Lagomarsino aprendió a tirar con el mismo espía que lo recomendó para trabajar con Nisman

Lagomarsino aprendió a tirar con el mismo espía que lo recomendó para trabajar con Nisman

Quién es el agente Moro Rodríguez y por qué huyó de la Argentina. La trama de las relaciones del dueño de la Bersa que mató al fiscal. Las prácticas en el Tiro Federal de San Fernando y las guerras de Inteligencia.

Entre las muchas preguntas que surgieron tras la muerte de Alberto Nisman figuran los interrogantes sobre cómo llegó el informático Diego Lagomarsino a ser hombre de confianza del fiscal. Según la primera versión, publicada por el diario Página 12, un juez de San Isidro que usaba los servicios técnicos de Lagomarsino se lo recomendó a Nisman. Pero la historia es otra. El que recomendó a Lagomarsino fue Carlos Rodríguez, alias El Moro, un hombre de los servicios de Inteligencia, que también le enseñó a tirar con la Bersa 22, la misma de donde salió el balazo que terminó con la vida del fiscal que había denunciado tres días antes por encubrimiento a Cristina Kirchner.

El contacto. Tal vez porque hubiese sido agregar más intrigas a su situación en ese momento, Lagomarsino transmitió aquella primera versión de su acercamiento a Nisman a través de una jueza amiga. Pero la realidad es que fue el agente de la ex Policía Aeronaútica Nacional (PAN) que estaba asignado al despacho del juez Jorge Brugo, quien lo recomendó a Nisman, cuando el fiscal fue nombrado al frente de unidad que se ocuparía sólo de la causa AMIA.

La relación inicial de Lagomarsino fue con un hermano del Moro Rodríguez, a quien le solucionaba los problemas de la PC. Y aunque El Moro es casi veinte años mayor que Lagomarsino, el técnico informático enseguida se deslumbró con el agente al que todos conocían por ese apodo que aún conserva, pese a que ya se retiró o "lo retiraron" de su actividad.

 

Durante los años 90, Carlos Rodríguez vivía bronceado, viajaba mucho a Miami y tenía estrecha relación con la DEA. Como en los procedimientos contra el narcotráfico no usaban los nombres reales sino “indicativos”, una colega lo bautizó por sus ojos verdosos y bronceado permanente. Desde entonces, Rodríguez es El Moro.

Tal vez el juego de esconder identidades hizo escuela en Lagomarsino. Es un dato poco conocido que está en la causa: Gladys Gallardo, la mujer que realizaba las tareas domésticas en lo de Nisman, declaró que le había abierto la puerta siete u ocho veces al informático en el departamento de Le Parc, pero para ella se llamaba "Luis".

 

El Moro Rodríguez no sólo lo había recomendado ante Brugo y Nisman, sino que ya era parte del círculo familiar del informático. A tal punto, que cuando Lagomarsino se casó con Josefina, el agente filmó el único video que le quedó a los protagonistas de la boda. En esa época no existía el iPhone y los videos se filmaban con filmadoras.

El arma. Cuando Lagomarsino “heredó” la Bersa Calibre 22 en el 2002, llamó a su conocido que más sabía de armas: El Moro Rodríguez le dijo que anotara el número y el modelo y fuera al Registro Nacional de las Armas para obtener la credencial de usuario.

Luego, el mismo agente se encargó de limpiar el arma N* 88.821, porque llevaba varios años en desuso, guardada en un galpón sin demasiado cuidado. Y decidieron ir a probarla al Tiro Federal de San Fernando. Allí, Lagomarsino aprendió a tirar con la Bersa 22 y Rodríguez le enseñó las reglas básicas de seguridad para manejo de un arma.

 

El Tiro Federal de San Fernando, donde tiraban El Moro y Lagomarsino.

Si bien El Moro le aconsejó “no andar con fierros” por la inseguridad (“si te agarran unos chorros y te ven armado, te liquidan”), Lagomarsino volvió a ir al Tiro Federal de San Fernando para practicar. Y no es que esquivara los consejos del agente que le hablaba de narcoterrorismo o hackeo de computadoras como si fuera un par.

 

El mundo judicial. Fue El Moro Rodríguez también quien introdujo a Lagomarsino en el ámbito de la Justicia. Primero lo recomendó a Jorge Brugo, por entonces juez en lo Penal Económico. Rodríguez era“personal auxiliar de Inteligencia” del juzgado, según denunció como anomalía Marcelo Saín cuando en el 2005 intervino la Policía Aeronaútica, que a partir de entonces pasó a llamarse Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA).

El conflicto entre Saín y Brugo escaló cuando el juez se negó a devolver a tres agentes de la ex PSA que trabajaban desde hacía años en su juzgado. Ya en 1999, El Moro participaba de allanamientos que encabezaba Brugo con cierta espectacularidad, como cuando allanaron el Correo Central. Un ex servicio cuenta que Rodríguez hasta apareció a un costado en una de las fotos de prensa que se distribuyeron del procedimiento.

Brugo resistió el pedido de Saín para que los tres agentes volvieran a cumplir funciones en Ezeiza. Dos de esos "auxiliares de Inteligencia" eran parientes: El Moro trabajaba con su esposa a metros del despacho de Brugo, con quien ya eran "de la familia".

Se habían mudado al segundo piso del edificio de Inmigrantes por un pedido de la justicia penal económica por las amenazas que los agentes habían recibido dentro de la propia fuerza. Los ubicaron en lo que había sido la Sala B, que estaba comunicada con el despacho de Brugo. Ese pequeño equipo de Inteligencia que logró reunir el juez investigó las grandes causas de contrabando que pasaron por allí: armas, drogas, oro y hasta cigarrillos. Hasta que llegó Saín para intervernir la policía aeronaútica y en 2005 desarmó todo.

La relación de El Moro Rodríguez con Nisman se remonta a principios de los 90. El fiscal hacía sus primeros pasos en el juzgado de Morón a cargo de Gerardo Larrambebere y El Moro era personal de Inteligencia, tal vez ligado a la Secretaría de Inteligencia del Estado. En las causas que le inició a Saín figuran recibos de sueldo de la PAN, pero a inicios de los 90 es probable que trabajara para las huestes de Jaime Stiuso.

 

Nisman y El Moro cultivaron una amistad en la investigación y posterior juicio del ataque a La Tablada realizado en enero de 1989. A tal punto, que cuando el fiscal asumió en la unidad especial para la AMIA no dudó en aceptar la recomendación de Rodríguez: Diego Lagomarsino iba a ser su hombre de confianza en cuestiones informáticas, y le comenzó a pagar un sueldo de 6.000 pesos en 2007, con un régimen especial, sin necesidad de concurrir a la fiscalía

Guerra de inteligencia. Saín se volvió a cruzar con Carlos Rodríguez cuando una tarde de 2005 pasó, no por el juzgado de Brugo sino por la Comisión de Seguridad de la Cámara Baja para analizar con los legisladores un proyecto de seguridad interior. El Moro no estaba allí como asistente de Brugo, sino como asesor en seguridad del diputado peronista Cristian Ritondo, hoy vicepresidente primero de la legislatura porteña.

Estos y otros datos los reveló Sain a la prensa, lo que le valió el procesamiento por parte del juez Rodolfo Canicoba Corral, medida confirmada en 2011 por la Sala 2da. de la Cámara Federal, por dar a conocer información que debía ser reservada.

Según constancias de la causa, Saín había efectuado declaraciones sobre los 2 empleados que estaban “en comisión” trabajando para el juez Brugo. Se trataba de Rodríguez y su esposa que habían formado parte del “personal auxiliar de inteligencia”, luego pasaron a la PSA y más tarde le fueron asignadas tareas en el juzgado.

Saín les adjudicó “relaciones promiscuas” con las autoridades aeroportuarias y para robustecer su postura aportó informes sobre viajes al exterior de la pareja, que había obtenido de la consulta a los registros de migraciones gracias al cargo que ostentaba. Esa información, según la legislación vigente, debía ser reservada y secreta.

 

“Se encuentra comprobado que Marcelo Saín dio a conocer a Página 12 información cuyo secreto estaba obligado a mantener, y esa divulgación fue luego reproducida en el canal televisivo”, dijeron los jueces Martín Irurzun y Eduardo Farah. El tercer integrante de la sala, Horacio Catani, se pronunció por el sobreseimiento del ahora flamante director de la Escuela de Inteligencia.

Salvo la confirmación del procesamiento de Saín, que fue en 2011, el resto de los acontecimientos ocurrieron en 2005, cuando Nisman ya recurría a Lagomarsino para algunas cuestiones informáticas y éste ya había realizado las prácticas con la Bersa 22. También por ese año es cuando Saín cree haber recibido en sus oficinas de la Policía de Seguridad Aeroportuaria a Lagomarsino, quien se habría ofrecido como informante para la fuerza.

Según reveló Saín cinco días después de la muerte de Nisman, cuando vio el rostro de Lagomarsino recordó que era la misma  persona que diez años antes le habría ofrecido su capacidad para entregar “organizaciones narcos”. Justo la especialidad de Carlos Rodríguez, El Moro. Tanto Lagomarsino como su abogado actual, desmintieron que el informático se haya dedicado a la Inteligencia, en forma orgánica o inorgánica. Aunque aún no explicaron por qué la doméstica de Nisman lo conocía a Lagomarsino como “señor Luis”.

La embestida de Saín dejó fuera de la fuerza al Moro y su esposa, entre otros, y allí comenzaron los juicios de los ex agentes que aún se dirimen en la justicia argentina.

Pero Carlos Rodríguez, El Moro, no sólo tuvo que dejar la PSA, sino que también se fue del país. En 2011, su mujer y su hija fueron encañonadas en la puerta de su casa por un hombre bien vestido, de pelo corto, que le puso una pistola 9 mm en la cabeza de la nena. Las hizo ingresar a la vivienda, y las dejó encerradas en el baño. No hubo robo, ni se revolvió el lugar. El desconocido se fue como llegó.

A las pocas semanas, Carlos El Moro Rodríguez, su esposa y su hija partieron a España, donde abrieron un café en una zona turística. El ex agente de Inteligencia no perdió contacto con sus amigos. Pocas horas antes de que Alberto Nisman muriera por un balazo de la Bersa que Lagomarsino aprendió a manejar con él, el fiscal le envió una imagen por WhatsApp al Moro. Era la tapa de la revista Noticias con el título "Secretos del fiscal que quiere condenar a Cristina".

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