Macri, el Bergoglio inverso

Por Jorge Fontevecchia

Es más difícil ser presidente de Argentina que papa.

 

Es más difícil ser presidente de Argentina que papa. Por lo menos eso demuestra el efecto de los problemas que cada uno enfrentó: en la fisiognómica de Jorge Bergoglio, quien siendo obispo de Buenos Aires estaba siempre de ceño adusto, nunca sonreía y tenía un andar desganado, mientras que desde que fue ascendido a obispo de Roma sonríe todo el tiempo, se mueve con agilidad y su kinestesia está cargada de una vitalidad optimista.

Y a la inversa, en la fisiognómica de Macri, quien mientras era candidato bailaba entre globos (hasta bailó con la banda presidencial en el simbólico balcón de la Casa Rosada el día que asumió) para, a los ocho meses de ser presidente, lucir envejecido ocho años –su rostro se asemeja cada vez más al de su padre– y estar progresivamente más serio y severo.

Fragilizar a Macri en su imagen pública fue una exitosa táctica para bajar su imagen negativa cuando era candidato

Como lo confirma el revés que padece el Gobierno con los aumentos de las tarifas, ser presidente de la Argentina es agotador para aquellos que no quieren hacer populismo de izquierda (a lo Kirchner) o de derecha (a lo Menem). Para Bergoglio es fácil hacer populismo a escala mundial porque la metafísica no sufre las limitantes de la física.

En el Gobierno –donde, aunque niegan la necesidad de construir una narración articuladora general, sí tienen teorías puntuales para todo– sostienen que le viene bien a la imagen de Macri lucir débil y quebrantable porque, como sus opositores siempre lo acusaron de representar a la clase más poderosa del país, la que abusaba de su posición dominante, para hacerlo más querible a los ojos de la mayoría había que fragilizarlo. 

Táctica que también servía a los ojos del círculo rojo porque, mientras lo subestimaban, “no lo veían venir”, lo que fue especialmente útil para sorprender al peronismo y al Frente Renovador, primero electoralmente y luego en el Congreso y las provincias tejiendo gobernabilidad política. Todos reconocen que, así como la economía le está saliendo a Macri peor de lo que se esperaba (incluyendo el fallo de la Corte del jueves), en la política sorteó mejor que lo pronosticado su minoría legislativa, logrando que se aprobaran sus leyes fundamentales (holdouts, blanqueo, dos nuevos jueces de la Corte).

Un Macri endeble también resulta funcional para mantener vigoroso el fantasma del regreso del kirchnerismo, como de su peligrosidad y casi monstruosidad, convirtiendo a Macri en una especie de David que enfrenta a Goliat, un héroe lánguido que lucha contra fuerzas muy superiores a él pero igual las resiste y no pocas veces las vence. Mantener vivo al monstruo del kirchnerismo alinea detrás de Macri a todos quienes sufrieron alguna consecuencia de sus doce años de gobierno. 

Las pedradas que recibió su auto en Mar del Plata la semana pasada (curiosamente desmentidas por el jefe de la Policía Bonaerense) como las amenazas de muerte o de bombas –hechos cuyo peligro real hasta ahora ha sido totalmente exagerado– contribuyen a reforzar el apoyo a Macri de quienes ya comenzaban a impacientarse por resultados peores a los que imaginaban. El auto blindado del Presidente es otro ejemplo: hay más de 6 mil autos blindados en Argentina, en Brasil hay 120 mil autos blindados y en México, más de 40 mil. El Mercedes-Benz de Macri se blindará en México no por ningún proceso especial sino porque la empresa tiene una sola planta de blindado mundial y todos sus autos blindados los hace en ese país.

 

El tremendismo es a los medios lo que el populismo a la política. Ese populismo mediático hoy resulta funcional para aumentar o mantener audiencias y al Gobierno para salir favorecido por contraste. Pero dentro de un año, cuando ya no queden más festines de la corrupción con los que entretener a la audiencia,  como sucedía en el circo romano cuando los leones se comían a todos los condenados y comenzaban a prestar atención al César en su palco, la mirada de la audiencia volverá a hacer foco en el gobierno actual y no más en el pasado.

Para entonces, ser el héroe bueno amenazado por ogros y leviatanes que se resisten a rendirse dejará de ser algo positivo para la imagen del Presidente. Una frase antológica de Macri cuando presidía Boca era que a veces convenía hacerse el boludo. Otro aforismo político indica que en las crisis las personas prefieren ser conducidas por un villano antes que por un bien intencionado pero inhábil.

 

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