El kirchnerismo dejará a medio hacer su mayor proyecto de infraestructura

El Gasoducto del Nordeste fue presentado en 2003 y debía estar listo en 2006; apenas empezaron las obras; el Gobierno espera completar menos del 50%

Será una paradoja más del kirchnerismo: el Gasoducto del Nordeste Argentino (GNA), la primera obra importante que anunció el entonces presidente Néstor Kirchner en la Casa Rosada, en noviembre de 2003, y el mayor emprendimiento en materia de infraestructura propuesto en la última década, será finalizado en su mayoría por el próximo gobierno. Así lo reconocen incluso documentos oficiales que se dieron a conocer esta semana.

El proyecto prevé construir un gasoducto de 1448 kilómetros para llevar el gas de Bolivia a través de Salta, Formosa, Chaco, Corrientes y Santa Fe hasta las cercanías de Buenos Aires. Según el primer cronograma, debía estar listo en 2006. Pero el último calendario de la obra establece su culminación exactamente diez años después, en 2016.

El proyecto tiene hoy uno de los presupuestos más jugosos de la administración pública: nada menos que 13.285,53 millones de pesos. Pero este año sólo se utilizarán 1145,54 millones, mientras que en 2015, cuando la presidenta Cristina Kirchner abandone el poder, requerirá otros $ 5132,54 millones. De manera que el Gobierno se hará cargo de 6277,54 millones de pesos, un 47% del dinero requerido para terminar la obra, siempre que todo marche de acuerdo con lo previsto en el cronograma oficial, que sufrió un sinfín de alteraciones en los últimos 11 años. El resto será responsabilidad de quien tome el mando el 10 de diciembre de 2015.

Con respecto a la realización de la obra. Las planillas oficiales muestran que hasta diciembre del año pasado no había registrado avances, pero debería concluir 2014 con una realización física del 8,8 por ciento. En 2015, en tanto, se sumaría un 38,8%, siempre según las previsiones del Ministerio de Planificación, a cargo de Julio De Vido. Mientras que otro 28,6% debería concluirse en 2016 y el 24,1%, más adelante. En otros términos: aunque el kirchnerismo intentará poner en marcha el proyecto, la mayor responsabilidad sobre su finalización quedará para más adelante.

Los números surgen del último presupuesto de Enarsa, que contempla el plan de acción de la empresa estatal de energía para este año. La compañía, que surgió de la inventiva de Guillermo Moreno pero fue recibida de buena manera por De Vido, principal responsable de su gestión, perdió ascendencia en el Gobierno tras la estatización de YPF, en abril de 2012.

Nada de eso alcanza para disminuir el entusiasmo de De Vido con respecto a Enarsa. Cuando los hombres del ministro de Economía, Axel Kicillof, quisieron tomar el control de la empresa, logró colocar en la presidencia a Walter Fagyas, uno de los hombres de su confianza. Tampoco le molestan hoy las demoras en el GNA. Más aún: apura la adjudicación de la provisión de caños y el lanzamiento de tres tramos más, que se llevarán a cabo en los próximos días. Un funcionario que ve todos los días al ministro lo resumió así: "Qué bueno que llegue un nuevo gobierno y tenga obras para hacer. No como cuando llegamos nosotros, que no había nada planificado. La última obra energética antes de Néstor Kirchner había sido en 2001. Después, nada más".

Más que una obra para traer gas de Bolivia, el GNA fue desde el principio toda una manifestación política. La primera referencia pública al proyecto surgió el 6 de noviembre de 2003, en el II Encuentro Federal de Industriales, en Rosario. Era un país muy distinto al de hoy: estaban el ministro de Economía, Roberto Lavagna; el propio De Vido, con quien aún no habían surgido diferencias insalvables, y un grupo importante de empresarios industriales movidos por la ilusión de la incipiente recuperación económica y lejos de las críticas que el sector privado le haría años más tarde al Gobierno.

EL PRIMER ENCUENTRO

Diecisiete días después, Kirchner y Paolo Rocca, jefe máximo del holding Techint, anunciaron formalmente el proyecto en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Poco después comenzó la cadena de desencuentros.

La oposición criticó que el proyecto estaba hecho a la medida de Techint, que había presentado la propuesta. También es cierto que en la primera etapa el holding siderúrgico de los Rocca estaba dispuesto a poner 750 millones de dólares. El resto correría por cuenta del Estado.

Tanto el Gobierno como la empresa coincidían en que si la actividad se recuperaba, se haría necesario importar gas. Y el de Bolivia, que hoy llega todos los días al país aunque en menor medida a lo que esperaba Planificación, era más barato que el gas licuado, que llega por barco.

Luego de múltiples anuncios, Cristina Kirchner relanzó el proyecto en 2011. Llamó a una nueva licitación, pero con obras complementarias.

Por aquellos días, se hablaba de un costo de US$ 5300 millones, que no está contemplado en los números de Enarsa..

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