Enero demostró que el de 2018 es un verano atípico. Para la política, al menos. Sin la intensidad de otros años, la clásica "rosca playera" se mudó a la ciudad de Buenos Aires y al conurbano. La agenda estuvo hasta ahora mucho más atada a los movimientos del Gobierno que a los de la oposición.
En el peronismo, desgajado y desorientado después de la dura derrota de las legislativas del año pasado, el ritmo ínfimo del primer mes del año corrió por cuenta de los intendentes bonaerenses, que son los más necesitados de una reconstrucción del PJ que les permita imaginar un 2019 viable. Sin un candidato fuerte, capaz de hacerle fuerza a Cambiemos, corren serio riesgo de perder el poder en sus municipios.
Con pocos días de diferencia, el presidente del PJ bonaerense e intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, estuvo con Sergio Massa y Martín Insaurralde recibió a Máximo Kirchner en Lomas de Zamora. También se reunieron el intendente de Tigre, Julio Zamora y el de Hurlingham, Juan Zabaleta. No mucho más. El PJ bonarense se reunió por primera vez en el año el viernes pasado. Hubo críticas a Mauricio Macri y más de un guiño a Cristina Kirchner. También, un par de ausencias que evidencian que la unidad es todavía poco menos que una quimera.
Pese a la quietud casi absoluta, esos pocos contactos reactualizaron una certeza: la figura de Cristina Kirchner sigue siendo la piedra de la discordia, la encarnación de la división del peronismo, la figura en torno a la cual, por amor incondicional, conveniencia o rechazo total, giran las distintas facciones del movimiento de Perón. La visualización que acompaña esta nota refleja la foto de hoy, pero se trata de una película a la que le faltan demasiadas escenas.
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