Massa y Scioli, sin figuras en la Capital

Ambos saben que es un distrito clave y dominado por el macrismo. Quieren sumar famosos para fortalecerse.
Con los sondeos de opinión pública a favor –los voceros más efusivos del PRO dicen que la gestión está en un nivel récord: seis meses consecutivos con cerca de un 70% de aprobación– Mauricio Macri sostiene en privado que no le preocupa cuál de sus delfines será finalmente el aspirante a la sucesión. “La Ciudad la ganamos con cualquier candidato”, se jacta en las sobremesas que mantiene en el salón comedor de Bolívar 1. Sergio Massa y Daniel Scioli creen que eso está por verse, comienzan a mover fichas, pero lo hacen a tientas: no saben bien con qué discurso (“ser muy opositores en la Ciudad podría ser suicida”, coinciden) ni con qué estrategia ni, sobre todo, con qué candidato plantarse. Construir un potencial jefe de Gobierno ya forma parte de las deliberaciones presidenciales de massistas y sciolistas con miras a 2015.

Por ahora en reserva, el mismo Scioli que soñó muchos años con gobernar la Capital hasta que en 2007 Néstor Kirchner decidió hacerlo jugar en Provincia, prepara el desembarco con distintos enfoques. Tiene previsto encabezar en la Ciudad los actos de reinauguración de 10 sucursales del Banco Provincia que preside uno de sus hombres clave, Gustavo Marangoni, asistir a la Feria del Libro en La Rural y, al mismo tiempo, hallar alguna excusa para posar con los futuros conductores del PJ porteño, el sindicalista Víctor Santa María y el presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde.

“El PJ porteño tiene que ser una caja de resonancia donde además se puedan dirimir las internas que puedan surgir”, afirma un dirigente del riñón del gobernador. La gran Scioli: dejará que los otros se peleen por los cargos y que se encarguen de la construcción. Mirará de reojo. Aunque tampoco come vidrio: “Daniel sabe que si no sumamos gente conocida y con prestigio estamos fritos. El electorado porteño es especial y siempre esquivo al peronismo”, dicen en su entorno.

Scioli piensa en la figura de extrapartidarios para replicar un modelo que él conoce mejor que nadie: el de los famosos que irrumpen de un día para el otro en política. Tiene artistas y deportistas en carpeta. Sus nombres los guarda bajo llaves: “No nos podemos pelear con La Cámpora antes de tiempo”, deslizan cerca suyo.

Massa puso un pie en la Ciudad apenas ganó las elecciones bonaerenses, de la mano del ex jefe de Gabinete Alberto Fernández; del ex ministro de Justicia, Alberto Iribarne; y del ex viceministro Daniel Arroyo. Pero le pasa lo mismo que a Scioli: ninguno de los que se mueven detrás de escena le garantiza un piso importante de votos. Massa los prefiere como armadores. En su frente han pensado alternativamente en tres economistas para disputar el sillón de Macri. Roberto Lavagna, que no se muere por ser; Martín Lousteau (una debilidad para el tigrense), hoy aferrado a la sigla de UNEN; y Martín Redrado, quien trabaja para ser ministro de Economía de un eventual gobierno massista. Otro sector quiere patear el tablero y convencer al periodista Juan Pablo Varsky, a quien ya habían intentado seducir para que fuera candidato en las legislativas. “Vamos a sorprender”, promete Massa.

Los movimientos massistas y sciolistas en Capital tienen razones obvias, pero una que los alerta en especial. Ambos sospechan que, si a Macri le conviene para su proyecto presidencial, podría pegar las elecciones a jefe de Gobierno con las presidenciales. Hoy, por la ley 875, tienen que ir separadas. Nada que no se pueda remediar: el PRO debería enviar un proyecto a la Legislatura y reunir 40 de los 60 votos para derogarla.

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