Los límites del “Moyanismo”

Hernán Brienza.

La convocatoria del acto organizado por el moyanismo el miércoles pasado en Plaza de Mayo, obliga a preguntarse si los sectores que responden al líder camionero no han alcanzado su techo de crecimiento, desde el declarado perfil opositor que adquirieron a principios de este año.

¿El “Moyanismo”, como expresión política, ha llegado a su propio límite? Es decir, ¿ya ha alcanzado su punto máximo de crecimiento y ahora ha entrado en una barranca bajo sin emoción ni final? Así parece demostrarlo la pobre convocatoria que obtuvo su acto en Plaza de Mayo, organizado el mismo día que se recordaba los cacerolazos contra el gobierno de Fernando de la Rúa en el año 2001. En esta lógica de razonamiento hay que analizar algunos datos políticos que surgen de la manifestación.

Primero habrá que reconocer que la elección del día 19 para realizar el acto no tuvo buena aceptación por parte de la sociedad. Por el hecho de que los convocantes a la movilización no hayan sido protagonistas destacados de aquellas trágicas jornadas de diciembre –recordemos que la CTA dirigida por Víctor de Gennaro no había llamado a movilizar y el MTA tampoco- y que sus laderos radicales no sólo habían sido los causantes de la crisis económico-social sino también de las muertes de los manifestantes en la calle. Y porque era demasiado evidente la manipulación simbólica de las fechas y la intencionalidad de generar otro diciembre crítico para un gobierno nacional.

Segundo, lo que ocurrió fue el hallazgo de las propias limitaciones del pequeño frente opositor sindical. Porque la convocatoria fue menor a la esperada. Pese al esfuerzo denodado del diario Clarín por tratar de convertir en “masivo” un acto que hasta el propio diario La Nación reconoció como una “plaza a medias”, fue evidente que se trato de una demostración de debilidad más que de fuerza. Y porque la columna más importante fue la del gremio de Camioneros, como era de esperar. Lo que demuestra que el sector de la CTA liderada por Pablo Michelli, es decir, “su central”, tiene menos poder de convocatoria que un solo sindicato de la CGT como es el que conduce Moyano.

También hace patente la excesiva “Moyano dependencia” de la CGT opositora. Si no moviliza Camioneros, los demás gremios tienen muy poco peso específico. Los unen ciertas lealtades provenientes de los años noventa, por un lado, como es el caso del gremio de Canillitas y Dragado y Balizamiento, y un mismo encono contra el gobierno nacional, por el otro, como el de Luis Barrionuevo y Jerónimo Momo Venegas.

También hace patente la excesiva “Moyano dependencia” de la CGT opositora. Si no moviliza Camioneros, los demás gremios tienen muy poco peso específico

Tercero, Moyano demostró que también su discurso tiene sus limitaciones. El aumento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias, los juicios por las jubilaciones, la inseguridad, la inflación, resultan un ramillete de demandas poco sustentables para llevar adelante un “plan de lucha revolucionario” que tenga en vilo a los argentinos cada veinte días.

¿Tiene sentido para el trabajador medio de nuestro país encarar un conflicto a largo plazo y con altos costos por ese manojo de reclamos? ¿O el líder camionero perdió la sensibilidad y se está alejando de las verdaderas necesidades de los trabajadores?

Posiblemente, algunas de las demandas sean compartidas por el hombre de a pie, pero también es seguro que en su estrategia personal sigue optando por trabajar porque a pesar de ser un año duro para la economía en su balance comprende que el Modelo implementado por el gobierno le ha dado siempre más de lo que le ha quitado.

Por último, Moyano también parece haberse quedado sin paragüas político. Ninguna fuerza partidaria parece querer cobijarlo. Ni siquiera el Sciolismo –deseo imaginario del mismo líder camionero- le ha hecho guiños ambiguos que permitan especular con un armado propio en algunos ámbitos ya sea dentro del partido o en algún rincón legislativo.

Quienes se han alejado del kirchnerismo en los últimos años han sido condenados a transitar por el desierto de las contradicciones personales, de las bajezas producto de la impotencia, de la autodeslegitimación permanente y, finalmente, de la soledad. Ese es el principal peligro que ahora corre Moyano: tener un triste, solitario y pálido final.

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