La Matanza: donde la batalla del PJ recién comienza

La Matanza: donde la batalla del PJ recién comienza
Con 950.000 votantes y el resto de los candidatos alejados de la pelea, el distrito más populoso puede definir el futuro del Gobierno y de Massa después de octubre
Lo dicen los libros, las encuestas y los huevazos que el domingo pasado malograron la caravana de Sergio Massa. Lo repiten en los despachos del intendente kirchnerista Fernando Espinoza y en los flamantes locales del Frente Renovador (FR). Lo aceptan los candidatos opositores, que para llegar a una banca de concejal necesitan más votos que un gobernador patagónico. "Acá es el peronismo contra el peronismo", insisten, festejan, lamentan. Acá es La Matanza.

Bastión del PJ, los 950.000 electores de La Matanza resultan tan vitales al kirchnerismo, para compensar la avanzada de Massa en la zona norte del conurbano, como para el intendente de Tigre, que necesita quebrar el dominio de la Casa Rosada sobre los municipios ubicados al sur y al oeste de la Capital Federal.

En las primarias, Massa logró imponerse en el primer anillo de La Matanza, en las zonas de clase media de Ramos Mejía, Lomas de Mirador y San Justo, con el 38% de los votos. El kirchnerismo, que allí obtuvo el 30%, se hizo fuerte en el segundo y tercer anillo del distrito, el que comienza en el Camino de Cintura y finaliza en la zonas rurales de Virrey del Pino e incluye las localidades ultraperonistas de Gregorio de Laferrere y González Catán.

En esa región, el Frente para la Victoria se quedó con el 51% de los votos, mientras que Massa arañó el 26%. Margarita Stolbizer cosechó apenas un 4,5% en el oeste obrero, pero si quedó lejos de la pelea grande fue porque el massismo le quitó electores históricamente filoradicales en el primer cordón, donde apenas logró 10% de los votos.

Francisco de Narváez redondeó un 9,6% en toda La Matanza, pero en octubre no contará con su candidato estrella, el árbitro Javier Castrilli, que abandonó la lista de ediles abruptamente. En su lugar quedó el camionero Luis Velázquez, que por estos días atraviesa otra complicación: mantener unida la CGT local.

Por eso, progresistas y denarvaístas quedaron relegados a una pelea menor, junto a los candidatos trotskistas: alcanzar en el plano local el mágico 8,33% que habilita a ingresar al Concejo Deliberante (HCD).

La pelea mayor quedó para el peronismo. Massa construyó su estructura sobre cinco dirigentes: el más joven, Fernando Asencio, es el primer candidato a concejal y encarna la renovación generacional que postula el FR. Ligado a Felipe Solá, ya recorrió el distrito con su nombre al tope de una lista en 2011, de la mano de De Narváez, y en 2009, con Unión Pro.

Miguel Saredi encarna la pata menos anti-k del armado massista, en virtud de su desempeño reciente junto al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y su trabajo actual con el intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi. También es percibido como cercano por parte del PJ, que sustenta a Espinoza.

Jefe del bloque del FR, el concejal Ariel Martínez representa la pata más ortodoxa del PJ. Con décadas de militancia en el distrito, no reniega de su pasado junto a Eduardo Duhalde ni de tener, como Saredi, contactos aceitados con el PJ municipal.

El armado massista se completa con dos patas sindicales: Julio Ledesma y Abraham Delgado. Líder del Sindicato de Comercio local, el diputado nacional Ledesma fue quien más estructura aportó al armado de Massa, la misma que supo poner al servicio de Néstor Kirchner y Duhalde. "Toto" Delgado comanda la seccional Oeste del sindicato de Gastronómicos de Luis Barrionuevo y en política trabaja junto a la esposa del gremialista, Graciela Camaño.

El armado de Espinoza tiene sus generales dentro del gabinete municipal y el HCD, pero su poder real depende de una red de interrelaciones mucho más compleja, que copia palmo sobre palmo la geografía de La Matanza y depende de "familias" que, con el tiempo, terminan convirtiendo su apellido en sinónimo de un barrio o una localidad.

"Hablar de los Pintos [la familia de Liliana Pintos, candidata a diputada provincial] es hablar de los monoblocks de La Tablada, así como los Silva [por el diputado Daniel Silva] son el PJ de Rafael Castillo", describió un conocedor del peronismo matancero, en una lista que terminó incluyendo apellidos como Ramírez, Fresco, Russo, Castro y Barrera, entre muchos otros que se repiten en el organigrama municipal de Espinoza.

"Es errado hablar de «balestrinismo» o «espinozismo», porque los jefes de las familias son el verdadero poder y debajo de ellos existen cientos de familias más pequeñas, un poder más real. Son los que ganan las elecciones", completó la fuente.

Hoy un consenso se extiende por toda el arco político de La Matanza: contra los pronósticos iniciales de sus adversarios, Espinoza logró consolidar bajo su mando la estructura que heredó de Alberto Balestrini, luego del ACV que sufrió el ex intendente y ex vicegobernador en 2010.

Ese hecho termina esterilizando otros debates, como el rechazo unánime de opositores y ambientalistas al Centro Ambiental de Reconversión Energética, que Espinoza levanta en González Catán para convertir en energía los residuos que hoy terminan en el Ceamse y, de paso, reciclar su poderío local en una candidatura provincial, en 2015.

También oculta el debate sobre la viabilidad de un distrito que, con dos millones de habitantes, tiene el mismo presupuesto que los 300.000 vecinos de San Isidro. A Espinoza, los opositores le reconocen una gestión ordenada, que aprovechó al máximo los favores del Gobierno, pero que está lejos de revertir algunos de los indicadores sociales más dramáticos del país. Nada de eso importará demasiado la noche del 27 de octubre, sino lo que decida el PJ..

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