Muchas villas, muchos villanos

Por Pablo Sirvén

Carpas improvisadas con sus telas al gélido viento. Nenes ateridos que juegan a la intemperie con sus autitos en medio de la nada. Esas imágenes, multiplicadas por la TV y las redes sociales, resumen la cruel inoperancia de los gobiernos nacional y porteño, las fuerzas de seguridad de ambos distritos y la Justicia.

Nadie pudo resolver en tiempo y forma, de manera eficiente y civilizada, el desalojo de la villa Papa Francisco, en Lugano, que nació en febrero sobre terrenos contaminados.

Las villas de emergencia conforman el nuevo escenario de una feroz batalla campal mediática y política. Asesinatos, reclamos, denuncias, marchas, acampes en la 9 de Julio y enfrentamientos entre bandas y policías adquirieron máximo relieve en estos días.

Como se dirimen cuestiones ideológicas y disputas territoriales de punteros y dirigencias, las visiones sesgadas se agudizan con mayor complejidad que la habitual confrontación binaria a la que se redujo la relación entre la prensa y el poder en estos años.

Las miradas del tema por parte de los medios K cargan las tintas en asignaturas pendientes en la materia del gobierno porteño; la prensa crítica del oficialismo nacional subraya el afán celebratorio de operadores kirchneristas de la "cultura villera" acompañado de un sistemático mirar para otro lado que sólo contribuye a expandir estos barrios marginales y sus peores prácticas.

Sin embargo, el frente oficialista es cada vez menos compacto. Desde la salida intempestiva delstaff gubernamental de Jorge Coscia y el cambio de rango de la Secretaría de Cultura a ministerio, con Teresa Parodi en su reemplazo, hay fricciones y resquebrajamientos internos que ya se empiezan a tornar insuperables en torno de este tema.

Típica hipocresía argentina: por muchas décadas se invisibilizaron las villas para no afectar la tranquilidad de conciencia y la sensibilidad estética del resto de la población "civilizada". De eso no se habla.

En la autodenominada "década ganada" se tomó una actitud diametralmente opuesta y paradójica: mientras los asentamientos ilegales no pararon de crecer, y aumentaron exponencialmente, se levantó la "veda" y las villas se pusieron "de moda": aparecieron films, programas de TV, libros, debates y hasta un activo multimedios propio (Mundo Villa) y una revista como La Garganta Poderosa.

La Presidenta llegó a destacar, en distintos momentos, como algo positivo que las villas crecieran en altura y se vieran cada vez más antenas de DirecTV en sus techos. Pero lo que se espera de ella es que contribuya a erradicarlas, en vez de aplaudir su expansión.

Incluso se lanzó la idea de instituir el "Día de los valores villeros", suerte de discriminación demagógica al revés: ¿alguien habla de los "valores" distintivos por vivir en Lanús, Morón, en medio del campo o de una selva? La idea de La Cámpora es celebrar ese día cada 7 de octubre, en conmemoración del nacimiento del padre Carlos Mugica, el sacerdote villero más emblemático, asesinado en 1974, víctima de la violenta interna peronista de aquellos tiempos.

El crecimiento exponencial de las villas se da de bruces con el "relato" del achicamiento de la pobreza. Salvo que la Argentina esté atravesada por una descomunal moda de homeless deseosos de vivir la experiencia cool y fascinante de dormir a la intemperie, tampoco se entiende por qué cada vez hay más gente que vive en plazas, veredas y zaguanes si las cosas van tan bien.

Las villas, antes tan ocultadas, se empezaron a convertir en la meca progresista deseada: llovieron sobre ellas artistas y festivales, inauguraron canchitas de fútbol, se les puso un poco de color a algunas paredes de la miseria y hasta presidenciables se sacaron fotos recorriéndolas.

Urbanizar es un verbo que sólo se conjuga en tiempo futuro en tanto que el déficit habitacional es una realidad que golpea en tiempo presente a la Capital y al conurbano. Aprovechadores inmobiliarios de la miseria lucran con esa situación; el narcotráfico y otros negocios de la delincuencia común encuentran en las villas una guarida ideal, porque el Estado no llega, y se mimetizan entre la mayoría de sus pobladores, sufridos y honestos trabajadores que padecen la desocupación o la mala paga de sus changas.

Entre los que pretenden criminalizarlas y miran para otro lado por desidia aristocrática y los que no hacen nada por garantismo progre, las villas crecen sin parar.

Entre los que lavan sus culpas con aportes piadosos light y los que fomentan la "cultura villera" como base clientelar de sus propios enjuagues políticos, los asentamientos se multiplican.

La instalación de una "Casa de la Cultura" en la villa 21-24, inaugurada por Cristina Kirchner en septiembre de 2013, es otro de los focos actuales de tensión. Se adeudan sueldos e insumos, se pararon obras y se desactivaron planes. La construcción de un espacio similar en la villa 31 está paralizada.

La ministra Parodi cortó todo y las protestas villeras ya llegan hasta la puerta de su despacho, en pleno Barrio Norte. Para apaciguar los ánimos al menos podría salir a su ventana y dedicarles aquello que solía cantar: "Ellos salen en portadas / Muestran sus bellas moradas/ Vos salís de madrugada/ Qué le vas a hacer, es la pobreza".

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