"Sin fe la Navidad se convierte en un festejo más"

Lo expresó el obispo de Puerto Iguazú, Marcelo Martorell. Agregó que tal acontecimiento "convierte en un festejo más, se transforma en una fiesta comercial o en un día de vacaciones, en el cual comemos y bebemos, sin saber por qué.
Los hombres y mujeres de hoy, en su gran mayoría siguiendo la propuesta de muchos medios de comunicación y de la publicidad de los comercios, se han olvidado que la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús. Se han olvidado que Jesús es Navidad y que la Navidad es el nacimiento del Salvador, de nuestro Salvador".

Natividad del Señor.

“Hoy ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor, venid adorémosle”.

De muchas formas y con muchas imágenes describieron los Profetas la venida del Mesías muchos siglos antes de que esto aconteciera en la historia. "El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande", anunciaba el profete Isaías (ls. 9,2). Jesús es la luz que disipa las tinieblas del pecado, que rompe las cadenas de toda esclavitud y Él trae la libertad, la alegría y la paz. "Nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo" (Ib. 6). La profecía sobrepasa la figura de un nuevo David enviado por Dios para liberar a su pueblo y se proyecta sobre Belén de Judá aquella pequeña aldea, iluminando el nacimiento, no de un Rey poderoso, sino del Dios fuerte hecho hombre. Él es el "niño" nacido para nosotros, es el Dios fuerte, niño que nos ha sido dado y sólo de Él decimos que es "maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz".

Cuando la profecía se hace historia en aquella noche santa, cuando el Eterno se hace historia, una luz intensa y una voz poderosa anuncia a las naciones este nacimiento. La estrella como una luz potente alumbra la tierra y el anuncio ya no viene de los Profetas sino del cielo y está dirigido al corazón y los oídos de los pastores. Y se presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvía con su luz: "os traigo una buena nueva y una gran alegría, que es para todo el pueblo. Os ha nacido el Salvador, que es el Mesías, el Señor, que os fue anunciado desde antiguo" (Lc. 2, 9-11). El niño está vivo. Está en un pesebre envuelto en pañales. EI nuevo pueblo de Dios ya tiene a su Señor. ¡La espera ya ha culminado! El Señor ha cumplido su promesa, la salvación ya está en medio de su pueblo.

San Pablo nos dice que se hizo "uno de nosotros para enseñarnos a negar la impiedad y los deseos del mundo, para que vivamos con la bienaventurada esperanza en la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador (Tit. 2,11). Dado el acontecimiento del nacimiento del Salvador los cristianos no podemos vivir encerrados en las realidades y esperanzas terrenas, sino abiertos a las esperanzas eternas, deseando encontrarnos un día con nuestro Dios y Señor. Todos nosotros celebramos el comienzo de una vida nueva, una vida en Cristo. Y esta vida es distinta a la que nos presenta el mundo. Es una vida abierta a Dios Nuestro Señor y a sus designios sobre el mundo. Solamente de esta manera nosotros podemos cambiar y puede cambiar el mundo.

La venida de Jesús no es un mito ni un relato fantástico, sino que es un hecho histórico y documentado. Las profecías se cumplieron, los evangelistas vivieron con Jesús, le escucharon y vieron las maravillas que hizo entre los hombres, pero ciertamente es necesario tener fe. Sin fe la Navidad se convierte en un festejo más, se transforma en una fiesta comercial o en un día de vacaciones, en el cual comemos y bebemos, sin saber por qué. Los hombres y mujeres de hoy, en su gran mayoría siguiendo la propuesta de muchos medios de comunicación y de la publicidad de los comercios, se han olvidado que la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús. Se han olvidado que Jesús es Navidad y que la Navidad es el nacimiento del Salvador, de nuestro Salvador.

Desde que Jesús nació en Belén, la dignidad del hombre no puede ser soslayada, porque el Hijo de Dios al encarnarse se ha puesto al nivel del hombre. Dios se hace hombre, para levantar al hombre a la dignidad de "hijos de Dios", para que el hombre le conociera y para estar íntimamente cercano. Celebremos la Navidad con amor, con el amor de los hijos de Dios. No paganicemos esta fiesta sagrada de la Navidad. En este Año de la Fe pidamos al Señor la gracia de renovar nuestro corazón y nuestra vida, pongamos la esperanza de un mundo mejor en manos de quien todo lo puede. Pidamos al Señor que cada corazón renazca en un corazón nuevo para nuestro bien y el de todos los hombres. Festejemos a Cristo que nace, Señor de la Vida y custodio de la misma.

Que María Santísima, la Virgen de la Dulce Espera, nos lleve al encuentro de su Hijo en el pesebre de nuestro corazón.

+ Marcelo Raúl Martorell

Obispo de Puerto Iguazú

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