Masacre en Panambí: otras pruebas de laboratorio cierran el cerco contra los sospechosos

Masacre en Panambí: otras pruebas de laboratorio cierran el cerco contra los sospechosos

La investigación por la Masacre de Panambí avanza y lo hace en el terreno menos mediático: el del laboratorio. 

Las pericias que van sumándose al voluminoso expediente van cerrando el círculo en torno a los tres imputados que tiene el caso, el chapista Marcial Alegre (45), el ex prefecturiano Pablo Julio Paz (51) y Juan Ramón Godoy (44), todos domiciliados en San Javier. Misiones Online accedió a una serie de datos vinculados a la causa y los detalla de manera exclusiva.

Dos días después de que una banda de criminales asaltara y quemara viva a cuatro integrantes de la familia Knack (tres de las cuales perdieron la vida) en su casa del kilómetro 7 de la ruta provincial 5, la Policía allanó el taller de Alegre y secuestró un verdadero arsenal, compuesto por armas de grueso calibre (de guerra), municiones, explosivos, pasamontañas e insignias de fuerzas de seguridad. Todo ese material decomisado fue sometido a diferentes estudios periciales.

En primer lugar, se determinó que el grueso del armamento tenía la numeración adulterada para que se dificultara saber su procedencia. Hasta ahora, no se estableció de dónde provienen, pero es un hecho que del mercado negro.

Entre lo incautado había pistolas calibre 9 milímetros y 11,25; itakas y revólveres 347 Magnum. Algunas de las piezas estaban preparadas especialmente para que se le acoplaran silenciadores caseros (los que son oficiales solo pueden ser utilizadas por las fuerzas de seguridad) y miras láser. No se trata de accesorios habituales: los primeros buscar reducir el efecto sonoro de las detonaciones y los segundos que los disparos se ajusten a un blanco determinado sin nivel de error. Para los detectives, es el equipamiento que usa una banda que comete golpes comando o también las herramientas de las que disponen los asesinos profesionales o sicarios.

A las armas se suma la cantidad descomunal de municiones encontradas. Había proyectiles hasta para fusiles de asaltos y también detonadores para explosivos.

“Esta gente deberá explicar de dónde sacó todo eso y para qué lo tenía. Estamos ante un grupo que no salía a cazar pajaritos justamente”, opinó un investigador que lleva más de dos décadas de trabajo en la Policía de Misiones. De ahí que se entienda la decisión de que dos de los sospechosos por la masacre fueran alojados en la Unidad Penal Dos de Oberá y no en una comisaría.

Los silenciadores y accesorios para miras láser dan a los detectives la idea de que el responsable del taller o la persona que guardaba allí el material sabe de armas y también tiene las herramientas necesarias para acondicionar las piezas de manera “casera”. Es allí donde posan la mirada puntualmente en dos de los imputados: uno fue integrante de la Prefectura Naval Argentina, por lo que se presume que sabe de armas; y otro es chapista, y tiene todo tipo de herramientas.

Los vestigios vegetales

 Otro dato que se conoció en las últimas horas es que la gavilla que asaltó y le prendió fuego a Carlos Knack (43), su esposa Graciela (42) y a los hijos de la pareja Bianca (12) y Cristian (25), dejó abandonada en la casa de Panambí una capucha. Esa prenda fue examinada de manera minuciosa y encontraron que presentaba adheridos restos de hojas. Esos mismos vestigios vegetales fueron detectados en ropa que le secuestraron a dos de los imputados. El cotejo llevó un trabajo de días, pero dio positivo. Es uno de los elementos fuertes con que cuenta la jueza de Instrucción Alba Kunzmann de Gauchat, quien dirige la investigación.

Las fuentes admitieron que fue complicado el análisis del escenario de la tragedia, porque el fuego primero y los intentos desplegados por las víctimas para apagar las llamas después hicieron imposible que aparecieran otros indicios esclarecedores.

Revelaron además que los ladrones no revisaron toda la casa, por lo que no dejaron sus huellas en todos lados. El principal desorden lo causaron en la habitación que luego incendiaron.

Sobre la caja de zapatos donde encontraron la huella digital que luego se supo pertenece al ex prefecturiano Pablo Julio Paz, apuntaron que el levantamiento de la prueba se hizo en el mismo lugar del hecho y descartaron cualquier tipo de contaminación.

Tanto el abandono de la capucha como el hecho de que dejaran allí una huella digital son considerados por los pesquisas como “descuidos” de los criminales.

Otro dato al que accedió este medio tiene que ver con el auto decomisado en poder de uno de los imputados. Los peritos determinaron que el coche fue lavado de manera integral horas después de que se conociera la masacre, pero lo que la hidrolavadora no borró fue un pequeño roce detectado en un sector del rodado. Las marcas de ese golpe coinciden por ubicación y forma con el que se dio un vehículo que horas antes del demencial asalto en un camino vecinal de las afueras de Panambí al salir de la calzada y dar contra un tronco que señalizaba la presencia de una alcantarilla.

La hipótesis que manejan la Policía y la Justicia es que los asesinos de los Knack llegaron a Panambí desviando los controles que la fuerza de seguridad había montado para cuidar los puentes sobre la ruta costera 2. En ese afán, habrían buscado rutas alternativas y que en el determinado momento, rastreando un puente, equivocaron la senda y tomaron una que terminaba en una residencia particular. Precisamente, los ocupantes de esa casa, al ver la inusual presencia de un auto, salieron a ver quiénes viajaban en él. Sin embargo, y de acuerdo con lo que declararon dos de esas personas, el coche giró y se alejó.

El mencionado vehículo tiene similares características al VW Bora que le incautaron a Godoy, que tenía la marca llamativa que para los detectives fue el impacto contra el tronco que señalizaba la alcantarilla.

El único sobreviviente de la masacre, Cristian Knack, sigue internado en Posadas. En las últimas semanas, ha evidenciado una sensible mejoría. De todos modos, se halla en estado crítico.

Ninguno de los tres imputados accedió a ser indagado. Dos iniciaron gestiones para que los asista un abogado particular. El restante es patrocinado por una defensora oficial.

Algunos investigadores creen que hay más personas que participaron del hecho, porque para montar la logística que insumió el ataque a los Knack estiman que como mínimo se necesitan cuatro o cinco personas. ¿Tendrán esos sospechosos que faltan el dinero robado? ¿Uno de ellos fue el autor de la llamada anónima que orientó a los detectives hasta el taller de San Javier donde apareció el arsenal? Son preguntas que se hacen a diario quienes tienen la difícil tarea de desentrañar uno de los casos más espeluznantes que registra la historia criminal misionera.

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