“Ahora es sesión por sesión y minuto a minuto”, exageró, o no tanto, uno de los principales funcionarios macristas encargado de tejer los acuerdos en el Congreso, mientras monitoreaba desde la Casa Rosada lo que sucedía en una de las actividades en la Cámara de Diputados. El revés con el régimen de participación público-privada, cuando el Frente Renovador se desmarcó de Cambiemos y votó la vuelta a comisión, dejó una secuela de desconfianza hacia Sergio Massa que la posterior aprobación de ese proyecto y del Presupuesto no reparó del todo: “Quedó un ruido porque los acuerdos legislativos están para cumplirse, pero no hay ruptura”. En Balcarce 50 no disimularon que el principal motivo para evitar el quiebre es la necesidad, la “conveniencia mutua”: aun con un buen resultado en las próximas elecciones, el Gobierno no alcanzará la mayoría parlamentaria y tendrá que recurrir a sus diputados. También lo descontó una espada macrista en el Congreso: “Dependemos de él los próximos tres años, nos guste o no”.

Massa hizo valer ese peso y el impacto fue mayor porque el oficialismo ya venía golpeado por el freno de Elisa Carrió a la reforma del Ministerio Público. “No somos un vagón del tren del Gobierno. Hay veces que compartimos ideas y otras no. Seguimos con el maniqueísmo de aliado o enemigo”, dijo Massa ante sus hombres de confianza, con fastidio por tener que explicar lo que un sector del macrismo tomó como una “traición” por no haber anticipado su movimiento. “Traición es que Garavano (ministro de Justicia) mande un proyecto y te lo voltee Carrió. Y diálogo no es contarle al otro lo que vas a hacer, es escucharlo. Las quieren todas, sacar las leyes y tocarte el culo”, replicaron en el Frente Renovador. Massa se puso furioso cuando desde Cambiemos hicieron correr la versión de que se enfriaba su relación con Margarita Stolbizer por la postura diferente de ambos con PPP. El enojo posterior del macrismo generó ironías por coincidir el FR y el kirchnerismo en aquella votación: “Con Kicillof y Recalde festejando y cantando 'vamos a volver' no debe haberse sentido muy cómodo. Vamos a una polarización y él le cuesta encontrar su lugar”.

“Sus intereses políticos, objetivos y tiempos a veces no son los mismos a los nuestros. Tenemos que respetarlos”, buscó apaciguar la tensión Emilio Monzó, titular de Diputados y uno de los que lleva las negociaciones. Massa también habla con Mario Quintana, uno de los coordinadores del Gabinete. Con Macri la relación dejó de ser fluida como en los primeros meses de la gestión. Las cuentas que ya trazaron en el macrismo de cara a las elecciones convierten el deseo del Gobierno de moderar la dependencia de Massa en una fantasía: “Es imposible. Podemos crecer entre 10 y 12 diputados, que Cambiemos llegue a 100 ó 102 (lejos de los 129 necesarios para controlar la Cámara). Tenemos que negociar con él”.

En la provincia de Buenos Aires el massista Jorge Sarghini dejará en diciembre la presidencia de Diputados, que quedará para el oficialismo, según confirmaron cerca de María Eugenia Vidal y de Massa. “Nunca fue del todo buena la relación, por eso desde Nación nos cuestionaron el acuerdo, pero los resultados fueron positivos. El tema de la confianza es complicado, él mismo lo alimenta con sus idas y venidas”, aseguraron cerca de la gobernadora. Hernán Lacunza, ministro de Economía, pasó por Tigre esta semana para negociar con Massa por el Presupuesto.

Massa consideró su voto a favor del Presupuesto nacional como una nueva muestra de su apoyo a la gobernabilidad. “Es el último acto”, avisaron en el FR. “Ahora cada vez va a ser más difícil sacar una ley”, tomó nota el macrismo. Massa presentará el 10 de diciembre con Stolbizer un “balance” del primer año de gestión de Macri. “Será honesto, sincero”, respondió cuando le preguntaron hasta qué punto será crítico, y negó que de algún modo funcione como el inicio de la campaña: “Para nosotros empieza en abril”.