¡Lilita, compadre, vos sos como una madre!

Gracias a Dios que existe Lilita , única dirigente política del país que garantiza sorpresa, entretenimiento, espectacularidad, emoción, suspenso, rating, saludable color de piel los 365 días del año y simpáticas locuras que hacen las delicias de grandes y chicos. Me pregunto qué título llevaría un libro sobre ella: ¿"La fiscal de la República"? ¿"Vida, obra y milagros de la pronosticadora oficial de corrupción"? ¿"La reserva moral del país"? ¿"¡Lilita, compadre, vos como una madre!"?

 

No sé si alguna vez les conté lo bien que la pasé cuando, un domingo de julio del año pasado, la fui a visitar a su casa de fin de semana en un country de Capilla del Señor, partido de Exaltación de la Cruz (en qué otra localidad podría estar ella, ¿no?). Faltaban tres meses para las elecciones de medio término y quería saber cómo estaba viendo esa instancia fundamental, de la que iba a surgir como gran ganadora de la ciudad de Buenos Aires. Me recibió con una bata blanca atada a la cintura que le llegaba hasta los tobillos, y se extendió a lo largo de un sillón de tres cuerpos, casi dándome la espalda. No paró de fumar; como cenicero usó un platito de porcelana que yo, cual bombero voluntario, le acercaba de un salto cuando veía que la ceniza estaba a punto de caer sobre su bata inmaculada. No recuerdo que hayamos tomado nada, ensimismada como estaba en una larga reflexión de corte político, económico, judicial, gansteril y religioso. A propósito, una galería de Cristos, Vírgenes y santos, que debí sortear con cuidado camino hacia el living, le dan a la casa un perfil de sacristía. Uno se siente allí muy bien acompañado. ¿Qué me dijo Lilita? No estoy seguro. Tengo que disculparme, porque ese tema de la ceniza del cigarrillo me distrajo bastante. En cualquier caso, debe haber sido una charla -en realidad, un monólogo- muy interesante. Siempre lo es cuando habla Lilita, acaso la dirigente política más políticamente incorrecta.

Todo este largo introito no es simplemente anecdótico o para darme corte de las cosas que soy capaz de hacer un domingo por mis lectores; lo usé para poner en contexto el gran episodio noticioso de la semana: el pedido de juicio político de Lilita contra el ministro de Justicia, Germán Garavano, solo porque había dicho que Cristina, como expresidenta, no debía ir a la cárcel hasta que no hubiese una sentencia condenatoria, y que la Justicia ha hecho un uso errático de la prisión preventiva. Aunque lo que voy a decir me cueste no poder entrar más a la sacristía de Lilita, coincido con el ministro en lo del abuso de la prisión preventiva; casualmente, ese recurso proliferó contra exfuncionarios kirchneristas durante la campaña electoral del año pasado. Y respecto de si corresponde o no que Cristina vaya ya mismo a prisión, como resolvió Bonadio, opino que sí, especialmente por su posibilidad de interferir en la investigación del caso de los cuadernos. Pero no se me ocurriría pedir para Garavano ni juicio político ni el fuego eterno del infierno.

Diría que a Lilita hay que tomarla en serio cuando se enciende su GPS de la corrupción, y no mucho más. Por ejemplo, a comienzos de año armó un bolonqui de órdago al ponerse de punta contra los aumentos de tarifas. "Protestó incluso antes que los pibes de La Cámpora", me dijo en ese momento el senador Pichetto. Fue tantos años opositora que el trabajo de oficialista no le sale. Para alguien como yo, que la vio filosofar sin brújula y con los pies sobre el sillón en medio de una nube de humo, es llamativo comprobar que todavía tiene la capacidad de provocar desparramos. Garavano llegó a presentar su renuncia, rechazada de inmediato por Macri. Créanme: Lilita es muy buena para las tertulias y, como dije, para que señale con su dedo acusador a los impuros de este mundo. Para hacer el control de calidad de los ministros es flojita.

También acaba de pedir el juicio político de los camaristas que anularon la condena a Menem por el contrabando de armas a Ecuador y Croacia en los años 90. Es cierto: exculpar en esta causa a Menem es una atrocidad. Debe ser uno de los expedientes con peor olor de la historia judicial argentina. Pero no hay que mirar solo el último fallo, por más indigerible que resulte, sino el recorrido anterior, de 23 años. Da la impresión de que Lilita anda revoleando juicios. Mañana va a pedir el de Macri por respaldar a Garavano; después, el de Tinelli por lo tarde que empezó este año el "Bailando...", y en Navidad, si no le gustan los regalos, el de Papá Noel.

En alguna radio escuché que estos arranques lilitescos son para distraer a los giles. Que la están usando para que no hablemos del dólar, la inflación, la recesión, la tasa de interés a 74% y la designación de madame Lagarde como ministra de Ajuste y Finanzas. No es así. No son tan astutos. Eso se me ocurriría a mí, no a ellos. Además, a la dama de Exaltación de la Cruz es riesgoso proponerle estrategias comunicacionales. Ahí mismo te denuncia y pide juicio sumarísimo y fusilamiento en plaza pública.

En fin, prefiero olvidar batas, cenizas, berrinches y acusaciones destempladas, y quedarme con la imagen de esa interminable santería del country. Porque cada día que pasa vamos necesitando más la ayuda del cielo.

Por: Carlos M. Reymundo Roberts

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