Don Julio, inolvidable

Don Julio, inolvidable

Por Pablo Salgado 

Para bien o para mal, para los admiradores y los detractores, Julio Humberto Grondona será inolvidable.

En estas horas y días febriles y sorpresivas de la infortunada noticia, se dividen nuevamente las aguas entre aquellos que reiteran hasta el cansancio que la muerte no redime, y le pegan casi gozando de la crítica; y los otros, los que reconocen su cariño y su agradecimiento al dirigente más importante de la historia del fútbol argentino, y uno de los más reconocidos a nivel mundial. 

Grondona fue una creación y una consecuencia de la historia de los dirigentes de nuestro fútbol. Algunos, ignorando los resortes internos de la dinámica y el manejo de las instituciones deportivas, le piden al fútbol nuestro características de una democracia noruega. Nada más alejado de la realidad. 

Grondona es el resultado de los clubes y sus hombres. Descansaron en él y apuntalaron la figura de este líder. Los clubes del fútbol argentino definen sus cuestiones entre 100 o 3000 socios, una familia, un grupo empresarial, un comerciante destacado del pueblo, un grupo de amigos en la mesa de un café. 

Hoy escuchamos a los detractores regodearse mencionando al “mandamás”, “El Padrino”, el “caudillo”, el “dueño de la pelota”. Convierten hoy a Grondona en el único responsable de negociados, de relaciones secretas primero con las empresas privadas como TyC Sports y en los últimos años con el gobierno kirchnerista, y le pegan tanto por la privatización de la pelota como por  la estatización con el Fútbol para Todos. 

El fútbol argentino parió a Julio Humberto Grondona. Hoy escuchamos a algunos críticos y comunicadores que hablan de la decadencia del fútbol nacional y, aprovechando el deceso, mandan a la tumba todas las culpas encerrándolas en un sólo hombre. Nada más inexacto y miserable. 

El fútbol argentino no existía antes de Grondona. En 1978, Argentina sólo era un país con un título mundial de local, y altamente sospechado. 

Para los que hablan de fracasos, crisis, y menor nivel, vale la pena pensar por un momento en los logros de la gestión de Grondona en 35 años. Campeonatos, subcampeonatos, podios, en campeonatos mundiales de mayores y juveniles, medallas olímpicas, Copas América, una cantera inagotable de figuras, y decenas de títulos internacionales de clubes argentinos. 

Desde 1988 Julio Humberto Grondona desembarcó en el FIFA. Con su picardía, su filosofía de café de barrio, el mismo barrio y café que vio nacer a Arsenal de Sarandí, con sus códigos y su capacidad, timoneó junto a Blatter y Havelange el crecimiento exponencial del fútbol como producto, mercancía, contratos, televisión, super profesionalismo y universalización de la FIFA, que hoy tiene más países inscriptos que las Naciones Unidas. 

Todo este camino nacional e internacional, le trajo también enemigos, críticas por su concentración de poder, sospechas de corrupción, peleas con los medios y los periodistas, y cruces permanentes por la forma de manejar la AFA

Volviendo a los clubes, cada entidad tiene no sólo dirigentes, sino líderes, que se imponen a fuerza de dinero, promesas y negocios. Sea un club de barrio o pueblo, que luego integra el Consejo Federal, o los casos de los clubes grandes, que hoy tienen a Tinelli en San Lorenzo, o Moyano en Independiente, más decenas de clubes del ascenso  y del interior en manos de empresarios como Vila, políticos como Aníbal Fernández, o la familia Granados, o familiares de gremialistas como los hijos de Moyano, entre otros. 

Todos estos dirigentes, todos estos clubes, avalaron, apoyaron, votaron y admiraron a Julio Humberto Grondona durante 35 años. En una de las primeras notas que dio a los medios, en 1979, Don Julio, hablando en tercera persona, decía: “Grondona no es ni más ni menos que la representación de todos los clubes del país, y ellos son los que nos dan o quitan el apoyo”. 

Mi viejo fue dirigente de fútbol más de 20 años, entre los 70 y los 90. Asistió a muchas reuniones del Consejo Federal de Fútbol. Allí estaban todos. Los grandes dirigentes capitalinos y los representantes de las ligas más pequeñas. Me cuenta de las manos levantadas sin reparos apoyando todo lo que saliera de la boca de “Don Julio”. Siempre había detractores, pero tanto en las ligas del interior, como en los clubes de primera, los dirigentes como Gamez de Vélez, o Vila de Independiente Rivadavia de Mendoza, no convocaban más que unos pocos votos. El 90% estuvo siempre, durante 35 años, con Grondona. 

Es inevitable. Toda figura enorme, con carisma, líder natural, genera críticas y fricciones en el análisis. La violencia del fútbol, los barrabravas, el manejo de fondos, los contratos, los tribunales de disciplina y la elección de los árbitros, entre otros,  son y serán temas difíciles, donde aparecerán las miradas más duras hacia Grondona. 

Julio Humberto Grondona murió a los 82 años. Con las riquezas y miserias de muchos hombres. Con los aciertos y errores de cada ser humano. Apasionado, caudillo, resultado de un estilo de dirigentes, y fruto de las históricas contradicciones del fútbol argentino. 

La AFA nació y vivió entre fracasos, intervenciones, complicidades con todos los gobiernos, y repisas llenas de títulos de “campeones morales”, un eufemismo para ocultar incapacidades y errores. 

Julio Humberto Grondona marcó una bisagra, un antes y un después, y luego de 35 años de recibir, por admiración, por miedo, o  por comodidad, el apoyo de los dirigentes de todo el país, muere al frente de la AFA, luego de haber instalado al fútbol argentino en los más alto del nivel mundial, en la mesa chica de las decisiones, en el olimpo de las potencias futboleras. 

Quien haya tenido la misma capacidad, los mismos logros, quien nunca haya cometido errores, quien haya obtenido en su ámbito profesional o deportivo los mismos triunfos, que tire la primera piedra…

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