La madre de Fort cuestionó su atención

La madre de Fort cuestionó su atención
Apretaban sus narices contra el vidrio del auto entre asustados y sorprendidos ante los cientos de flashes que esperaban su llegada. Sus caritas con los ojos llorosos y el ceño fruncido fueron filmadas en primer plano por los canales de televisión y conmovieron a todos los que siguieron de cerca a través de los medios el último adiós a Ricardo Fort.
Felipe y Martita, los mellizos de nueve años, son los herederos del excéntrico millonario que murió anteayer, en la clínica La Trinidad, donde se había internado para tratar una infección en la rodilla y una quebradura de fémur. Para su madre, Marta, la atención que recibió allí no fue la correcta.

Acompañados por Gustavo Martínez, ex pareja de Fort y compañero incondicional en la crianza de los niños, pasaron por la sala velatoria, donde el cuerpo de su padre había pasado la noche en soledad, únicamente para comenzar con el cortejo fúnebre que lo trasladaría hasta el cementerio Memorial de Pilar. No lo vieron. La despedida fue a cajón cerrado.

Sólo nueve personas estaban autorizadas para ingresar en la sala velatoria a partir de las 8 de ayer: sus hermanos, Jorge y Eduardo; su madre, Marta Fort; su cuñada, Karina Antoñale; Gustavo Martínez; un amigo íntimo, Guillermo Codi Pairano; Marisa, la niñera de sus hijos, y dos de sus custodios, "el Indio" y Willy. De la estricta lista fueron su madre y los custodios. Nadie más. Mientras tanto, un grupo de fans lo "veló" desde la vereda de la sala. Llevaron todo tipo de carteles, flores y merchandising con la imagen del millonario, improvisaron un altar de ofrendas y cantaron en su honor.

EL DOLOR DE SU MADRE

"He perdido lo más hermoso de mi vida. Era un genio. Su forma de ser, su forma de crear?", dijo Marta Fort, antes de quebrarse en llanto, en diálogo con algunos medios. No ocultó su dolor y quiso agradecer a todos los presentes. Se asomó a la entrada de la sala y, con el rostro atravesado por las horas de llanto, saludó al público con besos al aire y reverencias. Se sabe que Ricardo había heredado el histrionismo de su madre, amante de la música y el arte, como él.

"Yo estuve el día antes con él. Le dolía mucho la pierna, todo el cuerpo. No fue bien atendido. Estoy segura de que los médicos no supieron qué hacer con él", cuestionó en una entrevista con el conductor radial Oscar González Oro. Estas declaraciones dispararon una ola de suposiciones sobre las últimas horas de Ricardo Fort. "No creo que tomara mucha morfina, tomaba los medicamentos que los médicos le recetaban", dijo Marta sobre su adicción a los calmantes.

Los médicos sostuvieron, por su parte, que a Fort se le realizó una punción el sábado para analizar el grado de infección de la rodilla, que permanecía estable, y que su estado se complicó súbitamente el lunes a la madrugada cuando sufrió una hemorragia masiva que le provocó un paro cardíaco. La polémica, por ahora, queda abierta.

Un ataúd de roble "presidencial" con herrajes y trabajos en plata asomaba por los vidrios de la carroza fúnebre. Llovieron pétalos de rosas y los fans entonaron entre lágrimas y gritos ahogados "Ricardo, querido, el pueblo está contigo". Otro malón de cámaras y curiosos lo recibió en un alterado Memorial de Pilar.

"Los chicos van a despedir a su papá", dijo Gustavo Martínez -quien se quedará con su custodia-, en un claro pedido a los fotógrafos que se agolpaban contra los autos para que los dejaran pasar.

Al responso asistieron los integrantes de la famosa "lista de los nueve" y los mellizos. Querían intimidad para despedir a un hombre que amaba salir en televisión. Los medios no hicieron caso. Se quedaron ahí, para registrar hasta el último minuto el entierro de un ídolo popular, bizarro y controvertido, amado y odiado, pero que supo instalarse en la opinión pública y crear su propio mito.

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