No hay tiempo que perder. Cuando faltan diez días para las elecciones municipales que serán el primer test electoral del Partido de los Trabajadores (PT) después de la destitución de Dilma Rousseff y del procesamiento judicial de Luiz Inacio Lula da Silva, los dos ex presidentes se metieron de lleno en la campaña para evitar una debacle total de su desgastada agrupación.

Pese a sus problemas judiciales, Lula demostró que todavía mantiene intacto su carisma en masivos actos de apoyo a candidatos de pequeñas localidades en el estado de Ceará. Su actividad se extenderá hasta el fin de semana por otros estados de esa empobrecida región del Nordeste, bastión del PT, como Rio Grande do Norte y Pernambuco. Ayer volvió a calificar de "persecución política" las denuncias en su contra por presuntamente haberse beneficiado del esquema de sobornos en Petrobras, y acusó a la "elite económica y política" de no perdonarle haber llevado adelante grandes transformaciones sociales en el país durante su gobierno.

"Están haciendo esto porque están con miedo de que sea candidato [a la presidencia] en 2018", afirmó el ex mandatario en medio de vivas, aplausos y muestras de afecto.

Si bien en la mayoría de las localidades del interior del país la presencia de Lula es más que bienvenida, en las grandes ciudades la mayoría de los candidatos del PT ha evitado asociar su imagen a la del ex presidente. Es más, muchos -entre ellos, el alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, que busca la reelección- redujeron en sus afiches propagandísticos los símbolos del PT, como la estrella roja y hasta el nombre del partido.

Con una primera vuelta programada para el 2 de octubre y un ballottage previsto para el 30, los brasileños elegirán autoridades en 5568 municipios. Según las encuestas, aunque tiene candidatos propios en 19 de las 26 capitales estatales, hoy el PT encabeza las preferencias en apenas dos: Rio Branco y Porto Velho, capitales de los amazónicos Acre y Roraima, estados con escaso peso político. Políticos del PT están en empate técnico en Porto Alegre, en segundo lugar en Recife y en el tercero en Fortaleza; luego, en el resto de las capitales están relegados a lejanas posiciones.

Dentro del partido también hay fuertes divisiones acerca de qué rol darle a Dilma; para algunos sectores más tradicionales, que se sintieron traicionados por la política económica que desplegó durante su segundo gobierno, su participación espanta más votos que los que suma.

"Lula tuvo una exitosa gestión reconocida por todo el mundo. Dilma, en cambio, nos hizo perder todo lo ganado, la gente la asocia a la crisis y a la vergüenza delimpeachment. Resulta incómoda", dijo a LA NACION un asesor del PT, que requirió el anonimato. Así, no es de extrañar que hasta ahora el único petista que la invitó a participar en sus videos de propaganda haya sido Raul Pont, candidato a alcalde de Porto Alegre, donde Dilma volvió a instalarse luego de dejar Brasilia. En cambio, quienes sí la recibieron con los brazos abiertos fueron las candidatas del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) Jandira Feghali y Alice Portugal, aspirantes a las alcaldías de Río de Janeiro y Salvador, respectivamente.

Curiosamente, frente al esperado retroceso del PT, en las dos mayores ciudades de Brasil, San Pablo y Río, quienes han ganado más espacio no son los candidatos de las otras dos principales agrupaciones, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, de Michel Temer) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), sino del pequeño Partido Republicano Brasileño (PRB), muy asociado a la evangélica Iglesia Universal del Reino de Dios.

En San Pablo, el diputado Celso Russomanno (PRB) lidera los sondeos, con un 30% de la intención de voto, seguido por la senadora Marta Suplicy (PMDB), con 20%, y por el periodista João Doria (PSDB), con 17%, según la última encuesta de Ibope. En Río, en tanto, lleva la delantera el senador Marcelo Crivella (PRB), con 31%, muy por delante del diputado Pedro Paulo Carvalho Teixeira y del legislador Marcelo Freixo (ambos con 9%).