Macri-UCR: debajo de la utopía Sanz, la urgencia de lo terrenal

Macri-UCR: debajo de la utopía Sanz, la urgencia de lo terrenal

• RADICALES DE ALFONSÍN METABOLIZAN ACUERDO CON EL PRO.

• UN DOBLE CERCO SOBRE GUSTAVO POSSE.

 -¿Entonces soy candidato único a gobernador?- sonrió, escudado en una broma muy seria, Gustavo Posse.

-¿Qué? ¿Te pensás que la hice caminar a Vidal por los 135 distritos para darte la boleta a vos? No.

Mauricio Macri habló, como pocas veces, con las tripas. Había llegado a la cita con el alcalde de San Isidro arrastrado por Emilio Monzó, el gerente político en que delega pactos y picardías. Rencoroso, el presidencial recordó el desplante de Posse en 2013 cuando el PRO financió su campaña de instalación como candidato bonaerense, lo coloreó amarillo y lo mostró como "equipo de Mauricio" pero luego, por las suyas, Posse corrió a pactar con Sergio Massa.

El porteño accedió, al final, por una mezcla de cálculo y astucia. Le agradó el argumento de que Posse arrima votantes y adherentes en el muy massista conurbano norte. Pero más lo sedujo la trampa de arrebatarle un cacique a Massa. "Nos conviene recibirlo a Posse porque le sacamos uno a Massa", le dijeron y compró porque, a la vez, la mudanza era gratis y ratificaba una percepción política. En mayo de 2014, en la cena de Conciencia, Posse se arrimó a la mesa donde charlaban Macri y su primo Jorge, lord de Vicente López. El porteño lo saludó con extrañeza y frialdad. "Cuando éste pegue la vuelta y quiera estar de nuevo con nosotros, lo atendés vos", le dijo a Jorge.

Boleta esquiva

Ahora Posse lidia con una doble tenaza. El macrismo, para bajarle el precio, dice que una primaria para gobernador entre el de San Isidro y María Eugenia Vidal no le sirve ni política ni electoralmente al PRO, y deslizan que no hay ni necesidad ni ganas de darle la boleta provincial al radical.

Lo empujan a un plan B que Posse no desprecia: la intendencia de San Isidro. Los devaneos y gambetas de los últimos años -fue radical K de Kirchner, luego de UNEN, más tarde con Macri, migró a Massa y volvió a Macri- han sido para retener el control de ese territorio. Ahí, el macrismo agita como candidato local al ex rugbier y actual ministro, Guillermo Montenegro.

Posse aparece, en simultáneo, en otras conversaciones. El radicalismo bonaerense empezó a metabolizar la posible fusión con Macri y en las charlas, todavía prematuras, abre y cierra puertas: desde el alfonsinismo, al menos, deslizan que si Macri le ofrece un lugar a Posse no lo cobre del porcentaje que, en un eventual acuerdo, correspondería a la UCR.

Posconvención de Gualeguauchú, el radicalismo bonaerense que digita Ricardo Alfonsín asume un menú de inevitabilidades. La primera, que lo excede, es que Ernesto Sanz, más allá del optimismo de los mosqueteros de la CON que lo entornan, no despega como candidato lo que vuelve inviable, o pésimo negocio lanzarse a una primaria contra Macri. Flota, por allí, un dato gráfico: en Córdoba, donde el votante radical se mantuvo en un nivel relativamente alto los últimos años, Oscar Aguad o Ramón Mestre miden, para la gobernación, entre 23 y 26 puntos, pero Sanz para la presidencial araña el 3%, una mínima porción de los 30 puntos que junta, en la teoría, Macri.

La segunda, atada a no despegue de Sanz, es que en la provincia, la UCR luego de ensayar con Facundo Manes, no tiene un candidato competitivo a gobernador. Si tuviese un presidencial fuerte podría inventar uno en PBA; si tuviese un anotado para la gobernación con chances podría aportar a la fantasía nacional. Pero, en una sumatoria de males, carece de ambas cosas.

Para el tercer escalón, los municipios, eso completa una fatalidad política y electoral: el macrismo los torea con que hasta que no haya un acuerdo explícito, los postulantes de la UCR deberán hacer campaña por su lado, mientras los macristas territoriales saldrán a mostrarse con Vidal y, los que puedan, con Macri para alimentar sus candidaturas locales en desmedro de la UCR.

"No hay exclusividad" avisan desde el PRO y, aunque mantienen el diálogo abierto y fluido, no dejan a los radicales subirse a los actos y caminatas de Vidal y Macri. El mandato, más allá del juego y el tiempismo, es encontrar un equilibrio. Roberto Costa, senador radical, que caminó durante años a la par de los Posse, Melchor y Gustavo, pero a fin de año migró al macrismo explícito, repite ante los dirigentes de la UCR una frase que sintetiza el mandato: "El acuerdo no es para sumar amigos sino para ganar las elecciones".

Una variable de la UCR es arrimar al compañero de fórmula de Vidal quedarse con una porción de las boletas de legisladores y, sobre todo, apuntar a los municipios: no sólo retener los que controla sino tratar de recuperar alguno de los que perdió durante la larga sequía electoral a la que los sometió el después de la presidencia de Fernando de la Rúa.

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