Marcos Peña, en el ojo de la tormenta

Marcos Peña, en el ojo de la tormenta

Hubo rumores de renuncia, pero no son ciertos. En diálogo con Infobae, respondió: "Es probable que me usen para decirle cosas al Presidente"

El ojo de la tormenta es un lugar curioso. Allí adentro los vientos son leves, normalmente hay muy poca precipitación y la presión es baja. Pero el ojo está rodeado por la llamada "pared del ojo del ciclón", donde la tormenta adquiere toda su fuerza y los vientos adquieren la velocidad más potente y peligrosa.

Nuestro país, qué duda cabe, está sometido a los vientos huracanados de una tormenta que no sabemos cuándo pasará, ni cómo nos encontrará cuando termine. No estamos demasiado convencidos si recién empieza o irá adquiriendo más potencia con el transcurso de los días.

En cambio, hay coincidencia de que es Marcos Peña, el jefe del Gabinete, quien fracasó en el intento de hacer reformas de la economía bajo un programa gradual, el que está en el centro de todas las miradas, en el ojo mismo de la tormenta que estaba convencido que podría evitar.

"Sé que cuando hay una turbulencia aquéllos que tenemos más responsabilidad recibimos críticas o presiones, viene con el cargo", dijo ayer por la tarde en diálogo con Infobae. Y consultado acerca de si el cargo le está pesando, o le pesó en algún momento, simplemente comentó que "el peso viene con la responsabilidad de que las cosas salgan bien, no tanto porque me critiquen o no".

Peña no es un recién llegado al mundo Macri. Sabemos que se formó en él, fue fundador de la juventud del PRO y legislador porteño por Compromiso con el Cambio cuando tenía 26 años. En el 2007, cuando ganaron las elecciones de la Ciudad, llegó a la secretaría general. Tenía 30 años y allí estuvo hasta que Cambiemos alcanzó la Presidencia y fue colocado al frente de la Jefatura de Gabinete.

Peña informando en la Cámara de Diputados, en tiempos mejores.

Muchos creen que ese fue el error primigenio de Macri, es decir, colocar en un lugar estratégico a alguien demasiado joven (tenía 38 años cuando arrancó) y con nula experiencia política fuera del PRO. "Marquitos es buenísimo para la comunicación, pero no tiene la menor idea de qué se trata gobernar", decían por aquello días para bajarle el precio.

Era obvio, entonces, que el Presidente buscaba evitar un jefe de Gabinete con poder propio, como fue el caso de Horacio Rodríguez Larreta, que tuvo ese cargo durante ocho años en la Ciudad. El hoy Jefe de Gobierno porteño viene del peronismo, tiene cantidad de amigos peronistas, y es demasiado hábil a la hora de construir alianzas políticas. No es el caso de Peña.

 Es probable que algunos me usen para decirle cosas al Presidente

Además, Macri estaba cansado de que atribuyeran todos los logros de la gestión a Rodríguez Larreta y no a él mismo. Hasta llegó a creer que de la usina de Larreta había salido el prejuicio de que él era vago, como quiso instalar Aníbal Fernández cuando era Jefe de Gabinete de Cristina. Esta presunción, que estuvo muy instalada en Bolívar 1 -donde funcionaba el Gobierno porteño por esos tiempos-, es lo que hizo creer a Gabriela Michetti que tenía chances reales de competir por la herencia en la Ciudad. Pero se equivocó.

La mentalidad de Macri es bastante más compleja. Siempre va a privilegiar el orden por sobre el caos, y llevar a Michetti entonces hubiera puesto en riesgo la gestión en la Ciudad. Además, estaba muy conforme con el trabajo de Rodríguez Larreta. Lo que buscó es diseñar otra estructura de gestión para la Presidencia y así nació el modelo "son mis ojos, son yo", la tríada Peña/Gustavo Lopetegui/Mario Quintana, los responsables del diagnóstico, el relato y la ejecución del plan de Gobierno.

Desde sus mismos inicios, ese modelo fue incomprensible en el mundo que rodea a la Casa Rosada, lo que incluye a los propios funcionarios. Ministros sin poder, que debían estampar su firma en resoluciones que tomaban otras personas sin responsabilidad legal, no era algo que pudiera salir bien. Alfonso Prat Gay y Carlos Melconián fueron los primeros que saltaron expulsados del sistema porque no estaban dispuestos a firmar decisiones con las que no estaban de acuerdo.

Y mientras el Gobierno se volvía cada vez más rígido y lento, en un mundo cada vez menos favorable para países de mal historial como el nuestro, el dólar saltó por el aire, se perdieron más de 12.000 millones de dólares en reservas hasta que Federico Sturzenegger, que nunca creyó que podía tocarle pasar por semejante emergencia, salió eyectado también. Lo demás, FMI, "Toto" Caputo y un Dujovne que empieza a acomodarse a un cargo algo más empoderado, es historia conocida.

El Presidente no está seguro de que los cambios que realizó alcancen. Está madurando otros más, y más drásticos. Evalúa riesgos y sacrificios, analiza fríamente cada cosa que le dicen, aun personas que están muy lejos de su mundo cotidiano pero que, por alguna u otra razón, valora en su desempeño. Escucha, más que nada, a los emprendedores que están fuera del círculo rojo. Las críticas a su Jefe de Gabinete que escucha por ahí, asume, son críticas al modelo de gestión que inventó para evitar que fuera un Rodríguez Larreta el que se llevara las medallas de "gran gestor".

En los últimos días recrudecieron rumores de que Peña se iría, que había presentado la renuncia, que dejaría el país para irse a alguna embajada. Nada de esto es cierto. Tampoco que Lopetegui y Quintana estarían preparando una retirada o, también, algún nuevo destino en el Gabinete.

Sin inmutarse por los rumores, Peña le dijo a Infobae: "Es probable que algunos me usen para decirle cosas al Presidente, es natural. Pero la llevo bien, amo lo que hago, si ponés tu ego por delante de la tarea, seguro que te vas a equivocar ". Agregó que "estoy tan optimista y entusiasmado como el primer día, más allá de estar muy al tanto de la angustia y el miedo que se generan en estas situaciones de inestabilidad. Pero creo que son dificultades que debemos atravesar y que saldremos fortalecidos como país".

Puede ser que su tranquilidad obedezca a que, justamente en el ojo de la tormenta, el clima sea más benigno que el que nos toca vivir a los demás. Tal vez a que sepa que, como  sucede desde que se incorporó al PRO donde le tocó vivir las inclemencias habituales de la política, esta tormenta también pasará.

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