Memoria y primer balance

Memoria y primer balance

Por: Mario Wainfeld.

Los memoriosos recuerdan que, en 1965, el peronismo semiproscripto pudo participar en las elecciones para gobernador en Mendoza. Augusto Timoteo Vandor, líder de la “burocracia sindical”, impulsó un candidato propio en abierto desafío a Juan Domingo Perón. 

Este respondió armando un partido de apuro, que candidateaba a Ernesto Corvalán Nanclares quien superó a Serú García, dejando de garpe al “Lobo Vandor”. Los justicialistas añosos o de buena memoria lo evocan como una gesta, aunque no se ganó la gobernación.

Antonio Cafiero confrontó con la decadente cúpula del Partido Justicialista (PJ) en 1985. Herminio Iglesias se quedó con el sello, los símbolos y la boleta del Partido Justicialista (PJ). Cafiero armó el Frente Renovador (FR), con aliados de otras fuerzas, entre ellos el democristiano Carlos Auyero. Batió a Herminio, con holgura. Los radicales se quedaron con el primer lugar, los renovadores dejaron atrás a los rivales internos. Se abrió camino a un cambio sustancial en el PJ, al que Cafiero regresó pronto.

El ex diputado Sergio Massa revivió la sigla FR en 2013 para oponerse al kirchnerismo. Cero reproches por plagio: las siglas y los nombres se agotan según corren los años.

Nota al pie:nula posibilidad de comparar la magnitud de las trayectorias de Cafiero (un emblema de la mejor tradición peronista) y Massa.

Los abundantes ejemplos dan cuenta de que “ir por afuera” es una contingencia habitual en el peronismo, que siempre recibe a los hijos pródigos, con especial cariño si son vencedores.

La reseña, incompleta, pareció ser ignorada en la grotesca parte doctrinaria de la sentencia de la jueza federal con competencia electoral María Romilda Servini, apologista del mito de la unidad.

Su Señoría se apuró a decidir, salteó incluso solicitar dictamen al fiscal Jorge Di Lello, militante peronista y preso político en sus años mozos, quien hubiera podido esclarecerla un poco, si ese milagro fuera posible.

La injerencia y la parcialidad del fallo hacen ocioso abundar más. 

Designar interventor a Luis Barrionuevo rebasa cualquier lógica, salvo la de favorecer al dispositivo mediático del oficialismo que se hace un picnic con las cuitas entre compañeros. Abstrayendo de las causas y los generadores del entuerto: manual de duranbarbismo, bolilla uno.

La magnitud del daño que puede infligir Barrionuevo es indefinida, notorio su potencial para causarlo. En principio, no tiene competencia para intervenir los PJ provinciales. Dichas decisiones conciernen a los respectivos Congresos pero la jurisprudencia habilitó en alguna ocasión a que un interventor tomara la medida desde el partido nacional, ad referéndum de la confirmación de los Congresos locales. Barrionuevo dispone de una carta brava, claro que jugarla lo malquistaría (aún más) con los dirigentes peronistas con peso, que en general le vienen dando la espalda.

La movida sorprendió a la cúpula del PJ que, amén de debatir y defenderse en los tribunales, seguramente tendría que repasar sus propios desempeños. No solo en el funcionamiento cotidiano del partido, que bascula entre la inexistencia y el tedio, sino también en la capacidad para responder al activismo oficialista con algo más que protestas y denuncias.

La comunicación macrista es vivaz y estructurada, sobreabunda resaltarlo. En la vereda de enfrente, las variadas vertientes peronistas parecen carecer de tácticas propias…complicado tenerlas sin un diseño estratégico. Las réplicas, entonces, se dispersan, pecan de improvisación, a menudo son funcionales a las tácticas del adversario. La batahola en el Congreso, semanas atrás, es un caso entre tantos.

La cuestión trasciende el, importante, marco mediático. Apunta a las dificultades opositoras para iluminar “otra política”, para tomar la iniciativa con más frecuencia y creatividad. O para complementar los cónclaves de dirigentes con otras acciones que impliquen a la militancia, a simpatizantes o a afiliados que, hoy y aquí, la miran por tevé.

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