno y las emociones se multiplicaron a lo largo de los 120 minutos que duró el partido. Los penales fueron un momento especial (ver aparte), pero cuando el lanzamiento de Maxi Rodríguez venció la resistencia del arquero holandés, la ciudad se unió en un solo grito. Una euforia que estaba contenida desde hacía rato.

Una fiesta interminable

Conseguida la clasificación, una marea humana invadió la ciudad. Desde los balcones caían papelitos y los tradicionales cantos. En tanto, la mayoría de quienes estaban viendo el partido en Plaza Moreno empezaron una procesión hacia el punto de festejo por excelencia de la ciudad, 7 y 50. Ese destino también siguieron muchos otros platenses, muchos caminando, otros en auto haciendo sonar sus bocinas, pero todos con la misma consigna: celebrar la histórica clasificación a la final y soñar con ganarla.

En menos de quince minutos, el centro se volvió intransitable y la esquina de los festejos platenses era un carnaval. Cánticos, cornetas, pirotecnia, bombos y muchas banderas argentinas adornaban una fiesta inigualable. En el ambiente se palpaba que el pueblo nacional está ávido de festejos y no sólo deportivos, por eso el desahogo iba más allá, como si se estuviese esperando una alegría hace tiempo. 

Millares de platenses acabaron fundiéndose en un solo grito y las miles de gargantas se desgañitaban celebrando como hacía tiempo no se veía en la ciudad. “No lo puedo creer”, era la frase más escuchada. Algunos lloraban, otros preferían ocultar las lágrimas.

Pasadas tres horas del final del partido, los vecinos se negaban a abandonar las calles y seguían celebrando. Razones no faltaban. Luego de 24 años Argentina jugará el partido definitorio del Mundial y el domingo la fiesta puede volver a apoderarse de las calles de la ciudad. Con esa promesa todos los platenses se perjuraban volver el próximo domingo a festejar nuevamente.

Dedicatorias, aplausos y esperanza

En medio del embriagador festejo, los platenses no se olvidaron de dedicar la hazaña del equipo de Sabella a los rivales deportivos de siempre. El primero del ranking fue Brasil a través del hit del mundial “Brasil decime qué se siente”. Pero también hubo cargadas a los cariocas por la paupérrima actuación de anteayer frente a Alemania y, durante el festejo, muchos se regocijaron de los siete goles que sufrieron los brasileros.

Inglaterra también fue objetivo de chicanas y cánticos, seguido por Holanda, el rival vencido ayer, con dedicatoria a la Reina Máxima incluida.

Pero además de sacar pecho, también hubo tiempo para valorar la actuación de los jugadores nacionales. Messi fue sin dudas el favorito y hubo ovaciones para el astro rosarino. Romero, el héroe en los penales, también recibió a la distancia el afecto del público platense, que también se acordó de Mascherano, la figura de la cancha. Sin embargo los festejos no se agotaron ahí y los gritos pidiendo un triunfo el domingo no tardaron en extenderse entre todo el esperanzado público.

El grito de un país

Al igual que en nuestra ciudad, en todas las localidades del país los argentinos coparon las calles para festejar el logro.

El punto neurálgico de las alegrías argentinas, el Obelisco porteño, fue rodeado por una inconmensurable cantidad de personas que no pararon de vitorear a Messi y compañía. Era tal la cantidad de personas que la Plaza de la República quedó pequeña ante la inmensa hinchada que festejó hasta entrada la madrugada. Diagonal Norte, la arteria que comunica el Obelisco con Plaza de Mayo, era intransitable y en ambos lugares la fiesta fue total.

Pero el festejo en Capital Federal no se circunscribió a las plazas principales, sino que abarcó otros puntos clave de la ciudad como avenida Pueyrredón y Santa Fe o Acoyte y Rivadavia.

En Mendoza, miles de hinchas cubrieron el microcentro de la capital y distintos puntos del interior de la provincia, algo que no se veía desde la victoria del combinado albiceleste ante Brasil en el Mundial del 90.

En Córdoba, las calles de la capital se tiñeron de celeste y blanco y el epicentro estuvo en la intersección de avenida Vélez Sarfield y Boulevard San Juan, frente al shopping Patio Olmos. El festejo se prolongó a todo el interior provincial, especialmente en las ciudades de Villa María, Río Cuarto y San Francisco, donde también se convocó una multitud.

La cuna de la Independencia, Tucumán, no podía quedar exenta de tanto festejo. El punto de encuentro fue la plaza principal, desbordada por la multitud que cubrió la ciudad donde 198 años atrás nacía nuestro país.

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