Karina, el mejor spot de Scioli

Por Carlos Pagni

Bienvenidos a un estreno. Las elecciones por la sucesión presidencial han logrado que una nueva figura termine de incorporarse a la disputa de poder: Karina Rabolini . Daniel Scioli le ha dado a su pareja un rol decisivo en este tramo crucial de su carrera, que se volverá más visible con el paso de los meses. 

Este protagonismo obliga a observar los movimientos de Rabolini, porque, sin ellos, no termina de comprenderse la estrategia del candidato del Gobierno.

Rabolini nunca estuvo oculta en la peripecia política del gobernador. Pero siempre se mantuvo en una zona de reserva. Al margen. Esa posición fue deliberada. Cuando, en 2003, Eduardo Duhalderecomendó sumarla al proselitismo de Néstor Kirchner , Scioli se negó. Hizo lo mismo hace dos años, cuando en las frustradas negociaciones con Sergio Massa para enfrentar a Cristina Kirchnerle sugirieron inscribir a su mujer como segunda candidata a diputada. Curioso: la Presidenta le pedía lo mismo a Scioli, al mismo tiempo. Tampoco lo logró.

Este año, en cambio, Rabolini despliega una agenda proselitista tan intensa como la del candidato. Es la consecuencia más superficial, pero no menos gravitante, de esta innovación: Scioli ha duplicado su campaña. Sus colaboradores inmediatos reciben todas las semanas un informe con las actividades de las que participarán DS y KR en los próximos siete días. La aspirante a convertirse en primera dama está demostrando ser tan incansable como su marido. Todos los días visita una localidad distinta, intercalando el interior con la propia provincia, lo que la lleva a dormir casi siempre fuera de su casa. En esas apariciones ya no se limita a explicar "cómo es Daniel". Ahora pide el voto por él y por los dirigentes locales de "nuestro partido".

 

Numerosos caudillejos se quejan de que la única campaña oficialista organizada sea la de Scioli y Rabolini

 

Numerosos caudillejos se quejan de que la única campaña oficialista organizada sea la de Scioli y Rabolini. Uno de ellos explica: "Antes había un comité que coordinaba, donde interveníamos todos, con materiales publicitarios homogéneos, que servían para movernos en el territorio. Hoy no existe nada de eso".

Quienes la conocen de cerca cuentan que Rabolini, además de contar con una popularidad de 90%, tiene un talento especial para su nuevo desempeño. Señalan que si bien a veces se muestra muy temerosa -"Es cuando empieza a sobreactuar", dicen-, suele estar de buen ánimo.

Se nota que es capaz de generar una corriente de empatía y, sobre todo, de expresar emociones. En los actos partidarios hasta puede dedicarse a peinar a las mujeres que se le acercan porque quieren un rodete como el suyo, y hacerlo con una gran espontaneidad. Son diferencias notorias con su esposo, quien suele cubrir con una ansiosa hiperactividad la eterna fluctuación entre el malhumor y el tedio. En especial por las mañanas, cuando, como atestigua un colaborador, "todo le parece poco, todo le parece mal".

 

Scioli han asignado a Rabolini otra función muy relevante: expresar con mayor claridad opiniones o decisiones que el candidato aún disimula en homenaje a la convivencia con el kirchnerismo ultra. Esa comunicación a veces es gestual. Por ejemplo, se la vio saludando a Bill Clinton en una gala londinense, pero no en el almuerzo con Raúl Castro en La Habana. Sobran sus fotografías con dirigentes tradicionales del PJ y son inusuales las apariciones con alguien de La Cámpora. En cambio, apareció en San Luis con Alberto Rodríguez Saá , con quien Scioli guarda una relación estrecha, ya que fue secretario de Turismo de su hermano, Adolfo. Este antiguo vínculo alimenta la sospecha de que existe un túnel entre La Plata y San Luis.

Las declaraciones de Rabolini son más significativas. Del mismo modo que, en 2012, cuando todavía no se había descartado una nueva reelección presidencial, fue la primera en anunciar que Scioli pelearía por la presidencia, en estos días repite que "Daniel va a gobernar y el vice va a acompañar". A veces roza la ironía. Es cuando propone como modelo la conducta que tuvo su esposo como vicepresidente de Kirchner. Es decir: lo que se espera de Zannini es que sea un Scioli.

Rabolini adelantó que Florencio Randazzo , con quien en su momento mantuvo una ácida polémica, podría ser ministro de su esposo. Advirtió que está contra el aborto y que en esa materia se rige por lo que diga el papa Francisco . Tampoco acepta la despenalización del consumo de drogas. Y admite que debería haber mejores estadísticas sobre la pobreza. No debería sorprender que, de un momento a otro, diga que hay que llegar cuanto antes a un acuerdo con los holdouts, que es lo que piensa Scioli.

Al kirchnerismo a ultranza, el que se expresa, por ejemplo, en el grupo Carta Abierta, le cuesta aceptar que la revolución iniciada en 2003 termine en Karina Rabolini . Un intelectual de ese sector lo explicó así: "Es una Eva Perón al revés. Evita estaba a la izquierda del General. En cambio, ella está la derecha del marido".

 

Al kirchnerismo a ultranza le cuesta aceptar que la revolución iniciada en 2003 termine en Karina Rabolini

 

En medio de estas disparidades aflora una impresionante continuidad. El peronismo gira de nuevo alrededor de una pareja. Perón no se explica sin la muerte de Aurelia Tizón, Potota, su primera esposa. Tampoco sin Eva ni Isabelita, por supuesto. Después hay que computar a los Duhalde. Y a los Kirchner. Pero también a los Juárez y a los Alperovich.

Rabolini tiene, es obvio, sus propios rasgos. A diferencia, por ejemplo, de "Chiche" Duhalde, que igual que ella se volcó a la acción social y solía expresar a su marido, no se la ve interesada en influir sobre el proceso decisorio. Ese desinterés aumenta su gravitación sobre un dirigente que, como Scioli, vive dominado por la desconfianza.

Cuando se refiere a la relación con su marido, Rabolini parece hablarle al focus group: es la mujer que sólo tiene ojos para él, enamorada hasta la abnegación. Una réplica de lo que dicen los sondeos: "Buena chica, se ve que lo quiere, forman una linda pareja". La historia matrimonial parece elaborada para una telenovela: el glamour del deporte y la moda; los sinsabores de la separación; las aventuras europeas de ella con un multimillonario; la aparición de una hija que pedía el reconocimiento paternal, comunicada por Scioli a través de la revista Gente; el accidente náutico; la reconstrucción de la pareja; la transfiguración de ambos en políticos profesionales...

Pero Rabolini ha construido un mundo propio. Quienes la tratan en la intimidad afirman que la figuración y la riqueza le interesan más que el poder. Ella misma lo admitió, demostrando que también tiene sentido del humor, cuando dijo ante Eduardo van der Kooy y Julio Blanck: "Renuncio a la lucha, pero no a los honores". Al revés que Eva Duarte. De nuevo.

Desarrolló una carrera empresarial. No sólo por vocación; también porque "Scioli es durísimo con el dinero". Es posible, aseguran, que la candidata a primera dama desconozca algunos aspectos de la fortuna de su esposo. Si fuera cierto, sería, en esto sí, una ciudadana más. En sentido técnico, Scioli es su ex esposo. Porque están divorciados. Un detalle que, durante la campaña de 2003, llevó a Néstor Kirchner a preguntar: "¿Por qué no te volvés a casar, Daniel?". "Porque no me voy a exponer a pagar por segunda vez el divorcio", le contestaron. Nunca Kirchner descubrió si la respuesta había sido en serio o en broma.

A diferencia de Scioli, que jamás se acuesta después de las 11 de la noche, a Rabolini le gusta trasnochar. Estudió ópera y tango. Como Cristina Kirchner , su versatilidad retórica es muy superior a la de su esposo.

Habla inglés e italiano. Su universo de pertenencia sigue siendo más el de Teresa Garbesi o Teresa Frías, sus íntimas amigas, que el de la politiquería bonaerense. Hace bien.

 

Scioli se cruzó con Icazuriaga en la Casa Rosada y lo encaró: "¿Sabés de una investigación que están haciendo sobre Karina?"

 

Aun así, Rabolini ya conoce los sótanos del mundo del poder. Sobre todo desde que los Kirchner, obsesionados con Scioli, mandaron a investigar su entramado patrimonial y, sobre todo, el rol de su ex novio el italiano Matteo De Nora. La faena dio motivo a uno de los pocos encontronazos de Scioli con un jerarca kirchnerista. Se cruzó con Héctor Icazuriaga en la Casa Rosada y lo encaró: "¿Sabés de una investigación que están haciendo sobre Karina?". Icazuriaga se mostró sorprendido, por lo que el gobernador aclaró: "Me dicen que en la SIDE tenés un equipo, a cargo de (Fernando) Pocino, que opera en mi contra". Escena digna de House of Cards, la serie que prefiere Rabolini. Y por la que muchos habitués del mundo Scioli ven en ella a Claire Underwood, la ambiciosa rubia que integra una pragmática sociedad con su esposo, el ascendente candidato Frank Underwood. Exageraciones literarias.

A diferencia de Claire, Rabolini es una figura en transición. Hay detalles que lo demuestran. Por ejemplo, la dificultad para desacoplar su vida de negocios con su nuevo rol político. Por ejemplo: cuando se ingresa a su página, www.karinarabolini.com, en "Contacto" aparecen tres opciones: LYD Visual, su empresa de anteojos; Karina Rabolini Cosméticos, y la Fundación Banco Provincia, que preside.

En esa fundación también hay superposiciones inesperadas. El programa principal, Una Mirada para los Niños, consiste en revisaciones masivas de alumnos de escuelas carenciadas que, en caso de necesitarlos, reciben lentes. Primero comenzó por la provincia de Buenos Aires, pero desde que Scioli es candidato presidencial se expandió a las demás jurisdicciones peronistas. Ya se repartieron más de 10.000 pares.

La distribución ha sido la excusa para infinidad de actos de Rabolini, que coloca las gafas a los chicos mientras son filmados. ¿Esa exposición de los menores que necesitan del auxilio del Estado será también parte de la "expansión de derechos" de la que se ufana el kirchnerismo? Aunque no corresponde cargar las tintas en este caso: Rabolini hace lo que todos los políticos.

El programa es operado por dos ópticas mayoristas, Essilor y Más Visión, cuyos nombres aparecen en las bolsas con que se entrega la donación. El titular de Más Visión, Daniel Marcelo Atalah, es socio de Rabolini en BA Frames Factory, una sociedad constituida en junio de 2013 dedicada a producir y comerciar productos ópticos. En julio del año pasado, Rabolini y Atalah montaron, junto a Alejandro Kacherof y Martín Meyer, Global Eyewear Corporation, radicada en Florida, Estados Unidos.

La curiosidad es doble. Por un lado, por la proximidad entre servicio público y negocio privado. Atalah forma parte de "los Karinos", el equipo con el que la Fundación Banco Provincia realiza su tarea (https://twitter.com/rabolinikarina/status/621371189341106176). Es más: hay oportunidades en las que él y Rabolini deben regalar anteojos en una localidad en la que también hay un distribuidor de sus productos, y aprovechan para ir a visitarlo y promover su actividad (https://twitter.com/rabolinikarina/status/530746049842143232). El segundo motivo de sorpresa es que, cuando se consulta en la fundación del Banco, aclaran que Essilor y Más Visión han donado los 10.000 anteojos. Un asombroso y edificante caso de filantropía, mezclado con publicidad política, inusual en empresas multinacionales.

Estas rarezas de comportamiento indican, a primera vista, que en la inserción de Rabolini en la política hay, por lo menos, alguna falta de supervisión. Cabe pensar, además, que la resistencia a dejar sus actividades anteriores manifiesta que también ella teme afrontar las consecuencias económicas de otro divorcio.

Pero, además, estas excentricidades señalan un rasgo inocultable del modo en que Scioli ejerce la vida pública. La preocupación por no parecer un político profesional. Rabolini sigue mostrándose, en este caso con un alto riesgo, como empresaria de la moda. Es decir, como "alguien común". En su esposo, el interés por ofrecer ese aspecto es obsesivo. Prefiere que lo vean con los Pimpinela o con Carlín Calvo antes que con cualquier dirigente del PJ. El lugar de Scioli es La Ñata, donde se practica boxeo o se juega al fútbol mientras desfila la farándula. Este empeño por borrar de la superficie cualquier señal política expresa, sin quererlo, lo contrario: una politización extrema, que convierte cada aspecto de la vida en el insumo de una carrera hacia el poder. Esta transustanciación es retroactiva: en el aviso que Scioli acaba de lanzar se sugiere que también las carreras en lancha y el accidente en el Delta prefiguraban un destino público. ¿Por qué Rabolini se iba a escapar de esa ambición que todo lo devora? Ella es ahora su mejor spot. La imposibilidad de sustraer algún aspecto de la existencia -deporte, amistades, pareja- a las necesidades profesionales se filtra en una ocurrencia habitual en Scioli: "No existe el off the record. Todo es on". Como si el día fuera, de la mañana a la noche, un Truman show..

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