Locos por los votos

Locos por los votos

Daniel Scioli y Mauricio Macri realizan una campaña con muchas similitudes. Discursos light y poco compromiso sobre los temas más urticantes. Silencios que hace mucho ruido: narcotráfico, la manipulación K de la Justicia y exorbitante endeudamiento

La presente campaña electoral, casi con seguridad, será recordada como la de más baja calidad desde el retorno de la democracia. Razones no faltan ya que los principales candidatos presidenciales, y su séquito de seguidores que lo acompañan en las listas, parecen estar decididos a quedarse en lo meramente superficial. Ni siquiera se refieren a los factores estructurales que están poniendo al país en una aguda crisis social, económica, política y –se tiene en cuenta los movimientos que viene realizando el kirchnerismo en los tribunales- también judicial.

En ese contexto, el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, que en los papeles parece ser la principal opción opositora del kirchnerismo, está llamando la atención no tanto por lo que dice en sus declaraciones públicas, sino más bien por lo que calla. Por ejemplo, Macri ordenó intensificar la campaña en la villa 1-11-14 de su delfín Horacio Rodríguez Larreta, a quien pretende dejar como su sucesor en la Capital Federal. Ahora bien, las actividades del Pro en esa zona consisten, básicamente, en visitas relámpago a algún comedor comunitario y tomar fotos de ocasión con algún que otro vecino, seguramente acercado por los punteros políticos del Pro. Ahora bien: ni Macri ni ninguno de sus funcionarios hacen referencia a la principal problemática de ese barrio como es haberse convertido en uno de los principales centros de producción de estupefacientes de la Argentina. Peor aún, hubo denuncias concretas de que en esa villa los capos narcos hasta tienen un ejército propio, conformado por más de 300 sicarios, que cuidan las más de 10 cocinas de cocaína de máxima pureza.

Cierto es que la Policía Metropolitana que comanda Macri no tiene la capacitación ni los recursos para poder hacer frente a las bandas narcos, pero nada impide que el jefe de gobierno porteño, que pretende ser presidente, denuncie lo que está ocurriendo y pida respaldo de las fuerzas federales para hacerle la guerra a los mercaderes de la muerte. Nunca lo hizo. Eso no es todo: tampoco ha dicho una palabra sobre cómo piensa combatir a los carteles narcos que se han instalado en la Argentina durante la mal llamada década ganada. Macri se encuentra tan comprometido con el status quo que dejó de lado su promesa de erradicar las villas mediante procesos de urbanización y optó por instrumentar el más rancio clientelismo en la zona más pobre de Capital Federal.

Los silencios intencionales son una característica que Macri comparte con Daniel Scioli. Desde que el gobernador bonaerense aceptó mansamente las imposiciones de Cristina Kirchner tendientes a poner a Carlos Zannini como compañero de fórmula, y llenar las listas con funcionarios acusados de corrupción que buscan fueros y militantes rentados de La Cámpora, el gobernador bonaerense decidió sacrificar el margen de autonomía que le quedaba. De esta manera, de su boca, no se escucha un solo cuestionamiento a la política oficial. No habla de inflación, ni de pobreza y hasta profundiza el discurso K, intentando pintar un país con prosperidad que no resiste el menor análisis.

Esta imposibilidad de “hablar de ciertas cosas” está llevando a que la campaña de Scioi sea extremadamente light. Y hasta busca imbuirla de glamour haciendo que su esposa, la ex modelo Karina Rabolini, visite distintos territorios y se reúna con los candidatos K. Uno de los ejes centrales de la campaña sciolista está pasando por las actividades de Rabolini, a quien se la vio tocando el piano con la embajadora K en el Reino Unido, la ex azafata Alicia Castro; o recorriendo un barrio con Ricky Zarcani, el vendedor de zapatos y carteras preferido de las figuras del jet set. Además, durante el fin de semana, la ex modelo exhibió como un logro haberse fotografiado con Bill Clinton, el ex presidente norteamericano que solamente es recordado por un escándalo.

Mientras todo esto sucede, el oficialismo –en complicidad con sectores de la oposición- está realizando verdaderos zafarranchos para garantizar impunidad después del 10 de diciembre. Así es como, entre gallos y medianoche, los K impusieron su mayoría para destituir a un juez que podría haber frenado definitivamente el espurio pacto con Irán (ver página 4), y avanzaron para nombrar un títere llamado Ernesto Kreplak en un Juzgado Federal clave de La Plata, pudiéndose convertir en el árbitro de aquellos conflictos que se desaten durante las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Pero gran parte de la oposición parece que ni se dio por enterada o decidió mirar para otro lado. La única excepción fue Margarita Stolbizer que, en soledad, presentó una impugnación contra Kreplak y hasta denunció los vínculos de este personaje con lo más rancio del kirchnerismo como fue el hecho de haber sido el funcionario del Ministerio de Justicia que cajoneó información comprometedora sobre el caso Ciccone y Lázaro Báez. Fue como una gota en el océano. El resto de los candidatos, sospechosamente, no dijeron una sola palabra al respecto.

También existe un misterioso silencio respecto a lo que sucede en la economía, en momentos en que gobierno se está endeudando de forma escandalosa, convalidando tasas del 30% en la licitación de los Bonos del Tesoro Nacional (BONAC) que instrumenta el Banco Central. Y haciendo acuerdos oscuros con China que otorgan financiamiento a cambio de que nuestro país renuncie a su soberanía en territorios estratégicos, como es la zona de Neuquén donde el gigante asiático está construyendo una estación aeroespacial con fines militares.

Al respecto, Scioli no tiene mucho para decir ya que su gobierno también está endeudando a la provincia, pagando tasas que duplican y hasta triplican lo que están abonando gobiernos de la región a la hora de financiarse en el mercado de capitales. Ahora bien, Macri tampoco parece presentar una alternativa distinta ya que, durante su gestión, la deuda externa de la administración porteña aumento 221% en dólares. En distintos ámbitos, se habla de que la gente deberá votar entre la continuidad o el cambio en las próximas elecciones. La realidad, en rigor, es mucho más compleja y nada parece ser lo que parece.

Pese a todas estas circunstancias, no todo está perdido y hay que tener fe en que aún se está a tiempo de poder reconstituir el dañado tejido social y lograr así que cada argentino tenga la posibilidad de poder realizarse. Que así sea.

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