Lucha contra la diabetes: un nene recibió el primer páncreas artificial

Lucha contra la diabetes: un nene recibió el primer páncreas artificial

Xavier Hames es australiano y tiene 4 años. El dispositivo, que se lleva en la cadera y tiene el tamaño de un teléfono celular, libera insulina cuando es necesario y monitorea el nivel de glucosa, pudiendo predecir un ataque hipoglucémico.

Xavier Hames tiene 4 años, vive en la ciudad de Perth, en el oeste de Australia, y desde los 22 meses padece diabetes del tipo 1, una deficiencia que se manifiesta a una corta edad y se caracteriza por la ausencia total de insulina. Sin embargo, gracias a una operación concretada en el hospital para niños y adolescentes Princess Margaret, de Perth, Xavier se convirtió en el primer paciente del mundo en recibir un páncreas artificial, que tiene el tamaño de un teléfono celular, que le cambiará la vida por completo y también abre una esperanza para millones de pacientes en todo el planeta.

El aparato remplaza la tarea principal del páncreas al liberar insulina cuando es necesario, se lleva en la cadera y está conectado con tubos debajo de la piel al interior del cuerpo. Funciona a baterías, tiene una vida media de unos cuatro años y un costo de unos 6980 euros, aunque todavía está en una etapa experimental.

Naomi Hames, la mamá de Xavier, destacó que la operación –que se realizó el miércoles luego de un año de estudios clínicos– tendrá un enorme impacto en la vida de su hijo, a quien debían controlarle con regularidad el nivel de glucosa. "Ofrece una mayor libertad en las comidas. Tiene sólo 4 años. No podés parar a un niño cuando quiere más pasta o cuando va a una fiesta de cumpleaños (...) También nos permitirá a nosotros un mayor control por la noche (...). Ningún padre quiere estar teniendo que levantarse cada hora, puedo asegurarlo", explicó la madre. El dispositivo es impermeable, por lo que Xavier podrá practicar deportes acuáticos.

El profesor Tim Jones, del hospital Princess Margaret, insistió en que "sirve para cualquier edad. Es importante en adultos que viven solos o están en riesgo de tener problemas con sus niveles de glucosa. Se trabajará en cualquier grupo de edad", anticipó Jones, al tiempo que consideró que la tecnología se volverá con el tiempo más barata y accesible.

"La mayoría de los ataques hipoglucémicos –recordó el médico– ocurren en la noche, cuando una persona está dormida y podría no ser capaz de reaccionar o reconocer el ataque. Este dispositivo puede predecir la hipoglucemia antes de que suceda y detener la administración de insulina antes de un evento predicho. Esto, unido al hecho de que la bomba se reanuda automáticamente cuando los niveles de glucosa se recuperan, es un avance médico real".

En ese centro asistencial australiano desarrollaron este páncreas durante cinco años, con la ayuda de profesionales de otros establecimientos. Los investigadores aseguraron que se trata del primer paso en los esfuerzos para crear un dispositivo totalmente automático que puede supervisar constantemente el azúcar en la sangre y ajustar los niveles de insulina en consecuencia, reduciendo la necesidad de los pacientes de practicarse pinchazos en los dedos para autoevaluar sus niveles de glucosa.

La Fundación de Investigación de Diabetes Juvenil (JDRF), una organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos, financió el proyecto y explicó que la tecnología monitorea los niveles de glucosa e interrumpe el suministro de insulina hasta 30 minutos antes de que ocurra un ataque hipoglucémico. También evita las consecuencias graves del bajo nivel de glucosa, como el coma, convulsiones y una posible muerte.

Dorota Pawlak, directora de la filial australiana de la JDRF, remarcó que este páncreas artificial "promete transformar la vida de las personas con diabetes tipo 1, eliminando mucha de la carga que implica el manejo diario de la enfermedad, en tanto mejora el control de la glucosa".

Pero Xavier no es el único. En Nueva Gales del Sur, Australia, también el miércoles, Jane Reid fue la segunda persona en el mundo en recibir un páncreas artificial, justo el día anterior a cumplir 50 de sus 65 años con un diagnóstico de diabetes tipo 1. Reid fue en busca del producto porque es hipoinconsciente, es decir, que puede llegar a niveles potencialmente fatales bajos de azúcar en sangre sin ninguna señal de advertencia.

ESPERANZA LOCAL. En la Argentina, la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del Ministerio de Salud de la Nación estableció que el 9,6% de la población mayor de 18 años es diabética; de ellas, el 10% es del tipo 1. Consultado por Tiempo, Gabriel Lijteroff, director del Comité Científico de la Federación Argentina de Diabetes y jefe de la Unidad de Diabetología del Hospital Municipal Santamarina, evaluó: "Es una innovación realmente trascendente porque hasta esta hora existían infusores de insulina, que se colocan de forma externa. Estos aparatos liberan de manera concomitante glucagón o insulina si la glucosa es baja o alta, respectivamente. La ventaja de este sistema es que se hace un monitoreo y actúa en consecuencia."

Lijteroff aclaró que estos aparatos son las primeras experiencias y no se comercializan aún de manera masiva. "El mensaje que queremos dar desde la Federación es que es posible tener una vida plena con los elementos que hoy tenemos. En el Hospital Santamarina, de Monte Grande, hacemos un reconocimiento de las personas que tienen 50 años de diabetes para transmitir el mensaje de que, si se cuidan, pueden tener una vida plena."  «

 

 

 Fondos para investigar y curar

La Fundación de Investigación de Diabetes Juvenil (JDRF), que financió el proyecto científico que permitió en Australia desarrollar el primer páncreas artificial, es el resultado de la organización, en el año 1970, de un grupo de padres de niños y niñas estadounidenses que tenían diabetes tipo 1.

Esta entidad sin fines de lucro, que tiene su sede en la ciudad de Nueva York, destina hoy unos 1600 millones –dinero que es el producto de cuantiosas donaciones y campañas de recaudación de fondos– para encontrar una cura para la diabetes tipo 1, mediante el apoyo económico a las investigaciones que buscan soluciones a esa enfermedad.

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