Mandela, el hombre que cambió la historia a través del deporte

Mandela, el hombre que cambió la historia a través del deporte
"Madiba" confió en el poder del rugby, y con su lema "Un equipo, un país", logró unir a Sudáfrica en medio del apartheid. Su leyenda hizo posible la llegada del Mundial de Fútbol en 2010

"Es muy fácil romper y destruir. Los héroes son aquellos que hacen la paz y construyen". Nelson Mandela se preparó durante 27 años en la cárcel para cambiar la historia de su nación. La dura política de segregación sufrida durante 18 años en Robben Island, donde los internos negros, como en el resto del país, eran los menos favorecidos, lo educaron para vencer el odio.

En 1994 se transformó en el primer presidente negro de Sudáfrica y, a través del deporte favorito de los blancos, logró terminar con el apartheid. "Reservado su uso para miembros de la raza blanca", rezaban los carteles de ingreso a las canchas de rugby en las zonas de mayor segregación del país. Los negros odiaban el rugby, daban apoyo al rival de turno.

"Madiba" entendió que el Mundial de Rugby era la oportunidad máxima para unir a las dos Sudáfricas en pro de un mismo objetivo, aunque pocos creyeran en él. Los negros planificaban el boicot al torneo y desconfiaban de un posible pacto del líder. Los blancos temían represalias en su Copa del Mundo por tantos años de segregación y maltrato.

Una reunión con el capitán de los Springboks Francois Pienaar comenzó a darle forma a su idea. El mensaje llegó a un grupo de jugadores que contaba en sus filas con un solo negro, el ala Chester Williams, y las distintas clínicas de rugby por el país comenzaron a dar sus frutos. A pocos días de comenzar el Mundial en el país, el deporte empezó a ganar simpatía en los niños de la raza negra y los jugadores se dejaron seducir por el carisma del presidente.

"¿Qué es lo que más les importa a los blancos? ¿Su religión? ¿Su Dios? Sí, pero también el rugby. A ver si somos capaces de utilizar esa pasión para unificar el país", señaló Mandela a su círculo íntimo. Sabía que no debía poner obstáculos a la pasión de la minoría blanca. Tenía que ganarse su confianza. Sin embargo, aprovecharía para imponer dos cambios determinantes en la construcción del nuevo país: el himno y la bandera, dos símbolos del apartheid.

La ovalada empezó a rodar y la selección sudafricana empezó su camino rumbo a la hazaña con el mismo fanatismo en la minoría blanca y desaprobación de la raza negra. Pero Mandela se mostraba públicamente junto a Pienaar y soñaba con el triunfo deportivo que conseguiría la unión de su país. Confiaba en destronar a los All Blacks de Jonah Lomu. Amanecía cada día imaginando ese partido que causaría la felicidad de todo un país. Y ese día llegó.

"Sólo recuerden que toda esta multitud, tanto negros como blancos, está con ustedes, y que yo estoy con ustedes", arengó Mandela a los jugadores antes de salir a jugar esa final soñada frente a Nueva Zelanda en el estadio de Ellis Park de Johannesburgo, ícono de la Sudáfrica racista. Luego, pisó el campo con la casaca número 6 de Pienaar y gorra de los Springboks, y la multitud explotó. Se rindió ante su grandeza. "¡Nelson, Nelson!", gritaron las 62.000 almas y todos juntos cantaron un mismo himno.

Sudáfrica ganó 15-12 en el tiempo extra y en las calles se multiplicaron los festejos de blancos y negros, unidos por una misma causa. Los personajes más íntimos en el entorno de "Madiba" aseguran que aquel 24 de junio de 1995 fue el más emotivo de su vida. Aunque le quedaría mucho por vivir, y 15 años más tarde el deporte lo haría testigo de otra hazaña, la que soñaron los negros, los verdaderos amantes del fútbol en Sudáfrica.

Gracias a la evolución del país, su símbolo de lucha y reconocimiento como embajador de la paz, la FIFA le otorgó a Sudáfrica el Mundial de Fútbol. Y en la final entre España y Holanda, Mandela pudo recorrer el estadio Soccer City de Johannesburgo para volver a sentir la ovación y el estruendo de una multitud agradecida por su gran obra, que cambió la historia de una nación dividida. El mundo del deporte jamás dejará extinguir su fuego.

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