“Lunghi fue mucho más de lo que creíamos”, dijo Auza en su paso por el diván

“Lunghi fue mucho más de lo que creíamos”, dijo Auza en su paso por el diván
Autocrítico y reflexivo, el último candidato a intendente del peronismo cuenta su versión de la historia y no se descarta para una nueva oportunidad al frente de la ciudad.
-Mientras se iba dando aquel vertiginoso ascenso –decano, presidente del Inta, rector, senador, presidente de la CIC- ¿no le dio por pensar que iba demasiado rápido?

-No. Tenía tantas ganas de hacer cosas que no pensaba eso. Cuando todo es tan meteórico no te queda muy claro cómo lo estás viviendo. Yo lograba muchas cosas sin darme demasiada cuenta.

-Pero cualquiera podía intuir que luego la política iba a ser algo más complicado.

-Es que fue muy inconsciente lo mío. Cuando estaba como rector me vinieron a ver para ser senador y dudé. Mucho. En realidad no supe decir que no. Con el tiempo me di cuenta que fue todo muy convulsionado.

-¿Qué sería “convulsionado”?

-Y... mucha gente obtiene uno solo de esos espacios a lo largo de toda su vida y a mí me pasó en poco tiempo -cinco, seis años- y perdí visión de aquello en lo que me tenía que concentrar: la cuestión académica, que fue lo que más me gustó. Ahí ya tuve que dedicarme casi sin retorno a la política.

-¿Y cuál sería el problema?

-Era un tipo grande. Yo no venía desde los 18 años en política y eso te hace cometer errores. El mundo de la política es muy especializado, hay que tener algunas visiones que por ahí yo no tenía.

-¿Cuáles cree que fueron sus errores?

-Abarcar muchas cosas. Luego no haber sabido interpretar fielmente lo que el peronismo quería. Y arrastrar un individualismo, que es académico; es el “Yoísmo de Néstor Auza” que decía Elías (El Hage).

-Hablemos del yoísmo.

-Es una una particularidad “presidencial” que tenés en un sistema académico, que es vertical. El mío era un liderazgo de tipo científico, porque la academia te forma individual: “el decano”, “el rector” y se aprende a pelear de esa forma. Hay otros liderazgos, pero el más completo en política y el que más hay que practicar es el liderazgo emocional. Que yo no lo practicaba.

-Imagino que sería muy difícil para un tipo que era tan visceral.

-Muy visceral, respondía en forma muy impulsiva. Hoy veo que es una cuestión de madurez. Y era muy susceptible a las críticas y eso fue parte de la inexperiencia, porque político que no es criticado no existe.

-Y el lunghismo que silenciosamente hizo de las suyas para desgastarlo.

-Sí, y en explícita también ¿o no se acuerda cuando surgió el lío de la universidad, contra mí? Ellos sabían que era yo al que tenían que deslucir y armaron un montón de estrategias, con acusaciones muy graves. Eso duele, mucho. Más aún cuando no fuiste culpable, ni lo hiciste y estás solo frente al mundo. La verdad, es algo que prefiero ni recordar, aunque es así, ése es uno de los poderes más importantes que tiene Miguel (Lunghi): él, aunque no se note, maneja el mundo comunicacional y el no-debate en Tandil de una forma muy profesional.

-O sea que a esta altura le está reconociendo capacidad.

-Absolutamente; una vez en el cargo Lunghi fue mucho más de lo que muchos creíamos que era. Tuvo una estrategia muy clara para afianzar la relación con Kirchner y Daniel (Scioli), los espacios que le sumarían para poder ser exitoso. Y tuvo una clara visión de lo que es mantener el poder.

-Quién diría usted hablando bien de Lunghi…

-Hoy le reconozco cosas que antes ni siquiera las pensaba y además me doy cuenta cuál es su estrategia y sus cosas válidas y qué cosas en realidad no habría que sustituir sino complementar.

-Es que en el fondo usted está convencido de que hubiera sido un intendente fuera de serie.

-Eso nunca se puede corroborar si no ejercés el cargo; pero sí, he vivido experiencias y me siento capaz. No me asusta gobernar, lo he hecho en otras instancias. Si fuera intendente electo al otro día sabría cómo hacer las cosas. No entraría a dubitar ni a decir “uy, cómo se hace esto, cómo se hace lo otro”

-Es decir, Néstor Auza está muy reflexivo, autocrítico, pero no cerró para nada las puertas a un posible nuevo intento de ser el jefe de la ciudad.

-Nada está cerrado. Para nadie.

-¿Dónde fue más feliz?

-En la CIC. Era una institución totalmente residual y al poquito tiempo estaba liderando proyectos y cambiándole toda la visión a la ciencia al poner el diseño científico a las demandas sociales.

-¿Y dónde la pasó peor?

-En el rectorado.

-Creía que era su lugar.

-En la última gestión. Lo sufrí mucho. Primero tuve una profunda equivocación al ponerlo a Spina de vice. Fue una visión mía de “bajar los decibeles políticos” y “démosle a la universidad la visión regional”. Para mí era lo mismo un rector de Olavarría que de Tandil. Por eso le di esa oportunidad. Y esa sí se la di yo. Porque no había un solo decano que me apoyara en eso.

-¿No lo querían a Spina?

-No, para nada. Y regresé a sacarlo. Después me di cuenta de que fue una locura: no podés tomar esas cosas con tanto pragmatismo y ortodoxia y decir “no, este tipo, no”. Vine a luchar y recuperar la universidad para nosotros en una especie de quijotada absurda. Una locura. Pasé un año conduciendo dos instituciones (Universidad y CIC) y vivía en la ruta.

-Habrá tenido problemas hasta para dormir.

-No, eso no. Siempre he bancado esas situaciones con hidalguía, porque además yo mismo provocaba algunas de esas situaciones.

-¿Usted mismo?

-La universidad es caótica de por sí, por su modelo de conducción y porque necesita incertidumbre para ser creativa. Eso es algo que yo pensaba mucho, entonces provoqué muchos escenarios caóticos, porque me permitían llegar a mis objetivos. Siempre me lo proponía, decía “hoy provoco caos acá”.

-Antes fue el tipo visceral, con temperamento, aciertos y errores. ¿Y ahora quién es?

-Una persona que pretende haber aprendido de las cosas, de las circunstancias y de la gente. Soy un tipo mucho más respetuoso de las situaciones y de los adversarios. Cada vez estoy más convencido de que primero hay que demostrar que uno es un buen tipo y construir desde los afectos. Eso no quiere decir que si hubiera un lugar no tomaría las decisiones: las tomaría de otra manera, porque tengo ganas de hacer cosas. Y no estoy retirado.u

Fuera de sesión

Ahora, a conectar e igualar

A los 61 años, y tras ocupar los cargos más altos a los que se pueda aspirar desde la universidad y de la política, Néstor Julio Auza será, de la mano de Diego Bossio, director de la Gerencia de Apoyo al programa Conectar Igualdad, “un desafío importante que busca consolidar un programa decisivo para la transformación de la educación”, según sus palabras.

Será el retorno a la cuestión educativa de quien más allá de la experiencia que le dejaron las vicisitudes de la última década –huella que se hizo ostensible en esta entrevista que lo dejó ver con una serenidad impensada años atrás- sigue apostando a los liderazgos fuertes. En eso no ha cambiado: es su estilo. Y además porque en Argentina “o sos político protagonista o dejás de ser político”, según reconoce entre risas, en medio de un distendido ambiente familiar que, orgullosamente lo cuenta, ya tiene a sus tres hijos con título universitario.

Ese que antes solía crisparse ante cualquier inquietud incisiva, ahora guarda la calma y tampoco se aventura a poner en riesgo sus ambiciones –que siguen muy vivitas aunque ya no coleen tanto- con anticipos desmedidos. No obstante, insiste que la lección ha sido aprendida.

Después de tanta agua bajo el puente “es verdad” –admite- lo que el senador Carlos Fernández dijo a El Eco cuando opinó que el peronismo no hace una lectura correcta de la sociedad tandilense, pero “también es cierto –contraataca- que el radicalismo llegó casi accidentalmente al poder y le vinieron tiempos como nunca antes, con muchísimo dinero. O sea, tampoco se puede decir que ellos ganaron porque interpretaron fielmente lo que pasaba en Tandil. Más aún: si Mario Bracciale hubiera ganado (no nos olvidemos de los 200 votos de diferencia y que mucho peronismo hizo lo imposible para que no ganara) hoy Mario todavía sería intendente”, asegura el ex rector, el mismo que ahora cuando tiene que referirse a Lunghi lo llama “Miguel”. Scioli siempre será “Daniel”, por supuesto.

Bajo su análisis, Auza, quien sigue pensando que su otrora caballito de batalla, la regionalización, deberá ser reflotado ineludiblemente si algún día las autoridades deciden resolver el problema de la autonomía financiera municipal, las policías comunales y otras tantas cuestiones claves, también cree que él tendrá una nueva oportunidad, aunque eso, por ahora, quede fuera de sesión.

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