Malas lenguas 1123

Malas lenguas 1123

De traficantes e impunidades locales. 

En uno de los mega operativos recientemente realizados en Mar del Plata —buscando cerrar los escenarios de poder generados a partir del tráfico de drogas— fue detenido un personaje conocido en los ámbitos de seguridad y judicial por su apodo “Cocón”. Sergio Víctor Salas era intocable: la cita de su nombre llamaba a silencio. Cocón, cual Buda criollo, al allanarse su vivienda —una de tantas en las que residía— se mantuvo impertérrito siguiendo los hechos como si fuere un espectador. Es obvio que, desde el punto de vista de la droga secuestrada, el operativo da para muy poquito. El tema viene por los bienes y los consumos imposibles de justificar: Cocón ha sido por años intocable y un experto en untar a quien hiciere falta para garantizarse impunidad. La causa se precipitó por decisión del juez Santiago Inchausti cuando los funcionarios actuantes pedían más tiempo para cerrar cuestiones pendientes. No es el único detenido, junto a él están en detención sus hermanas María Lorena, su pareja Santiago Canivale y su otra hermana Bettina Sala. Extrañamente la pareja de Bettina, Alberto “Beto” Botter, no está en detención. Que haya sido pro secretario de Marcelo Madina cuando fue juez de garantías seguramente no tiene nada que ver.

Una vez más. La Comisión Provincial por la Memoria avanza con una denuncia ampliatoria al respecto del rol de Fabián Uriel Fernández Garello en los años del proceso bajo las ordenes de Ramón Camps. Garello —quien reconoció su rol de agente de inteligencia— dio, en su defensa, pistas. Señaló que trabajó haciendo inteligencia sobre ciudadanos chilenos exiliados en Argentina en ocasión del conflicto por el Beagle. Esa afirmación llevó a que el equipo de la Comisión Provincial de la Memoria siguiera hurgando y afirman haber hallado elementos que prueban la vinculación de Garello cuando menos con la desaparición de un ciudadano Paraguayo de nombre Ramírez Medina.

De fallos y presiones mediáticas. La representación particular de la familia Bernaola instaló —como ya lo hizo en otros casos de muerte en situaciones de siniestralidad vial— un predicamento de odio social que en nada ayuda a buscar justicia y reparar el dolor de los deudos. Este proceder ha llevado a que en el Departamento Judicial Mar del Plata dictar un fallo sea un tema ya no de derecho, sino un espectáculo más propio del circo romano. Federico Sasso fue condenado a una pena que está claramente en los máximos que permite el tipo penal por el que fue acusado. No ha sido suficiente. La madre de Lucia, Verónica Borelli —quien ha desplegado desde los hechos tristes que se llevaron la vida de su hija una actitud de denuncia sistémica— habló de “falta de pelotas” por parte de los jueces en la sentencia que, en su palabras, le mantiene a Sasso la detención domiciliaria, cuando ella ha buscado sostenidamente que lo alojen en el penal de Batán. Nada parece satisfacer a  una madre que por su accionar debiera dar explicaciones sobre sus propias conductas. ¿Cómo? ¿Una madre envuelta en dolor por la pérdida de una hija de catorce años debiera dar explicaciones? Y sí, hay mas entre el cielo y la tierra que lo que el común de los mortales podemos ver. Ampliaremos.

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