Misión difícil: el oficialismo y la oposición polarizan la pelea pero reniegan de la grieta

Misión difícil: el oficialismo y la oposición polarizan la pelea pero reniegan de la grieta

El Gobierno está satisfecho con el impacto Pichetto y apuesta al mensaje de apertura. El kirchnerismo, con Alberto Fernández, busca mostrar moderación. Los dos apuntan a la franja del medio, porque no alcanza el voto propio. Y aceleran el clima electoral

El oficialismo alteró el paño de la política con el armado de la fórmula Macri-Pichetto. Suena fuerte. Apenas tres semanas antes, la sorpresa había estado a cargo de Cristina Fernández de Kirchner, que se presentó como vice y postuló como número uno a Alberto Fernández. Son sin dudas las dos cartas más fuertes de la pelea grande y exponen pretensiones en un punto parecidas: ampliar su oferta, salir del "voto grieta" – el núcleo duro de sus adhesiones- y dejar poco y nada de la avenida del medio para el resto de los competidores. En otras palabras, un escenario de polarización.

Resulta difícil, pero no sería contradictorio. Los movimientos de oficialistas y kirchneristas reconocen de hecho y en primer lugar las debilidades propias, algo que algunos de sus operadores y diseñadores de campaña admiten en reserva con todas las letras. El voto propio resulta insuficiente.

¿Alcanza con estos pasos, aún sin llegar a categoría de estrategia, para ampliar la base de sustento? Son dos realidades diferentes las que enfrenta cada uno, en una carrera que por ahora se apoya en explotar básicamente los rechazos que generan uno y otra, Macri y CFK. Un recurso pobre y tal vez insuficiente.

Cristina, Alberto Fernández, Kicillof y Magario en el encuentro del jueves con sindicalistas

Los volantazos políticos de estas últimas semanas parecen trabajar sobre una diferenciación básica entre grieta y polarización. La calificación de grieta alude a la fractura o fosa entre los sectores más cerrados de cada vereda, el núcleo casi blindado de uno y otro lado. Tiene base social y combustible variado, no sólo político. La polarización es un fenómeno más amplio, que divide aguas sin dejar espacio significativo a terceras fuerzas y que, al final del camino, es impuesta de hecho por el propio sistema electoral. Visto así, y sin pretensión de categoría de análisis, podría decirse que la polarización incluye pero trasciende a la grieta.

En la práctica, el clima prematuro de polarización tiene también sustento en la crisis del espacio político al que se le adjudicaban chances de contención de la "amplia avenida del medio", al menos en primera vuelta. El desgajamiento y reducción del peronismo federal –cuando era un hecho el camino de Sergio Massa hacia el kirchnerismo y resultaba visible el alejamiento de varios gobernadores- y la cerrazón de Roberto Lavagna frustraron las negociaciones iniciales para constituir un frente y, por último, derivaron en una oferta más reducida del ex ministro de Economía acompañado por Juan Manuel Urtubey.

Juan Manuel Urtubey y Roberto Lavagna serán compañeros de fórmula

Con todo, no parece sencillo ni claro hasta dónde podrán avanzar las rearmadas y renominadas coaliciones de mayor peso: Juntos por el Cambio y Frente de Todos.

La designación de Alberto Fernández como candidato a presidente, en fórmula invertida con la ex presidente como vice, fue explicada como un mensaje para moderar el perfil de la oferta electoral. Fue un cimbronazo también hacia adentro, por recelos y viejas facturas con el ex jefe de Gabinete. Pero se plantó como una "razón estratégica", una admisión en la práctica sobre el límite del voto con exclusivo sello CFK.

Alberto Fernández debería operar entonces en dos terrenos. Imagen y también negociación interna, en especial y aunque no sólo con gobernadores del PJ y con Massa. En el plano de las tratativas pesan, siempre, Máximo Kirchner, por razones claras, y Eduardo Wado de Pedro, considerado un negociador paciente y razonable. Cerrar trato con los gobernadores y Massa fue entendido como un triple objetivo: ampliar la imagen de moderación, sumar compromisos territoriales y dinamitar el armado de Alternativa Federal.

Sergio Massa y Alberto Fernández

En otras palabras, se trataría de dar batalla por la franja de medio, en imagen y con la menor competencia posible de perfil peronista. Habrá que ver hasta qué punto llega el compromiso efectivo de los jefes provinciales en la campaña, pero está claro que el problema de imagen no se agota en la suma de dirigentes. Tema ineludible es el centro de gravedad, ocupado por la ex presidente, y en espejo, cómo es interpretado cada gesto del propio candidato y otros referentes.

El último ejemplo volvió a estar vinculado con la Justicia y los casos por corrupción. Raúl Zaffaroni planteó la alternativa de una ley de revisión de esas causas. Bastante antes, Alberto Fernández había incursionado en ese terreno, sosteniendo que muchos procesos deberían ser revisados, una idea más amplia e inquietante que su razonable cuestionamiento al uso de la figura de la prisión preventiva. Las más recientes réplicas fueron expuestas por el titular de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz; por su antecesor, Ricardo Lorenzetti, y por otro integrante del tribunal, Horacio Rosatti.

Con todo, la sucesión de movimientos había puesto al kirchnerismo en clara posición de ofensiva. El oficialismo discutía por entonces el propio lugar de cada socio y no terminaba de afirmar sin fisuras la candidatura de Macri, mientras reaparecían cada tanto especulaciones en torno de María Eugenia Vidal. La ratificación de pertenencia sellada por la UCR distendió en parte el clima doméstico, con la vice y el nivel de apertura de la coalición como temas a saldar. Eso, mientras el foco de la política seguía ocupado por la muy extensa negociación del kirchnerismo con Massa.

La novedad de Pichetto como acompañante de Macri volvió a alterar el tablero: la movida oficialista ganó el centro de atención. Se quemaron algunos preceptos en el laboratorio electoral y, además de recuperar iniciativa, se buscó expandir un doble efecto de apertura política y mayor sustento de gobernabilidad, en un camino electoral especialmente sensible para los mercados financieros y en medio del frío económico.

Los resultados para el oficialismo son visibles pero en un sentido realista, sin proyección garantizada. Lejos de esperar señales potentes de reactivación económica, las expectativas están colocadas en mantener cierta tranquilidad del dólar, contener y bajar gradualmente la inflación y recuperar un poco el consumo o parar la caída.

La incorporación de Pichetto aportó de entrada en esa dirección y la apuesta es a que elefecto sea prolongado. No sería poco y, señalan sus promotores, constituiría una buena respuesta a las preguntas –cargadas de recelos- sobre qué aportaría el senador peronista. La cuestión política es más amplia.

La movida que terminó sumando a Pichetto expresa que también hacía falta en el oficialismo una señal política diferente hacia las franjas sociales no tomadas por la disputa de la grieta. El mensaje sería –se admite ahora con los pasos dados- que era necesario salir de las prácticas más "endogámicas" del núcleo macrista, según la definición de un partidario de la ampliación de Cambiemos.

Miguel Ángel Pichetto y Marcos Peña

Además de respiro económico, dar la batalla por la franja electoral del medio, o no volcada a ninguna vereda, asomaba como extremadamente difícil sin dar señales de admisión de errores y mensaje de cambio propio. Se verán los resultados. Resulta evidente que la expectativa con Pichetto apunta a trabajar sobre el voto y también sobre referentes peronistas, pero la esperanza más amplia es que la formula Macri-Pichetto reabra expectativas en el voto independiente o menos alineado.

En cualquier caso, si no hay nuevas sorpresas, habrá que ver en el terreno cómo operan los cálculos políticos de unos y otros. Es decir, si la polarización ya no tiene remansos y el clima de balotaje se anticipa en el viaje a la primera vuelta.

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