Luchas por la sucesión

Por Alejandro Horowicz

Todo apunta a que el PRO gane las PASO. Si así no fuera, la derecha se quedaría súbitamente sin candidato. En la otra vereda, Scioli sigue alistando soldados.

La espuma mediática se aquieta. Desde  que la convención radical de Gualeguaychú optó por la locación de servicios, por alquilar su implantación nacional a cambio de canonjías menores, Mauricio Macri se transformó en "el candidato" de la oposición al gobierno. No faltan los que con los números de las elecciones pasadas en mano intentan demostrar que las cosas no son lo que parecen. Y dicen que considerar a Macri  seguro vencedor de las PASO equivale a repartir la piel del oso antes de cazarlo. Es sólo una ilusión matemática. Por cierto que nada impide teóricamente que Ernesto Sanz sea el vencedor, pero los radicales no se proponen tal cosa. 

Si Sanz fuera un candidato con chance la UCR hubiera podido considerar otros derroteros, y si optó por confluir con el PRO sin desgarrones internos, sin que su "izquierda" –sólo es un modo de contarlo– presente una batalla seria, es porque necesita de la victoria de Macri en las PASO. De lo contrario, la línea de intendentes que condiciona la política partidaria hubiera iniciado una diáspora irreversible. En su versión optimista este camino conservador hasta permitiría arrimar alguna gobernación esquiva. Para no perder presencia territorial la dirección radical renunció a una estrategia de poder que no posee desde 1983. Y si no la posee, razona el cínico que nunca falta, "me quiere decir por qué Macri no sirve. Después de todo, cuántos partidos pueden recaudar 120 millones de pesos vendiendo cubiertos para una comida. La UCR por cierto no y el PRO acaba de hacerlo". 

Hasta parece un razonamiento. Arranquemos por lo obvio. ¿Cómo llegan a la cifra 120 millones que contabiliza el PRO? El dato resulta políticamente relevante: los empresarios se volcaron a comprar mesas para la cena. La nómina completa contiene un verdadero "quién es quién en la Argentina", ya que figuran algunos que hasta ayer nomás parecían identificados con el oficialismo. El éxito de la convocatoria impuso un cambio de salón para ampliar la asistencia de ejecutivos que invirtieron 500 mil pesos por cada una de las 200 mesas con que totalizaron unos 2000 comensales. Tres mesas permanecieron vacías, aunque trascendió que los cubiertos fueron pagados de todos modos. A veces con arrimar los fondos alcanza. Es posible realizar muchas lecturas sobre este ágape empresario. Una, sorprende cuánta gente puede gastar 50 mil pesos en un cubierto; dos, Macri es el candidato del establishment, y esa es la segunda victoria pública que exhibe antes de las PASO; eso no quiere decir que las empresas no consideren a los demás candidatos, pero el hijo de Franco corre con los colores de las clases dominantes. El Estado, comité de negocios al que hace referencia Marx, con Macri no sería colonizado sino ocupado por sus gerentes. Nuestro cínico radical sabe lo que dice.

Repasemos los datos. Alquilar el Pabellón Amarillo de la Sociedad Rural cuesta 192.600 pesos, una bicoca para una cena cuyo costo total superó los 10 millones. Curiosidad étnica: Fernando Yuan, flamante candidato a legislador porteño por el PRO y referente político de la Cámara Argentino-China, acercó 40 empresarios. Conviene recordar que Yuan es el mayor exportador de productos argentinos a China, principalmente los vinos de Catena Zapata. Lo cierto es que la tirante relación que Macri mantuvo con su padre toda la vida no impidió esta victoria, aunque tampoco la facilitó. Franco, el jefe de clan, fue pionero en la relación con el gigante asiático, al punto que tiene casa en Hong  Kong. Pero fue Mauricio quien transformó un vínculo mercantil en relación política.

Convengamos que la cifra recaudada no es moco de pavo; los recursos, cuando se trata de enfrentar al gobierno, no son un asuntillo menor, y nadie cree por cierto que sin 120 millones y sin militantes se pueda competir con el oficialismo en una campaña presidencial. Y ese es el punto, si algo señalan las encuestas hoy, más allá de quién las pague, es que la pool position la conserva Cristina Fernández. Como no puede ser candidata entre los que sí pueden el mejor colocado es Macri. Esa es la percepción empresaria y también la de la sociedad politizada.  Sin olvidar que ningún candidato radical alcanza los 12 puntos  porcentuales. Y aun así, por esos accidentes que las máquinas electorales admiten puede suceder que el diablo meta cola y Macri vuelque en las PASO. 

Si tal contratiempo sucediera, francamente no parece, un partido corroído por una crisis agónica obtendría una victoria a lo Pirro; victoria que en lugar de permitirle conformar un punto de recomposición de la derecha tradicional terminaría facilitando una implosión. Esto es, la derecha se quedaría súbitamente sin candidato y sin tiempo político para reconstruir su juego. Y el esfuerzo de años intentando organizar una fuerza propia terminaría en nada. A modo de ejercicio contrafáctico resulta posible considerar esta hipótesis, pero convengamos que hombres tan habituados a manejar poder no suelen dejarse madrugar  por amateurs. Y aun así, puede suceder.

Por cierto, Martín Insaurralde nos recuerda que Daniel Scioli existe. Y que su lugar en las encuestas se verá reforzado si gana las PASO. Las encuestas nos informan que sigue siendo oficialista el mejor posicionado. No en vano el hombre que encabezó las boletas del FPV en el 2013, tras coquetear  hasta la indecencia con Sergio Massa, resolvió respaldar al gobernador bonaerense. Felipe Solá tuvo que acudir al campero "pocos pero bien montados", ya que los intendentes juegan sus fichas según las necesidades de la sobrevivencia, y la posibilidad de una estampida recorre las filas del massismo. Hasta el momento Insaurralde no definió si intentará suceder a Scioli  o revalidar su mandato como jefe comunal; el esposo de Jesica Cirio se deshizo en elogios para su flamante jefe político, cosechando las consabidas mieles de Karina Rabolini en las redes sociales. La avispada mujer del gobernador hace saber, de este modo, que todos los dispuestos a volver serán bien recibidos, que las tranqueras siguen abiertas y que nadie  hará preguntas indiscretas, también queda claro cuánto valen semejantes adhesiones. Una pregunta terrible se impone: ¿hay otras? Gobernar semejante tropa exige pisar la caja, y desde la caja todo lo demás. En estas condiciones se memora el 39º aniversario del 24 de marzo del '76. Un sistema de partidos plutocráticamente organizado, en un mundo donde la bancocracia manda, y las briznas de oxígeno democrático no abundan.

El gobierno en su pulseada con el Citibank, que va más allá de confrontar con ese banco norteamericano, nombró veedor para monitorear el pago de los intereses de un título público que vence a fin de mes. El presidente de la Comisión Nacional de Valores, Cristian Girard, designó a su vice, David Jacoby, como veedor ante el Citibank Argentina. Se propone mediante esta designación realizar un seguimiento diario hasta que se "efectivice el pago de rentas correspondientes a los bonos regidos por Ley Argentina pagaderos en dólares cuyo vencimiento opera el 31/03/2015", reza el comunicado oficial. Antes la presidenta lanzó una advertencia tan precisa como obvia: "Los bancos que están operando en la Argentina deben cumplir las leyes argentinas." 

El banco norteamericano comunicó que planea salir del negocio de custodio de bonos, un contrato que firmó con el Estado para que el dinero que paga el Tesoro llegue a los tenedores en el exterior. Mientras tal cosa no suceda,  el argumento del banco (estamos impedidos de llevar a cabo la tarea por el fallo del juez Griesa) no opera legalmente. Por tanto, si no pagara se arriesga a ser intervenido por el Banco Central, que en última instancia es la autoridad de aplicación de la ley argentina para todos los que operan en el territorio nacional. La repentina y oportuna voltereta de Griesa en Nueva York (permitir que el Citi pague, lograda por los abogados del banco a ultimísima hora), evita el conflicto entre dos leyes soberanas. Y otra vez termina quedando claro que se trata de un dictamen imposible de cumplir, que en definitiva Griesa recula empujado por los propios bancos. En un año electoral imponer la ley argentina a un banco extranjero no sólo es legal, además resulta conveniente para las sufridas huestes del oficialismo nativo. 

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