Moreno arma su propia tropa y le hace sombra La Cámpora

Moreno arma su propia tropa y le hace sombra La Cámpora
El secretario de Comercio Interior se ufana de ser el único funcionario que salió ileso a la embestida de la agrupación juvenil y juega con lo suyo en el kirchnerismo. Unamuno y Rabanaque, dos apellidos con historia peronista, arman la juventud. En paralelo construyó un frente de empresarios nacionales. Los planes del futuro.

Guillermo Moreno está exultante y no porque haya maltratado empresarios, una marca registrada en los casi siete años que lleva de secretario de Comercio Interior.

Sin enemigos fuertes en el empresariado, Moreno trabaja sin prisa pero sin pausa en el armado de frentes políticos y empresarios que le permitan un futuro en el postkirchenrismo. Una mezcla de actores disímiles, pero capaces de acompañar al secretario donde sea.

Y en ese camino se cruza, por ahora sin fricciones, con La Cámpora, que no pudo torcer su poder en el Gabinete como si hizo con tantos otros referentes del kirchenrismo con Néstor Kirchner en vida.

Con ese galardón, hace un año que además de marcarle los límites a empresarios, Moreno intensificó sus reuniones de militancia y armó su tropa juvenil en paralelo a La Cámpora, un mérito que pueden atribuirse en este gobierno.

Sus dos principales espadas juveniles son Gonzalo Unamuno y Rodrigo Rabanaque Caballero, hijos de Miguel y Raúl, dos históricos peronistas porteños que militaron con Moreno y eran tan distintos entre sí como sus herederos, que además de organizar eventos trabajan en el Indec.

Se encargan de corroborar si los supermercados cumplieron con los precios acordados, como no ocurre casi nunca.

Miguel Unamuno fue presidente del Concejo Deliberante porteño del último gobierno de Perón y ministro de Trabajo de Isabel Perón antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Gonzalo es definido como un cuadro intelectual con una pluma sofisticada.

La historia de Rabanaque Caballero es más compleja. Integró a Unión Cívica Radical intransigente, luego militó en desarrollismo y recién a los 32 militó en el Frente Justicialista de Liberación Nacional que en 1973 apoyó a Héctor Cámpora.

Se alejó del PJ y fundó el Partido Intransigente junto a Oscar Alende, por el que fue diputado nacional en los ochenta hasta que formó el Frejupo que apoyó a Carlos Menem en 1989. En los noventa se metió en el Concejo Deliberante porteño y ahí conoció a Moreno.

A Rodrigo lo definen bien distinto de Unamuno. “Es un loquito de barrio capaz de trompearse con cualquiera. Hasta tiene causas penales por riñas callejeras”, aseguró una fuente del kirchnerismo a LPO.

En 2012 Moreno le levantó el perfil a ambos y organizó infinidades de tertulias. Varias fueron en el hipódromo de Palermo, tantas que algunos especulan que el secretario tiene algo que ver con la tradicional casa de juegos.

Moreno también se mezcla con otras agrupaciones: los lunes no faltó a casi ninguna reunión del kirchnerismo porteño, que solían tener como sede algunas de las casas de La Cámpora.

Aunque algunos llegaron a creer que pretende una candidatura, quienes más lo conocen hacen lecturas más simples. “Él siempre militó en el PJ porteño y ya en 2002 se movía junto a Kirchner con ganas de armar en Capital Federal. Alberto Fernández siempre fue una traba para él, sobre todo cuando no era conocido y estaba en la Secretaría de Comunicaciones”, explican.

El miércoles, el secretario puso toda la carne al asador para hacerse notar en la llegada de la fragata Libertad, en Mar del Plata. Además de fletar micros para organizaciones kirchneristas, apeló a sus más antiguos contactos del peronismo porteño. Uno es Daniel Trossi, un militante peronista de vieja data, que saca pecho cuando le dicen que Moreno es el único kirchnerista que sobrevivió a La Cámpora.

Los comerciantes

En 2012 Moreno alimentó también un frente de empresarios que le responden y fueron su carta para las exóticas giras por Angola. Su mano derecha es Fabián Zeta, presidente de la Cámara de Operadores Mayoristas Frutihortícolas del Mercado Central de Buenos Aires (Comafru), con quien suele reunirse los jueves a diagramar las promociones de frutas y verduras.

Fue Zeta, un histórico del Mercado Central que hace tres décadas vendía verdura en los puestos, quien en 2011 denunció a las consultoras para que no difundieran más los índices de inflación.

El otro morenista es Ider Peretti, tambero y consignatario de hacienda, recordado por el saludar a Cristina Kirchner durante el funeral de Néstor Kirchner, un gesto que le garantizó un empleo en el Gobierno.

Con oficina en el Mercado Central, Peretti se mostró exultante durante la gira de Moreno a Angola, donde, aunque los flashes apuntaron a comerciantes minoristas como los de la feria de La Salada, también hubo empresas de renombre como Querubín, fabricante de elementos de limpieza.

Favorecida con varias resoluciones de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, los dueños de Querubín tiene una estrecha relación Moreno y hasta se llegó a rumorar sobre vínculos comerciales. Pero el secretario no deja rastros que permitan acusaciones de ese estilo.

Los comerciantes que acompañan a Moreno se congregaron en 2012 en la agrupación José Ber Gelbard, aquel comerciante minorista que llegó a empresario automotriz y fue el último ministro de Economía de Perón.

Antes había formado la Confederación General Empreasria (CGE), una suerte de contrapeso de la UIA que fue deshilachándose con los años. Ahora está presidida por Guillermo Gómez Galizia, y el vicepresidente es nada menos que Peretti.

Algunas fueron la Cámara Industrial de la Manufacturas del Cuero y Afines, la Cámara de la Industria del Calzado, la del juguete, el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas, la Cámara Argentina de la Indumentaria para Bebés y Niños; la Cámara de Laboratorios Farmacéuticos (Cooperala), la Cámara de la Industria Curtidora Argentina y la Cámara Argentina de la Industria Frigorífica, entre otras.

“Necesitamos sentar las bases de un capitalismo nacional”, les repitió Moreno a estos empresarios, su otra pata de poder.

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