Moreno ayuda, aunque no se dé cuenta

Por Eduardo van der Kooy

Alfonso Prat-Gay respira aliviado cada vez que Guillermo Moreno aparece en escena. 

En especial, si el ex secretario de Comercio kirchnerista se dedica a analizar la economía o a realizar pronósticos. También tiene su debilidad por la política. Piensa en reorganizar al peronismo. Hasta presidirlo. Al ministro de Hacienda le ocurre algo similar a lo de María Eugenia Vidal con Aníbal Fernández. Cuanto más veces irrumpe como presunto contendiente, mejor para la gobernadora de Buenos Aires. El ex jefe de Gabinete, como si le faltaran cosas o sospechas, sumó ayer un procesamiento del juez Claudio Bonadio por irregularidades (sobreprecios) en un plan del ministerio de Salud para mujeres embarazadas.

Los beneficios para Prat-Gay y Vidal no debieran analizarse bajo una lupa personal. Sus sombras políticas ayudarían también a disimular las dificultades de gestión que ambos tienen. Producto, sobre todo, de la herencia kirchnerista. También de desajustes naturales en un Gobierno que recién está empezando a andar.

La primera crisis en el INDEC, con el desplazamiento de Graciela Bevacqua, no pareció oportuna para el ministro. Tampoco para Mauricio Macri. Ocurre que el problema de la inflación se va colocando de a poco como eje de la escena pública, compartiendo casi en exclusividad con la inseguridad la grilla de prioridades populares.

El ministro de Hacienda viene haciendo esfuerzos cotidianos que apuntan en aquel terreno a bajar expectativas. Insiste en que su política gradualista sería el único camino para evitar un ajuste duro –un shock-- con inevitable costo social. Rema, en ese aspecto, contra opiniones de sentido inverso que anidan incluso en el PRO.

Las escaramuzas en el INDEC no ayudarían a aquella tarea ni a la necesidad de la reconstrucción de una confianza política previa. Bevacqua había sido convocada por esa razón, mas allá de su solvencia técnica. Fue el primer engranaje que Moreno arrancó en la entidad para proceder en forma progresiva a su desmantelamiento total. La refriega con el titular del INDEC, Jorge Todesca, no encajaría con la persecución del objetivo inicial.

Evidentemente, hubo con la cuestión algún manejo político equivocado. Quizás el macrismo no calibró bien la coonsideración pública de Bevacqua acerca de que no podría divulgarse un índice de inflación confiable hasta dentro de seis u ocho meses. El vacío fue demasiado largo aunque existe la certeza que Todesca y Bevacqua empezaron con las diferencias algunas semanas antes de que explotara la discordia.

Aquel vacío comenzó a ser llenado de manera política incoveniente para el Gobierno. Mientras el ministerio de Hacienda insistía con la idea de una desaceleración inflacionaria, el Indice de Precios al Copsumidor de la Ciudad (IPC) comunicó un 4.1% para el mes de enero. Ni mas ni menos que un repunte de los precios respecto del 3.9% establecido para diciembre. A ese desacople se añadió la decisión del diputado Sergio Massa, del Frente Renovador, de lanzar la difusión mensual del IPC Congreso. Una de las mas eficaces recetas que tuvo la oposición al kirchnerismo, con el activismo intenso del PRO, para desairar primero a Moreno y luego al ex ministro Axel Kicillof.

Es cierto que el IPC Congreso difundido el lunes fue casi una melodía para los oídos del macrismo. Anunció para enero un 3.6% --por debajo de la puntuación de CABA-- aunque una fuerte corrida en noviembre y diciembre que dejó el índice anual del 2015 en casi un 30%. Esa mochila correspondería al kirchnerismo.

El Gobierno quedó expuesto entonces a varias preguntas desafiantes. ¿Podía seguir en silencio, durante seis u ocho meses, con un tema crucial como la inflación? ¿Podía obsequiarle ese espacio a los opositores? Quizás la urgencia indujo al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, a decir que en sólo un par de meses empezarían a conocerse indices certeros sobre el desarrollo de los precios.

Tampoco ese desajuste entre los tiempos habría sido la única razón de la crisis en el INDEC. Según la óptica de Bevacqua, la elaboración de un índice confiable no sería posible nunca sin remover algunas estructuras consolidadas en la entidad. Aquellas que impuso Moreno con su intervención. ¿Cuáles serían? La cantidad de empleados incorporados por el morenismo con el amparo de la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), uno de los gremios poderosos de estatales que conduce Andrés Rodríguez. Bevacqua habría marcado esa dificultad a Todesca esgrimiendo, tal vez, ciertos argumentos incómodos. Casi idénticos a los expuestos por un grupo de directores que dialogaron ayer con Todesca. ¿Por qué motivo si hay recortes en el RENAR, la Secretaria de Medios o la Biblioteca Nacional no podrían hacerse también en el INDEC? Justificativos, quizás, existirían de sobra. Haciendo un repaso de las bajas producidas hasta ahora en organismos estatales, es cierto que el Instituto de Estadísticas y Censos no aparece.

Tampoco podría ignorarse como condimento de la pelea otras situaciones. Entre los morenistas incorporados en su época figuran dirigentes que son ahora delegados gremiales. Sus hipotéticos despedidos podrían significar un severo dolor de cabeza. Lo supo Gabriela Michetti en el Senado cuando realizó su primera barrida. Menos aún debería soslayarse una historica puja intersindical en el Estado. La de UPCN, de identidad peronista, con la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), cuya vertiente principal conduce Pablo Micheli. Se trata de una de las pocas organizaciones que no intervino en la cumbre de la semana pasada del Presidente con los caciques gremiales. De hecho ATE fue la primera en salir en defensa de la funcionaria desplazada.

Habría otras cuestiones, ajenas a la crisis del INDEC, que tampoco ayudarían a colocar en caja las expectativas sociales sobre la inflación. No sería una tarea sencilla coordinar un gabinete económico dividido en siete unidades. Una estrategia urdida por Macri para diluir la figura del superministro que se instauró en la democracia, sobre todo, con Domingo Cavallo. De aquella tarea se encarga Mario Quintana. El ministro de Agricultura, Ricardo Buryaile, desató hace pocos días una polémica publica sobre el precio del asado con una base, para muchos, demasiado elevada. El titular de Energía, Juan José Aranguren, no terminó todavía de plasmar el ajuste de las tarifas de luz y ya presagia otro aumento para los combustibles. Nadie discute la necesidad de tales reacomodamientos. Pero tanta premura, a lo mejor, no se condeciría con el gradualismo que pretende hacer regir Prat-Gay.

También, en ese contexto complicado, influye el calendario. Faltan menos de dos semanas para concluya el tramo fuerte del verano y se retomen casi a pleno las actividades. Entre tantas, el inicio de las clases. Será ése el momento en que la sociedad empezará a reparar sobre los ajustes económicos y el impacto real en sus bolsillos. El macrismo promete estar atento a la evolución del humor colectivo. Y a la posibilidad de que la estrechez provoque un suave aterrizaje del consumo. Un ejercicio que, sin otras decisiones de laboratorio, podría desacelerar una inflación convertida ahora en la peor amenaza.

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