Mestre-Llaryora, la transición imperceptible

Mestre-Llaryora, la transición imperceptible

Las amenazas se multiplican en el Palacio 6 de Julio, y los planes mestristas de llegar a diciembre sin conflictos se diluyen.

La transición que vive la administración de la Municipalidad de Córdoba es la más larga desde 1983: siete meses con Ramón Mestre despidiéndose y Martín Llaryora ya elegido.

También se trata de la transición más atípica en décadas. No sólo porque es la primera vez desde 1974 que un peronista asumirá en la Capital –Unión por Córdoba hizo intendente a Germán Kammerath en 1999, pero este nunca se reconoció justicialista–; tampoco por el hecho de que Llaryora gobernó dos veces San Francisco y ahora llega como socio estratégico de Juan Schiaretti a la ciudad de Córdoba, sino porque el proceso transcurre con el intendente electo ausente de la escena política.

Llaryora se hizo del 40 por ciento de los votos el 12 de mayo. Dedicó los dos días posteriores a advertir que nadie espere un cogobierno... y no volvió a hablar del municipio. En los cuatro meses que ya han pasado, no dijo una palabra sobre las decisiones de la actual gestión: considera que los cordobeses ya se expresaron.

Ayer partió a Europa, invitado como intendente electo, y volverá a fin de mes. Cuando llegue, ya estará constituida una comisión de transición de la que sólo espera información económica oficial –su diagnóstico es dramático– y es muy probable que no hable hasta el 10 de diciembre.

El viceintendente electo, Daniel Passerini, será quien concentre su representación; es lo único oficial. Ningún otro nombre, de los muchos que suenan, tiene confirmación. En esto, la situación es idéntica en lo que respecta al futuro gabinete provincial, y todo indica que ambas indefiniciones son una sola. Los dos equipos se definen en simultáneo.

A tal punto llega el mutismo que la semana pasada el propio Mestre –supuesto beneficiario del "respetuoso silencio"– salió a reclamar que su sucesor hiciera pública su postura sobre Uber, tras el debut intempestivo de esa aplicación no autorizada y con el conflicto de taxistas y de remiseros estallando en las calles justo en el momento en que el intendente intentaba inaugurar la obra más importante de su gestión.

"El intendente es Mestre y tuvo mucho tiempo para preparar una estrategia para Uber; si se quiere ir antes, que avise", fue la respuesta informal desde el equipo del sucesor. Nadie sabe aún cuál es la postura de Llaryora sobre Uber, pero los acontecimientos se le precipitan a Mestre: esa es la dinámica de esta transición atípica. Y se reitera en varios ámbitos de la gestión.

Los frentes amenazantes se multiplican en el Palacio 6 de Julio y los planes mestristas de llegar a diciembre sin conflictos se diluyen.

La asfixia económica se agrava, la presión de los proveedores crece ante la certeza de que Llaryora asumirá con emergencia económica y reprogramación de la deuda flotante, y el frente financiero también arde: esta semana, Mestre debe resolver cómo atender un vencimiento de Letras por 350 millones de pesos, más intereses. Intentará culpar a la administración Schiaretti por supuestas deudas millonarias con el municipio, pero todo indica que terminará pagando tasas astronómicas y renovando esos títulos. Esto volverá a ocurrir en noviembre.

El desmanejo de años en el servicio de higiene urbana también le pasa factura a la actual administración. No sólo se evidencia en la causa explosiva por lavado de dinero contra las autoridades del Surrbac –el municipio jamás intentó poner coto a las prácticas abusivas de ese gremio, que se originaron en la empresa municipal Crese y siguieron en el Esop–, sino que estalla también en demandas astronómicas de la exprestataria Cotreco, que pueden complicar todavía más el faltante de recursos municipales.

En el Palacio 6 de Julio, las teorías conspirativas están a la orden del día: para todo hay una explicación que incluye una maniobra aviesa del peronismo. Pero eso no resuelve los problemas.

La actitud sigilosa de Llaryora se hace más llamativa por el contraste que ofrece Alberto Fernández. Uno elude el rol de intendente electo y el otro actúa como presidente en funciones antes de ser elegido.

Hoy habrá una muestra de eso en Córdoba, y el más incómodo de todos será Juan Schiaretti. El homenaje a José Manuel de la Sota se preparó como una ceremonia de Estado, pero el protagonista central será alguien que se declaró amigo del exgobernador casi un año después de su muerte. Será larga la procesión que inicia el peronismo cordobés.

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